Los desacostumbrados
Si una persona le corta el cl¨ªtoris a su hija de once a?os, o la obliga a casarse con un se?or de cincuenta, o la mata, se le juzga no en atenci¨®n a nuestras sagradas costumbres sino a nuestra sagrada ley
Si Pablo Casado estuviese rodeado de buenos asesores, o asesores sin m¨¢s, o simplemente rodeado, alguien le habr¨ªa hecho llegar el s¨¢bado un ejemplar de Yo tuve un sue?o, de Juan Pablo Villalobos. Ese d¨ªa, Casado pronunci¨® una de las frases que marcan la vida pol¨ªtica de una persona y veremos si la de un partido: ¡°O los inmigrantes respetan las costumbres de Occidente o se han equivocado de pa¨ªs. (¡) Aqu¨ª no hay ablaci¨®n de cl¨ªtoris, aqu¨ª no se matan los carneros en casa y aqu¨ª no hay un problema de seguridad ciudadana¡±. Ni de izquierdas ni de derechas, efectivamente, pero con dram¨¢tico giro de guion.
Olvida Casado que si Espa?a permitiese eso, huir¨ªan tambi¨¦n. La ablaci¨®n del cl¨ªtoris y la seguridad ciudadana son dos de los muchos motivos por los que los inmigrantes escapan de sus pa¨ªses: quieren entrar en Espa?a para que no les mutilen y para que no los maten en una guerra, am¨¦n de otras ventajas, ninguna de ellas fiscal.
Huyen no de sus costumbres, sino de sus anomal¨ªas, y lo hacen para dirigirse a una sociedad en la que los cr¨ªmenes no son juzgados por Dios ni por terroristas, sino por los tribunales de justicia. En Espa?a, como sabe Casado, no se castigan las costumbres, se castigan los delitos. Por eso, si una persona le corta el cl¨ªtoris a su hija de 11 a?os, o la obliga a casarse con un se?or de 50, o la mata, se le juzga y se le mete en la c¨¢rcel no en atenci¨®n a nuestras sagradas costumbres, sino a nuestra sagrada ley. Decir lo del carnero ya es directamente sacarse la careta y pisarla.
Al otro lado del Atl¨¢ntico, el escritor Juan Pablo Villalobos ha construido una cr¨®nica sobre el viaje de los ni?os centroamericanos a Estados Unidos. Hay pocas cosas m¨¢s id¨¦nticas que la desesperaci¨®n y el miedo de un migrante. No es un ensayo, ni una ficci¨®n, ni ense?a a pensar: s¨®lo muestra. Se levanta sobre el testimonio real de 10 menores que no lo abandonan todo, sino que van en busca de lo que les abandon¨® a ellos, casi siempre sus familias. Es un libro corto y seco, quiz¨¢s el libro que m¨¢s se parece a su tiempo pol¨ªtico y el que mejor explica las cosas, precisamente porque deja que se expliquen solas.
Uno de los ni?os cuenta el viaje frustrado de su madre a Estados Unidos; all¨ª trabajaba para mandarles dinero, un dinero que las maras, en su pa¨ªs de origen, reclamaban para ellas. ¡°Mi mam¨¢ trabajaba para pagarles a los pandilleros y por eso mi abuela se cans¨® y ya no quiso pagar y la mataron. Y tambi¨¦n mataron a mi t¨ªo. Por eso mejor nos venimos. Kevin dec¨ªa siempre que prefer¨ªa morirse en M¨¦xico que en Guatemala. Siempre me dec¨ªa: Nicole, prefiero morirme en el camino¡±.
La versi¨®n lujosa que Casado dio sobre la inmigraci¨®n se contrapone, como tantas otras versiones lujosas de problemas que afectan a los dem¨¢s, a la realidad. Pero cala, vaya si cala. Hay pocas cosas m¨¢s peligrosas que una sociedad permeable a los delirios: una sociedad a la que se le inocula un miedo artificial. Por eso el peligro de la ultraderecha no es su existencia, sino la resistencia a definirla como lo que es, asumir su agenda hasta elevarla al centro del debate y homologarla como pieza parlamentaria de utilidad. Citar como ha citado Casado literalmente el ¡°no hay sitio para todos¡± o esgrimir la falacia del aprovechamiento de las ¡°ayudas sociales¡± coloca al PP m¨¢s cerca de costumbres antidemocr¨¢ticas que de la ley, y es sabido que quien hace eso se equivoca de pa¨ªs, por el bien del pa¨ªs.
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