Los aficionados que hacen repicar las campanas manualmente
Fueron durante siglos las redes sociales de los pueblos: anunciaban los fallecimientos, alertaban sobre incendios, incluso indicaban d¨®nde hab¨ªa que llevar los reba?os. Grupos de aficionados suben hoy a las torres de las iglesias para recuperar su ta?ido y valor patrimonial
NO SE VISTE de fraile ni es beato. Eliseu M. Roig, de 30 a?os, es campanero de la catedral de Valencia, donde reside uno de los grupos m¨¢s vivos de Espa?a en la recuperaci¨®n del toque manual frente al automatizado. Este gestor cultural llega a la torre del Micalet, que acoge las 11 campanas del templo, con la mirada oculta por unas gafas de sol a la ¨²ltima, pantal¨®n de pitillo negro y zapatillas deportivas del mismo color. Los miembros de su asociaci¨®n, Campaners, huyen de todo lo que suene a trasnochado. Aunque sus instrumentos y partituras son vetustos, los repica gente joven. Eliseu, junto a otros 15 compa?eros, coge impulso y salta para voltearlas durante los d¨ªas de fiesta. Unas 60 veces al a?o. Suele tocar el Jaume, de unos 1.700 kilos. Lo m¨¢s cotizado es ¡°parar la Mar¨ªa¡±, cuando gira enloquecida moviendo sus cuatro toneladas de peso. ¡°La agarras y te tiembla todo el cuerpo. Se mueve mucha energ¨ªa¡±, afirma.
Aunque no hay antecedentes en su familia, lleva media vida enganchado al ta?ido del bronce. A la adrenalina de verlas pasar a toda velocidad y a pocos cent¨ªmetros de la cara. Cuando no tiran de las cuerdas, las activa un motor, como en la mayor¨ªa de las catedrales del pa¨ªs. Los grupos de aficionados, que se extienden por Espa?a, tratan de rescatarlas del coma en el que quedaron tras su mecanizaci¨®n en los a?os setenta, que conden¨® a los campanarios al abandono. A partir de ese momento empez¨® a desaparecer un sonido que guio a la comunidad y que le dio identidad. Los nuevos campaneros no son nost¨¢lgicos, rechazan hacer cualquier tipo de folclore. Tienen claro que tocan para la ciudad que espera la llegada del 5G, donde los toques ya no avisan del cierre de las murallas y el wifi escala hasta las torres.
Las campanas fueron las redes sociales de los pueblos y las ciudades en ¨¦poca medieval, cuando no hab¨ªa luz el¨¦ctrica ni relojes. Avisaban de que se hab¨ªa desatado un incendio, de que comenzaba la jornada laboral o de a qu¨¦ campo tocaba llevar el reba?o. Incluso llamaban a la rebeli¨®n. Como la campana de Dolores, que llam¨® al levantamiento de los mexicanos contra las autoridades espa?olas en 1810. Ahora que las notificaciones avasallan los smartphones con las ¨²ltimas noticias, que las guerrillas se organizan en grupos de Facebook y que la iglesia ha reducido su actividad y, con ella, los toques que llamaban al culto, ?qu¨¦ papel desempe?an ahora estos instrumentos? Seg¨²n el equipo de la catedral de Valencia, esta expresi¨®n cultural solo puede sobrevivir si se adapta. ¡°No tocamos para llamar a misa, ni en bodas o bautizos. Tradicionalmente solo se tocaba para lo que involucraba a la comunidad, eso es lo apasionante. Ahora lo que s¨ª podemos hacer es expresar los sentimientos de la ciudad en los d¨ªas de fiesta. Alegrarnos o entristecernos con ella¡±, explica Francesc Llop i Bayo, antrop¨®logo y maestro de campaneros. Los toques de oraci¨®n diarios est¨¢n mecanizados. Cuando los campaneros entran en la sala para hacer el toque manual desconectan el general el¨¦ctrico. La catedral de Valencia ha programado 64 toques manuales en fechas se?aladas, como la Navidad o Semana Santa. Los Campaners d¡¯Albaida, otro grupo de reconocida tradici¨®n en la conservaci¨®n del toque manual en la regi¨®n, el pasado 25 de noviembre, en el D¨ªa Internacional contra la Violencia de G¨¦nero hicieron un toque por cada mujer asesinada en 2018. Y este a?o han tocado para celebrar el centenario del armisticio de la I Guerra Mundial.
En Espa?a existe una treintena de agrupaciones que hacen repicar las campanas manualmente
La mejor actualizaci¨®n de software para este medio de comunicaci¨®n tradicional son los j¨®venes que engrosan las asociaciones. En la Comunidad Valenciana el asociacionismo est¨¢ en ebullici¨®n. Hay alrededor de 30 agrupaciones que hacen repicar las campanas manualmente. El modelo se expande a otras ciudades como Zamora, Le¨®n, Pamplona, Burgos, Santiago de Compostela o Lleida. Tambi¨¦n por Europa, con grupos potentes en Utrecht (Holanda), Italia e Inglaterra. Antonio Ballesteros, de 33 a?os, es el presidente de la agrupaci¨®n zamorana, con alrededor de 100 socios. Se mueven con unas campanas port¨¢tiles por toda la provincia para difundir hasta 22 toques caracter¨ªsticos de la regi¨®n. ¡°Hay muchos pueblos donde ya no hay campaneros, pero hemos cogido el problema a tiempo¡±, afirma. Las asociaciones reemplazan a aquellos personajes, que empezaron a extinguirse con la electrificaci¨®n. Una ¡°falsa modernizaci¨®n¡±, seg¨²n Ballesteros, que se ejecut¨® a diestro y siniestro, sin respetar la diversidad de toques de cada zona. El resultado: un sonido industrializado. No se tuvo en cuenta el valor patrimonial que arrastran las campanadas. ¡°Se pierde la forma propia de hacer sonar las campanas. Las de Valencia suenan de una forma, las de Madrid de otra, y las andaluzas, y las inglesas, y las italianas, de otras m¨¢s¡±, explica Eliseu. Desde Campaners, para proteger la tradici¨®n sonora, investigan sobre un campo muy poco estudiado en Espa?a. Han creado una web de documentaci¨®n que alimenta a los adictos al tema.
En el estudio de esta pr¨¢ctica est¨¢ Eliseu. Recorre de arriba abajo las estrech¨ªsimas escaleras de caracol de la torre del siglo XV de la catedral de Valencia. Esquiva los grupos de turistas que pagan dos euros por subir a lo alto. Mientras, manipula con agilidad la pantalla t¨¢ctil del m¨®vil y responde mensajes aqu¨ª y all¨¢. Va deprisa. Le queda poco para presentar su tesis doctoral. La afici¨®n por esta expresi¨®n cultural le viene de antiguo. Cuando ten¨ªa 14 a?os las campanas lo volv¨ªan loco y no hablaba de otra cosa. Despu¨¦s de insistirle mucho a su madre, ella busc¨® en las p¨¢ginas amarillas y telefone¨® hasta que dio con Campaners. Con los a?os, la pasi¨®n lo ha convertido en un estudioso. ¡°Se agota el tiempo para hacer el trabajo de campo. Los campaneros tradicionales van a desaparecer y hay que documentar las variantes de esta expresi¨®n que ha servido para crear comunidad¡±, explica.
¡°Las campanas pod¨ªan diferenciar si quien hab¨ªa muerto era hombre o mujer, rico o pobre¡±, dice Ana Barba, campanera de Yeste
Un ejemplo est¨¢ en Yeste, un pueblo de unos 2.000 habitantes de la Sierra del Segura (Albacete). Ana Barba, de 42 a?os, tom¨® el relevo de su padre hace tres, cuando este subi¨® por ¨²ltima vez a lo alto de la parroquia de la Asunci¨®n de Nuestra Se?ora. Ahora ella, las palomas y los excrementos son los ¨²nicos hu¨¦spedes de la torre, como en la mayor¨ªa de las iglesias espa?olas. Los d¨ªas de fiesta tiene que superar todo tipo de obst¨¢culos antes de llegar al campanario, que est¨¢ en absoluto estado de abandono. Tras pasar la prueba, ata una cuerda a cada campana. Todas tienen nombre: Mar¨ªa, Gloria, Isabel y Juana. Una vez amarradas, las sujeta con pies y manos y se coloca en el centro. ¡°Las campanas contaban al pueblo qu¨¦ pasaba. Por ejemplo, si tocaban a muerto pod¨ªan diferenciar si hab¨ªa fallecido un hombre o una mujer por el sonido final, o si se trataba de un rico o un pobre¡±, explica.
Est¨¢ ilusionada con mantener una tradici¨®n familiar que al menos se remonta hasta su tatarabuelo. Su padre, Federico Barba, de 86 a?os, al que no le sobra dulzura en las formas, le ense?¨® el toque manual. ?l lo aprendi¨® de ni?o, cuando era monaguillo y ve¨ªa a su abuela Segunda. Despu¨¦s instruy¨® a su madre, Matilde, que fue la campanera oficial del pueblo hasta que falleci¨®. Sub¨ªa cada d¨ªa y, a veces, incluso ten¨ªa que aplicarse toda la noche. No cobrara, m¨¢s all¨¢ de los detalles de los vecinos. Federico emigr¨® a Barcelona y a su vuelta las campanas ya estaban mecanizadas. ¡°Tocan lo mismo para todo, les quitaron la salsa¡±, dice tajante. Ahora, cuando su hija se pone al mando de los badajos, los vecinos lo notan. ¡°Ah¨ª va Ana la campanera¡±, le dice un paseante.
Los aficionados, que pululan por todo el territorio nacional, han aceptado a rajatabla una regla. Entre ellos solo hablan de campanas. Ni pol¨ªtica, ni f¨²tbol ni religi¨®n. En un grupo nacional de WhatsApp, que utilizan para compartir fotos de los escenarios m¨¢s rec¨®nditos, hay integrantes con ideas opuestas. ¡°Gente de Bildu, guardias civiles, de todo. Por aqu¨ª nos enviamos v¨ªdeos de lugares que de otra forma no conocer¨ªamos¡±, cuenta Joan Alepuz, campanero de 26 a?os, que investiga sobre los fundidores industriales valencianos. Con este trabajo conjunto, las asociaciones han conseguido dar pasos en materia de protecci¨®n. El Consejo de Patrimonio aprob¨® el pasado octubre la inclusi¨®n del toque manual tradicional como ¡°manifestaci¨®n representativa¡± del patrimonio cultural inmaterial. Lo que supone la primera protecci¨®n a nivel nacional. Una media que servir¨¢ a los campaneros para defenderse de la ley del ruido, que en los ¨²ltimos a?os ha dado la raz¨®n a cerca de 500 denunciantes que pidieron callarlas. A las campanas a¨²n les queda mucho que decir.?
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