?Qu¨¦ leches miramos?
HE AQU? un caso de estabulaci¨®n extremo. Los animales, atrapados en un peque?o rect¨¢ngulo, han de asomar la cabeza para comer y beber por ese ventanuco carcelario bajo el que disponen de dos recipientes, uno para el agua, suponemos, y el otro para el pienso. La higiene es perfecta, no duden de ella. Los pendientes amarillos grapados a cada una de las orejas de estos mansos mam¨ªferos dan cuenta del control al que viven sometidos. Son vacas con carn¨¦ de identidad a las que seguramente se les administran antibi¨®ticos que a lo mejor, como efecto secundario, le curan a usted una infecci¨®n de garganta. ?No le pareci¨® raro que se le fuera de un d¨ªa para otro, y sin tratamiento alguno, esa faringitis que arrastraba desde que termin¨® el verano? La soluci¨®n est¨¢ en el yogur que se toma para desayunar, o en los chuletones que se hace en la barbacoa del jard¨ªn los fines de semana.
Conste que estas vacas son de Wisconsin, pero pocas cosas viajan m¨¢s que la carne o que la leche (la mala leche, sobre todo). El otro d¨ªa, en la pescader¨ªa, me vendieron un filete de pez espada procedente de Chile. Pero vamos a lo que ¨ªbamos que es a la higiene de car¨¢cter filos¨®fico. Se siente uno culpable contemplando esta imagen. Todo muy limpio, s¨ª, pero qu¨¦ hay de la profilaxis mental. ?Puedes ver esto en el peri¨®dico y no detenerte a meditar unos segundos? Si ha notado usted que los l¨¢cteos le saben a presidio, aqu¨ª tiene la respuesta. Por cierto, no se pierdan la expresi¨®n de perplejidad o de cabreo de la ?segunda vaca por la derecha. Nos pregunta qu¨¦ leches miramos.?
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