La fiesta de la banderita
Una naci¨®n en donde abundan los patriotas que se envuelven en s¨ªmbolos nacionales da mucho miedo
Visto c¨®mo est¨¢ el patio, el Ministerio de Cultura pod¨ªa haber denunciado a Fernando Trueba cuando en su discurso de aceptaci¨®n del Premio de Cinematograf¨ªa 2015 afirm¨® no haberse sentido nunca espa?ol. Si hubiera pronunciado esas palabras en aquellos ochenta en los que sent¨ªamos un deseo irreprimible de usar una libertad hasta el momento cercenada, la boutadehabr¨ªa pasado casi desapercibida; bien podr¨ªa haberlas pronunciado un exiliado de la dictadura franquista. A su manera las us¨®, esas palabras, Francisco de Goya cuando despu¨¦s de denunciar en pintura la brutalidad de la guerra acab¨® sus d¨ªas exiliado en Burdeos. Nuestro pa¨ªs ha sido rico en desafectos, disidentes, desterrados, exiliados, se?alados. Nuestra convulsa historia los ha producido a millares y entre ellos se encuentran algunos de los artistas y pensadores que mejor nos representan. Una naci¨®n se define tanto por la naturaleza de sus patriotas como por la calidad de sus disidentes. Una naci¨®n en donde abundan los patriotas que se envuelven en la bandera da mucho miedo.
Un humorista que se presenta como payaso, Dani Mateo, se son¨® los mocos con ella, con la bandera, por la televisi¨®n. Se mont¨® tal esc¨¢ndalo que el c¨®mico fue retirado de una campa?a publicitaria. Hasta ah¨ª comprendo el asunto, considerando este patriotismo exacerbado que algunos tem¨ªamos se desatara como respuesta al independentismo catal¨¢n. Y por otro lado, una empresa no invierte jam¨¢s en un tipo envuelto en pol¨¦mica; la publicidad ama a los artistas mientras sean queridos por la mayor¨ªa. Es decir, por su rentabilidad. Pero este caso se distingue de otros en un aspecto inquietante: un sindicato de la polic¨ªa denuncia al humorista por un presunto delito de ultraje a los s¨ªmbolos de Espa?a. Si no entiendo mal, este colectivo de polic¨ªas considera que son ellos los guardianes de los s¨ªmbolos de la naci¨®n, de ah¨ª que se arroguen el derecho a conducir a un tipo ante la justicia por no venerar esos s¨ªmbolos que est¨¢n bajo su custodia. Si la bandera representa para ellos el amor por el pa¨ªs e incluso la pertenencia a ¨¦l, ?somos menos espa?oles aquellos que no otorgamos a los s¨ªmbolos nacionales un valor casi sagrado? Pueden incluso pensar que esa bandera representa las vidas que est¨¢n dispuestos a dar por Espa?a, pero en un pa¨ªs democr¨¢tico y en paz las vidas que se pierden por el pr¨®jimo est¨¢n muy repartidas: hay muchos oficios de riesgo en los que no es necesario pensar en banderas, sino en seres humanos, y somos capaces de entender, por ejemplo, que los activistas, en cierto sentido, tambi¨¦n ponen su integridad f¨ªsica en riesgo por causas leg¨ªtimas. Para colmo, hay una jueza que admite una denuncia que procede de la polic¨ªa. La fuerza de esas dos instituciones, con todo el poder abrumador que re¨²nen, contra un ciudadano que no tiene m¨¢s fuerza que la de su palabra nos sit¨²a en una posici¨®n de peligrosa vulnerabilidad.
No se trata solo de un payaso. Apelar a esa profesi¨®n para defender al acusado es disculparlo como se disculpa al ni?o o al borracho. ?Bah, estaba de broma! Pero ?y si un ciudadano escribe en serio que la bandera no le conmueve o que no ama a su patria? A George Brassens hubiera debido entonces denunciarlo el ej¨¦rcito franc¨¦s; sin embargo, ¡°La mala reputaci¨®n¡± es el himno alternativo a la Marsellesa.
Fue una payasada, s¨ª, pero pod¨ªa no haberlo sido y el acusado habr¨ªa tenido el mismo derecho a clamar por su inocencia.
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