Sujetadores, millones y pornograf¨ªa: la extravagante vida de la inventora que el mundo ha olvidado
Caresse Crosby estaba llamada a ser otra ni?a rica de Nueva York, pero su creatividad y amor por el riesgo la llevaron a vivir una existencia en la que cre¨® la patente del sujetador y se rode¨® de genios (aunque su mayor creaci¨®n fue ella misma)
En 1910, cuando todav¨ªa no hab¨ªa cumplido los diecinueve, Polly Jacob (Nueva York, 1891) se preparaba para asistir a su en¨¦simo baile de debutantes con un vestido profusamente ornamentado y semitransparente con generoso escote. Pero antes hab¨ªa que embutirse en un r¨ªgido cors¨¦ cuyas ballenas le cortaban la respiraci¨®n, sobresal¨ªan bajo su elegante atuendo y deformaban sus pechos. ?Qu¨¦ importaba lo hermoso que era aquel escote si el resultado final iba a ser un pecho sin forma? Ya conoc¨ªa el resultado final y esta vez no iba a pasar por ello.
Caresse no solo invent¨® el sujetador: fue madrina de la 'generaci¨®n perdida' y tuvo tiempo de desarrollar una idea que fracas¨® por adelantarse a su tiempo: los libros de bolsillo
"Tr¨¢eme dos de mis pa?uelos de bolsillo, un poco de cinta rosada, aguja e hilo y algunos alfileres", le pidi¨® a su doncella. At¨® los pa?uelos a la cinta y se los sujet¨® al pecho: el cors¨¦ acababa de morir. Esa noche ning¨²n coqueteo o desaire en la pista de baile recibi¨® tanta atenci¨®n como la libertad de movimientos de Polly. Todas sus amigas quer¨ªan saber c¨®mo lo hab¨ªa conseguido y, sobre todo, quer¨ªan tener uno.
Cuatro a?os despu¨¦s, la Oficina de Marcas y Patentes de los Estados Unidos le otorg¨® una patente para lo que denominaron ¡°sujetador sin respaldo¡±. Su apa?o improvisado se hab¨ªa sofisticado: le hab¨ªa a?adido tirantes en los hombros y cordones al frente. Seg¨²n ella misma, "estaba bien adaptado a las mujeres de distinta talla y era tan eficaz que puede ser usado por personas involucradas en ejercicios violentos como el tenis". Uno de los pocos deportes, junto a la equitaci¨®n, que estaban bien vistos para las jovencitas como ella.
Faltaban m¨¢s de 50 a?os para que el sujetador simbolizase la opresi¨®n femenina y cien para que famosas como Heidi Klum, Victoria Beckham, Gigi Hadid o Kim Kardashian se sumasen al movimiento braless ("sin sujetador"). Para una joven de Boston de principios del siglo XX aquel primitivo amago de sujetador significaba asestarles un zarpazo a las restringidas costumbres de su entorno.
Y si bien para muchos esa creaci¨®n habr¨ªa sido la obra de una vida, pero para Polly no. Aquel apa?o de una noche solo hab¨ªa sido una an¨¦cdota. Su verdadera creaci¨®n ser¨ªa ella misma.
Polly no hab¨ªa sido la primera inventora de la familia. Entre sus distinguidos ancestros se encontraba Richard Fulton, inventor del barco de vapor, pero con toda seguridad a sus padres jam¨¢s se les hab¨ªa pasado por la cabeza que su hija hab¨ªa venido al mundo para algo m¨¢s que asistir a bailes, recibir clases de equitaci¨®n y casarse con un buen muchacho de la costa este.
Y eso fue lo que hizo en cuanto conoci¨® a Richard Peabody, un hombre de gustos ecl¨¦cticos: le gustaba beber wiski y ver incendios. A pesar de ello, Richard y Polly tuvieron dos hijos ¨Cun ni?o y una ni?a¨C y esa fue, probablemente, la ¨²nica cosa convencional que ambos hicieron en su vida.
Mientras Richard serv¨ªa como capit¨¢n en Francia durante la Primera Guerra Mundial, Polly conoci¨® al hombre que iba a cambiar su vida para siempre. Harry Crosby era siete a?os menor que ella, rubio, delicado, guap¨ªsimo y rico, m¨¢s que rico; si Richard era un Peabody, el t¨ªo de Harry era J.P. Morgan Jr. el heredero de la mayor fortuna de la ¨¦poca y due?o de medio Nueva York
Dos semanas despu¨¦s ya manten¨ªa una relaci¨®n que hac¨ªa las delicias de toda la costa este y cuyos ecos solo se acallaron cuando Polly abandon¨® a Richard y se fue rumbo a Par¨ªs con Harry. En Europa pod¨ªan vivir su amor con libertad y, sobre todo, pod¨ªan reinventarse. En 1910?Polly Jacob hab¨ªa inventado el sujetador, pero una d¨¦cada despu¨¦s iba a inventar un estilo de vida.
Harry viv¨ªa obsesionado por la oscuridad, la magia y lo esot¨¦rico. Alguien con esas aficiones no puede salir con una vulgar Polly. Tras valorar distintos nombres ¨Centre ellos Clytoris, que acab¨® siendo el nombre de uno de sus perros Whippet¨C se decantaron por Caresse. Polly Jacob hab¨ªa muerto, ?viva Caresse Crosby! Y solo era el primer paso.
Gracias a la influencia de su t¨ªo, Harry trabajaba en un banco parisino y cada ma?ana Caresse lo llevaba a trabajar remando en una canoa por el Sena ataviada ¨²nicamente con un traje de ba?o rojo. A su lado Harry viajaba impert¨¦rrito y vestido de ejecutivo formal, con su paraguas, su malet¨ªn y su sombrero.
No tardaron en integrarse en el ambiente bohemio de Montmartre en el que conviv¨ªan Edith Warthon, Colette, James Joyce y Cartier-Bresson. En su baile anual, Harry apareci¨® con taparrabos, un collar hecho de palomas muertas y una bolsa de serpientes. Caresse, que lleg¨® subida a lomos de un beb¨¦ elefante, vest¨ªa una camisa transparente y una peluca azul y ambos iban pintados de rojo de los pies a la cabeza. Sab¨ªan c¨®mo epatar en cualquier situaci¨®n. En sus propias fiestas recib¨ªa a los invitados ataviados con pijamas de seda y pasar por una ba?era repleta de champ¨¢n ¨Co por su cama¨C era un requisito ineludible.
El dinero no era un problema no solo porque lo tuviesen: tambi¨¦n porque no pensaban que acabar¨ªan de gastarlo nunca. El matrimonio hab¨ªa pactado suicidarse el 31 de octubre de 1942. En el momento en que la Tierra estar¨ªa m¨¢s cerca del Sol en varias d¨¦cadas, ambos saltar¨ªan juntos de un avi¨®n. Pero Harry no llegar¨ªa a ver ese d¨ªa.
El trabajo del banco no dur¨®. Harry, harto de la monoton¨ªa laboral, envi¨® un telegrama a su padre: "Venda 10.000 d¨®lares en acciones. Hemos decidido llevar una vida loca y extravagante¡±. A qui¨¦n no le encantar¨ªa poder decir algo as¨ª. Adem¨¢s, en aquel v¨®rtice cultural de la ciudad era imposible no sentir la necesidad de hacer algo creativo y as¨ª surgi¨® Black Sun Press, una editorial exclusiva que naci¨® con el fin de dar un soporte f¨ªsico a los poemas que ambos se dedicaban y acab¨® convertida en la m¨¢s reputada de Par¨ªs. Atra¨ªdos por la exquisitez de los materiales y el mimo con el que Harry y Caresse trataban cada libro, acabaron publicando en ella Hemingway, Gertrude Stein, Ezra Pound, Charles Bukowski, James Joyce o Henry Miller.
Harry se encontraba c¨®modo con un trabajo art¨ªstico y pidi¨® a Caresse fue que se olvidase de aquello de los sujetadores, era demasiado convencional. Ella accedi¨® y vendi¨® la patente a The Warner Brothers Corset Company por 1.500 d¨®lares. La empresa, que vendi¨® el modelo Crosby durante treinta a?os gan¨®, m¨¢s de quince millones de d¨®lares con las ventas.
Pero a pesar del ¨¦xito de la editorial, no hab¨ªa paz en el coraz¨®n del pasional Harry. En 1929 su cuerpo sin vida apareci¨® junto al de una de sus amantes en un hotel de Nueva York. Ambos presentaban orificios de bala en la sien y ¨¦l llevaba las u?as de los pies pintadas de rojo y tatuajes rituales en las piernas y los om¨®platos. Ten¨ªa tan solo 34 a?os. Su amante, 20.
Caresse volvi¨® a Par¨ªs hasta que el inicio de la guerra la devolvi¨® a EE. UU., donde conoci¨® a su tercer esposo: un actor alcoh¨®lico diecis¨¦is a?os menor que ella y demasiado interesado en su fondo fiduciario. El cuarto fue el boxeador afroamericano Canad¨¢ Lee ¨Cs¨ª, afroamericano, y en 1936 todav¨ªa hab¨ªa leyes que prohib¨ªan las parejas interraciales¨C. El desaf¨ªo era, de hecho, una constante en su vida. Cuando Henry Miller, uno de sus grandes amigos de la ¨¦poca parisina, pas¨® una mala racha tras el veto a Tr¨®pico de c¨¢ncer por pornogr¨¢fico, Caresse le acogi¨® en su casa de la Quinta Avenida. Lo ¨²nico que por entonces pagaba las facturas de Miller eran los textos pornogr¨¢ficos que un magnate del petr¨®leo le compraba de manera an¨®nima. Pero el escritor prefiri¨® centrarse en su siguiente novela y deleg¨® ese trabajo en su amiga Caresse, que lo disfrut¨® inmensamente. Los textos de Caresse satisficieron plenamente al millonario. En ellos no hab¨ªa veleidades art¨ªsticas, solo sexo.
No fue el ¨²nico amigo ilustre de Caresse. Cuando Salvador Dal¨ª y Gala llegaron a Nueva York, Caresse les acompa?aba. Vivieron en su casa largas temporadas y en 1935 ella celebr¨® en su honor un baile que todav¨ªa figura entre las fiestas m¨¢s deslumbrantes que ha acogido la ciudad.
Harry, harto de la monoton¨ªa laboral, envi¨® un telegrama a su padre: "Venda 10.000 d¨®lares en acciones. Hemos decidido llevar una vida loca y extravagante¡±
Las inquietudes de Caresse no ten¨ªan l¨ªmite. Fund¨® la asociaci¨®n Women Against War (Mujeres contra la guerra) e intent¨® crear un Centro para la Paz Mundial en Delfos, pero tras diversos problemas con las autoridades griegas que no ve¨ªan la idea con buenos ojos. Caresse se rasc¨® el bolsillo para darse uno de sus ¨²ltimos caprichos: Rocca Sinibalda, un castillo del siglo XV al norte de Roma. All¨ª cre¨® una especie de residencia para artistas en las que reun¨ªa a todos sus amigos y todos sus amigos eran los creadores m¨¢s importantes de la ¨¦poca. Y all¨ª se autoproclam¨® princesa: la princesa de Rocca Sinibalda.
Todav¨ªa tuvo tiempo para una nueva empresa: los libros de bolsillo. Pero se adelant¨® a su tiempo: a pesar de publicar textos de Hemingway, Kay Boyle o Dorothy Parker, el proyecto no prosper¨®.
En 1953 escribi¨® su biograf¨ªa The Passionate Years, en la que hablaba sin tapujos de una vida osada y original de la que se sent¨ªa muy orgullosa, la hab¨ªa exprimido como nadie. "Siempre s¨ª, Caresse" (Always yes, Caresse) hab¨ªa sido su lema. Poco antes de fallecer a los 78 a?os escribi¨®: "No puedo decir que alg¨²n d¨ªa el sost¨¦n ocupar¨¢ un lugar tan grande en la historia como el barco de vapor, pero yo lo invent¨¦". A pesar de la relevancia de su invento y de su papel como madrina literaria de la generaci¨®n perdida (as¨ª la llam¨® Times en su obituario)¨C, su nombre ha quedado? relegado al olvido. El futuro fue menos generoso con ella de lo que hab¨ªa sido su presente.
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