Mariah Carey, la diva autopar¨®dica que consigui¨® re¨ªr la ¨²ltima (y re¨ªr mejor)
La cantante con m¨¢s n¨²meros uno de la historia recala hoy en Madrid con un espect¨¢culo a su altura: un torrente de cursiler¨ªa que oculta un talento que el mundo nunca ha valorado
Una de las im¨¢genes m¨¢s extra?as que se pueden encontrar en Internet muestra una valla publicitaria colorista, pastel y ochentera anunciando Glitter, el disco que Mariah Carey public¨® en 2001 como banda sonora a su debut en el cine; detr¨¢s del gigante cartel, las Torres Gemelas en llamas. Era 11 de septiembre de 2001. Ese d¨ªa el mundo cambi¨® para siempre. Y, en cierto modo, Mariah Carey?(Nueva York, 1969) tambi¨¦n: Glitter, un fracaso estrepitoso de cr¨ªtica y p¨²blico que encima tuvo la mala suerte de llegar a cines y tiendas de discos en ese d¨ªa negro, marc¨® un antes y un despu¨¦s en su carrera. La imagen tambi¨¦n es simb¨®lica: frente a los horrores del mundo real, Mariah aparece como un torbellino de artificio azucarado y colorista en un cartel. Desde aquella muerte profesional de la que resucit¨® en 2005, Mariah nunca ha dejado de ser eso.
the image comes from a 3.235-second clip recorded by Luigi Cazzaniga, collected by the NIST for its investigation https://t.co/UnBNtZhegG pic.twitter.com/jb41mNyghQ
— brian feldman (@bafeldman) September 11, 2017
La imagen del cartel de 'Glitter' en pleno atentado, explica este tuit, viene de uno de los muchos v¨ªdeos que se recolectaron para la investigaci¨®n del 11 de septiembre en Nueva York.
La cantante recala hoy en Madrid dentro de su gira navide?a por Europa. Es la segunda vez que act¨²a en nuestro pa¨ªs. La primera fue con la gira de Rainbow, en el a?o 2000. Mariah estaba entonces en lo m¨¢s alto. No por sus cifras de ventas (que eran excelentes, pero hab¨ªan sido mejores), sino por el giro que su carrera hab¨ªa dado tras el divorcio de su primer marido (y mentor en la industria, presidente de la multinacional Sony), Tommy Mottola. De repente Mariah ya no era la baladista melosa, sino una artista que colaboraba con Jay-Z, Missy Elliott, Snoop Dogg, Usher, Eve o Lil¡¯ Kim e interesaba a un sector de la cr¨ªtica que hasta entonces la hab¨ªa despreciado. Despu¨¦s de que Mottola intentase hacer de ella una baladista que gustase a los blancos, ella quiso recordar al mundo (y a s¨ª misma) que era negra.
Cuando su perro Jack (un Jack Russell) fue considerado demasiado grande para volar en su propio asiento de primera clase en las aerol¨ªneas comerciales que cubren las dos casas de Mariah entre Los ?ngeles y Nueva York, Carey hizo que un ch¨®fer lo llevase en un Mercedes
Ese golpe en la mesa fue el primer intento de Mariah por demostrar que ella era algo m¨¢s que un producto mel¨®dico perfecto y la esposa sumisa y guapa de Mottola, durante cinco a?os capo de Sony Music y que, seg¨²n la propia Mariah, fue un marido controlador que no le permit¨ªa salirse del guion que ¨¦l ten¨ªa preparado para ella. Lo que ocurri¨® entre aquella Mariah y la que conocemos hoy fue una transfiguraci¨®n brutal que ha hecho que muchos se la tomen a risa, pero que muchos otros respeten como la ¨²ltima de una estirpe en peligro de extinci¨®n: la diva pop excesiva y absoluta.
En una era en la que las redes sociales dan una falsa idea de cercan¨ªa a nuestros ¨ªdolos y que nos ha obligado a apreciar la naturalidad y la cercan¨ªa (n¨®tese la cursiva), Mariah sigue jugando a otra cosa. Algunos ejemplos: Mariah nunca lleva zapato plano, afirma que incluso sus pantuflas de andar por casa tienen tac¨®n. Mariah no ejecuta coreograf¨ªas con sus bailarines: espera m¨¢s bien a que estos la gu¨ªen y levanten mientras ella canta. Mariah nunca sujeta una botella de agua o una copa durante sus actuaciones o cuando est¨¢ en el backstage: hay una persona contratada ¨²nicamente para acercarle su bebida con pajita a la boca. Mariah ha desmentido que se ba?e solo en agua mineral francesa, pero ha admitido que a menudo lo hace con leche. Cuando su perro Jack (un Jack Russell) fue considerado demasiado grande para volar en su propio asiento de primera clase en las aerol¨ªneas comerciales que cubren las dos casas de Mariah entre Los ?ngeles y Nueva York, Carey hizo que un ch¨®fer lo llevase (al perro, s¨ª) en un Mercedes.?
Aquellos que la han entrevistado y la han visto de cerca (todo lo cerca que se permite: en esta entrevista en The Guardian su autor cuenta que durante la conversaci¨®n su silla est¨¢ a tres metros de la silla de Mariah Carey) explican que la cantante es igual en persona que en sus fotos, que el maquillaje, el vestuario y su lenguaje corporal crean algo en ella que parece un Photoshop llevado a la vida real.
Pero en los ¨²ltimos a?os Mariah ha creado un a?adido a su comportamiento de diva a la vieja usanza: un sentido del humor fin¨ªsimo y autopar¨®dico. ?O no tiene nada de parodia y Mariah va completamente en serio? En 2008 durante una actuaci¨®n en directo de Touch my body (por ahora, su ¨²ltimo n¨²mero uno en EE. UU.), se gir¨® hacia una de sus coristas y, manteniendo la melod¨ªa de la canci¨®n, le dedic¨® estas palabras: ¡°Deja de cantar mi parte ahora mismo, cari?o¡±. Se puede ver en el minuto 3:00 del siguiente v¨ªdeo:
Una vez m¨¢s: ?va Mariah Carey en serio? Los nombres de sus discos han ido del puro cursi (Emociones, Ensue?o, Mariposa, Arco Iris y Brillo) al delirio ultracal¨®rico con aires de novela rosa de gasolinera (La emancipaci¨®n de Mimi, Memorias de un ¨¢ngel imperfecto y Yo soy Mariah, la cantante escurridiza). Hasta los nombres de sus hijos son superlativos: Moroccan y Monroe (nacidos en 2011 durante su matrimonio con el humorista Nick Cannon, con el que estuvo casada de 2008 al 2016; hoy mantiene una relaci¨®n con el bailar¨ªn Bryan Tanaka). En 2014 acudi¨® a una entrevista y llev¨® su propio equipo de iluminaci¨®n, que result¨® en una estampa asombrosa: todo el panel de colaboradores ten¨ªa una luz y ella ten¨ªa otra, casi angelical. Algo que podr¨ªa no resultar chocante del todo para una cantante si no fuese porque era una entrevista¡ de radio.
En 2013 un reportero le pregunt¨® si era cierto que le hab¨ªan pagado diez millones de d¨®lares (8,7 millones de euros) por hacer de juez durante una temporada en el programa de talentos American Idol. Ella lo corrigi¨®: le hab¨ªan pagado 16 (unos 14 millones de euros). En febrero de 2016, el mundo asisti¨® asombrado a esta escena: unos admiradores persegu¨ªan a Mariah por un pasillo mientras esta firmaba aut¨®grafos. Pero Mariah no caminaba: sus asistentes la empujaban en una silla con ruedas.
De alg¨²n modo, Mariah estaba desactivando todas las posibles cr¨ªticas a su comportamiento de diva al convertirlo casi en un chiste privado. A la vez, Carey es alguien que (al contrario que Taylor Swift, Madonna o Beyonc¨¦) no est¨¢ continuamente presumiendo de sus logros art¨ªsticos y personales. No se ha valorado en Mariah Carey que ella sea co-autora de todos sus n¨²meros uno (excepto de uno que era una versi¨®n de los Jackson 5, I¡¯ll be there).
En los noventa se pens¨® en Mariah como una esposa callada que disfrutaba de una vida de lujo extremo gracias a estar casada con el millonario Mottola, pero ella no cont¨® hasta 2009 que insisti¨® en pagar la mitad de la inmensa mansi¨®n que compraron. ¡°Le dije: si vamos a mudarnos a una casa quiero pagar yo la mitad. Nunca me hab¨ªa sentido propietaria de nada hasta entonces y no quer¨ªa que alguien pudiese echarme de ella¡±.
Si Mariah tiene una actitud de diva es parad¨®jicamente una diva humilde: se dir¨ªa que prefiere que el chiste oculte lo mejor de s¨ª misma, que el mundo solo vea el color¨ªn y no el trabajo que hay detr¨¢s.
Hoy, en Madrid, desplegar¨¢ todo su repertorio de divismo sobre el escenario. Seguramente lucir¨¢ trajes excesivos, seguramente soltar¨¢ alguna frase demoledora entre canci¨®n y canci¨®n y seguramente sacar¨¢ su legendaria lista de exigencias para el camerino. Pero es bueno recordar que ese hito contempor¨¢neo llamado All I want for christmas is you con el que cierra el show fue escrito por Mariah (y por el compositor Walter Afanasieff) en quince minutos. Para hacerlo, por cierto, Mariah decor¨® toda su casa de Navidad en pleno verano. Lo dicho: una de cal y otra de arena. La diva es excesiva, pero tiene talento de verdad.
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