Ileg¨ªtimas defensas
Las instituciones democr¨¢ticas tienen arreglo, pero antes que nada deben defenderse de sus defensores
Todos conocen ese dicho ir¨®nico: mejor, no me defiendas. Lo entonamos cuando alguien pretende hacerse pasar por nuestro valedor y en realidad nos sonroja, nos humilla y nos provoca verg¨¹enza ajena. A nadie se le escapa que a la Constituci¨®n espa?ola le han salido unos defensores que bajo el autodenominado comando de pol¨ªticos constitucionalistas no hacen m¨¢s que perjudicar al texto, leerlo a su manera y rebajarlo de valor para que sencillamente se limite a darles la raz¨®n cuando les viene bien. Uno de los aspectos m¨¢s chocantes es cuando se pasan la tertulia defendiendo la Constituci¨®n, pero carg¨¢ndose su m¨¢s significado ordenamiento, el de la Espa?a auton¨®mica. Su centralismo oportunista no est¨¢ arropado por la Constituci¨®n, sino todo lo contrario. Es el texto quien invita a desarrollar una pol¨ªtica de cercan¨ªa y representaci¨®n local. Otra cosa es que en el bazar parlamentario se haya impuesto la subasta de favores regionales en funci¨®n del voto de apoyo a los Presupuestos del Gobierno, pero en esto son reos del mismo pecado uno y otros cuando les va en ello conservar el poder.
A todos los que les indigna que un c¨®mico se suene los mocos con la bandera espa?ola les deber¨ªa indignar, a¨²n m¨¢s, que un parlamentario se suene los mocos con el Consejo General del Poder Judicial. El ya famoso telegrama de Ignacio Cosid¨® a los suyos, asegur¨¢ndoles que dominar¨ªa las salas del Supremo por la boca trasera, es una de esas vejaciones institucionales que por desgracia no provocan el mismo desgarro de vestiduras que otras versiones mucho m¨¢s superficiales y sin incidencia pr¨¢ctica. En eso consiste la frivolidad, en detenerse sobre lo anecd¨®tico y pasar de largo frente a lo esencial. Por suerte, el juez Manuel Marchena puso las cosas en su sitio con una dimisi¨®n anterior a su nombramiento. Si les hizo gracia que un ministro durara seis d¨ªas, se deber¨ªan tronchar al ver que un presidente del Consejo dimite una semana antes de ser nombrado. Ese gesto de Marchena ha marcado un camino para todos los jueces de alto rango, porque entre sus muchas reivindicaciones razonables de despolitizaci¨®n y mejoras laborales, tambi¨¦n se podr¨ªa alegar que la primera de las despolitizaciones empieza por uno mismo. Ahora que tanto se habla de independencia, no est¨¢ de m¨¢s recordar que la independencia personal es la versi¨®n m¨¢s asequible y saludable de ese ideal tan manoseado.
Entre medias de esta oleada de constitucionalismo para la galer¨ªa ha llegado una extra?a resoluci¨®n que ni siquiera los medios supieron c¨®mo enfocar. El Tribunal Constitucional fall¨® la semana pasada contra el presidente Rajoy por su negativa a someterse a iniciativas de Control en el Congreso durante su largu¨ªsimo Gobierno en funciones previo a la repetici¨®n de elecciones de junio de 2016. El menoscabo al art¨ªculo 66.2 de la Constituci¨®n ha quedado probado. L¨¢stima que en esta ocasi¨®n no se manejaran los tiempos de urgencia que en otras resoluciones del tribunal. L¨¢stima que tampoco se incluya castigo ni esfuerzo de ejemplaridad. Es tard¨ªa letra muerta que deja en evidencia que la Constituci¨®n no es para quien se la trabaja, sino para quien la agita m¨¢s en alto. Muy parecido al modo en que recurren los telepredicadores a la Biblia para justificar sus intereses terrenales. Les viene de perillas, que es ese agarradero de las sillas de montar siempre a mano para no caerte en los vaivenes. Las instituciones democr¨¢ticas tienen arreglo, pero antes que nada deben defenderse de sus defensores.
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