El pueblo
El uso de esta palabra deber¨ªa estar sometido a una estrecha vigilancia por un comit¨¦ mixto de expertos de la RAE y polit¨®logos con experiencia
La palabra pueblo est¨¢ cargada de dinamita. Su uso deber¨ªa estar sometido a una estrecha vigilancia por un comit¨¦ mixto de expertos de la RAE y polit¨®logos con experiencia.
Hay que tener cuidado ¡ªya lo s¨¦, y lo deber¨ªamos saber todos, empezando por periodistas y pol¨ªticos¡ª con la historia que acompa?a con frecuencia su uso. Por ejemplo, Madrid en noviembre de 1936, cuando el ¡°pueblo¡± de Madrid se ech¨® a la calle para detener el avance del fascismo. El pueblo, evocado ahora en tantas ocasiones por la izquierda y, ay, por los populistas, era en realidad, en este caso, un conglomerado de gente muy politizada y movilizada por comunistas en torno al feliz eslogan de ¡°No pasar¨¢n¡±. Varios miles de madrile?os dieron coraje y apoyo a los milicianos que hu¨ªan despavoridos del avance de las tropas africanas de Franco. Y no pasaron. Pero el pueblo era poca gente en ese asunto, y desde luego no formaba parte de ¨¦l ning¨²n votante de partidos de derechas.
Con la distancia, ya podemos preguntarnos si esos miles de madrile?os eran el pueblo. Puestos a exagerar, podr¨ªamos decir que eran un 5% de la poblaci¨®n de la ciudad. El otro 95% no era pueblo, por tanto.
Cuando Pablo Iglesias llama a las barricadas contra el fascismo est¨¢ apelando a ese 5%. Aunque su llamada no se acaba ah¨ª: los distintos pueblos de Espa?a tienen que confluir para alumbrar una nueva Constituci¨®n. ?Y qui¨¦n demonios forma cada pueblo de Espa?a?
No se puede saber tampoco en sitios m¨¢s peque?os. Ahora, yendo a Catalu?a, donde la palabra poble se ha vuelto de uso com¨²n, resulta que los CDR, tan ensalzados por el president Torra, son los delegados del pueblo para misiones que en pa¨ªses democr¨¢ticos como Espa?a tiene la polic¨ªa, y otras que en pa¨ªses no democr¨¢ticos, como Cuba o China, tiene tambi¨¦n la polic¨ªa.
La pregunta al final es siempre la misma: ?qui¨¦n es el pueblo? Ni Iglesias ni Torra nos dan la respuesta, como tampoco nos la dan ni Ernesto Laclau ni Marta Harnecker ni Adolf Hitler.
El pueblo, endiosado por quienes son sus autoproclamados representantes, es incognoscible, y en su nombre se pueden cortar autopistas u ordenar escabechinas sin que sus representantes, sus voceros, sus int¨¦rpretes, puedan ser juzgados por ello. Quiz¨¢, dado que casi todos los ciudadanos somos imperfectos humanos, ser¨ªa mejor recurrir al censo antes que al pueblo.
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