El a?o de la volatilidad
Tendremos que aprender a vivir con menos certezas, itinerarios vitales menos lineales, electorados imprevisibles, representaciones contestadas y futuros m¨¢s abiertos que nunca
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Sugiero que la palabra del a?o 2018 sea ¡°volatilidad¡±, y su met¨¢fora las revueltas de los chalecos amarillos, tras las que no hab¨ªa ning¨²n sindicato ni coherencia reivindicativa y que tiene a su vez que ser gestionada por un presidente de la Rep¨²blica, Emmanuel Macron, que no representa propiamente a un partido pol¨ªtico sino a algo que prefiere denominarse a s¨ª mismo como un movimiento.
La volatilidad se manifiesta en impredecibilidad que hace fracasar a las encuestas, inestabilidad permanente, turbulencias pol¨ªticas, histeria y viralidad. Desde Trump, el Brexit y Vox parece que estamos condenados a las sorpresas pol¨ªticas, esos ¡°accidentes normales¡± (Charles Perow) que no obedecen ni a la causalidad ni a la casualidad sino que forman parte de una nueva l¨®gica que est¨¢ todav¨ªa por explorar. El resultado de todo ello es la constituci¨®n de un p¨²blico con la atenci¨®n dispersa, la confianza da?ada y en continua excitaci¨®n.
Otros art¨ªculos del autor
Las voces de la Ira?(10/12/2018)
La democracia amenazada (12/11/2018)
La decisi¨®n de Siri (09/10/2018)
Cuando Marx y Engels formularon aquella famosa sentencia de que ¡°todo lo s¨®lido se evapora¡± estaban refiri¨¦ndose a un paisaje cultural y pol¨ªtico mucho m¨¢s estable que el actual. Diagnosticaban un conflicto entre dos fuerzas identificables como el capital y el trabajo, unas contradicciones cuya resoluci¨®n parec¨ªa apuntar en un sentido que era posible anticipar. Comparado con el mundo descrito por la idea de volatilidad, el vocablo ¡°revoluci¨®n¡± es un t¨¦rmino conservador pues presupone un orden que solo habr¨ªa que subvertir. En una situaci¨®n de volatilidad, por el contrario, no hay nada estable arriba o abajo, ni centro o periferia, y la distinci¨®n entre nosotros y ellos se torna borrosa. Esta es la raz¨®n por la que, hablando con propiedad, ya no hay revoluciones sino algo menos visible, menos ¨¦pico, rotundo y puntual; las transformaciones sociales no son la consecuencia de acciones intencionales, planificadas o gobernadas y las degradaciones de la democracia son m¨¢s bien procesos de desvitalizaci¨®n; se parecen m¨¢s al resultado azaroso de la simple agregaci¨®n de voluntades, donde hay menos perversi¨®n que estupidez colectiva.
Nos encontramos en un mundo gaseoso y no en el mundo l¨ªquido que Bauman contrapon¨ªa a la geograf¨ªa s¨®lida de la modernidad. La idea de liquidez no es suficientemente din¨¢mica para explicar el paso de los flujos a las burbujas. Lo gaseoso responde mejor a los intercambios inmateriales, vaporosos y vol¨¢tiles, muy alejados de las realidades s¨®lidas de eso que nost¨¢lgicamente denominamos econom¨ªa real. El mundo gaseoso, una imagen muy apropiada tambi¨¦n para describir la naturaleza cada vez m¨¢s incontrolable de determinados procesos sociales, el hecho de que todo el mundo financiero y comunicativo se base m¨¢s sobre la informaci¨®n ¡°gaseosa¡± que sobre la comprobaci¨®n de hechos.
Vivimos en lo que el escritor franc¨¦s Paul Val¨¦ry llamaba un ¡°r¨¦gimen de sustituciones r¨¢pidas¡±
La primera manifestaci¨®n de la volatilidad es de orden cognitivo. La explosi¨®n de posibilidades informativas, el acceso generalizado a la informaci¨®n o la profusi¨®n de datos son, al mismo tiempo y por los mismos motivos, una liberaci¨®n y una saturaci¨®n. La desintermediaci¨®n produce una sobrecarga informativa en la medida en que el aumento de los datos disponibles no es compensado con una correspondiente capacidad de comprenderlos. Se podr¨ªa hablar de una ¡°uberizaci¨®n de la verdad¡±, en el sentido de que cualquiera tiene acceso a todo, una desprofesionalizaci¨®n del trabajo de la informaci¨®n. Se debilitan los cl¨¢sicos monopolios de la informaci¨®n, desde la universidad hasta la prensa, en beneficio de las redes sociales, pero en la medida en que no mejora nuestro control de la explosi¨®n informativa el resultado es un individuo que puede caer en la perplejidad o en la grata confirmaci¨®n de sus prejuicios.
Se podr¨ªa hablar de una ¡°uberizaci¨®n de la verdad¡±, de una desprofesionalizaci¨®n del trabajo de la informaci¨®n
La volatilidad afecta muy especialmente a la pol¨ªtica. Venimos de una democracia de partidos, que era la forma adecuada a una sociedad estructurada establemente en clases sociales, destinadas a encontrar una correspondencia en t¨¦rminos de representaci¨®n. Al igual que otras organizaciones sociales, los partidos eran organizaciones pesadas que no se limitaban a gestionar los procesos institucionales de la representaci¨®n, sino que tambi¨¦n incorporaban a sus estructuras ¨¢reas enteras de la sociedad, orientando su cultura y sus valores de modo que pudieran asegurarse la previsibilidad de su comportamiento pol¨ªtico y electoral. Hoy tenemos una ¡°democracia de las audiencias¡± (Manin), es decir, una democracia en la que los partidos han sido de alguna manera arrollados por esta volatilidad y act¨²an con oportunismo en vez de estrategia, en correspondencia con un comportamiento de los electores sin compromisos estables. Esos individuos se sienten mal representados porque de hecho ya no son representables a la vieja manera de un mundo estable; emiten se?ales difusas que el sistema pol¨ªtico no consigue identificar, elaborar y representar adecuadamente. Por eso los partidos tienen grandes dificultades para escuchar a sus votantes y entender, agregar o procesar sus demandas.
No estar¨ªamos en un entorno de tal volatilidad si no fuera porque el tiempo se ha acelerado vertiginosamente. Vivimos en lo que Paul Val¨¦ry llamaba un ¡°r¨¦gimen de sustituciones r¨¢pidas¡±. Qu¨¦ poco duran las promesas, el apoyo popular, las esperanzas colectivas e incluso la ira, que se aplaca antes de que se hayan solucionado los problemas que la causaban. En el carrusel pol¨ªtico las cosas ¡°irrumpen¡±, pero tambi¨¦n se desgastan r¨¢pidamente y desaparecen.
En un panorama acelerado se pierde, parad¨®jicamente, la l¨®gica de la acci¨®n pol¨ªtica, su capacidad de gobernar el cambio social. El desconcierto puede dar lugar a la agitaci¨®n improductiva o a la indiferencia ap¨¢tica, nada que se parezca a la voluntad pol¨ªtica cl¨¢sica. Se han debilitado las instituciones que otorgaban estabilidad a la sociedad y que al mismo tiempo articulaban el cambio pol¨ªtico. Por eso puede darse la extra?a situaci¨®n de que en el r¨¦gimen de la volatilidad convivan la aceleraci¨®n y el estancamiento. Tanto las convulsiones emocionales como la indecisi¨®n obedecen a una psicolog¨ªa sobrecargada de excitaciones y coinciden tambi¨¦n en no dar lugar a ninguna transformaci¨®n efectiva de nuestras democracias. Detr¨¢s de muchos fen¨®menos de indignaci¨®n y protesta hay estimulaciones que irritan pero no movilizan de manera organizada.
El gran problema pol¨ªtico del mundo contempor¨¢neo es c¨®mo organizar lo inestable sin renunciar a las ventajas de su indeterminaci¨®n y apertura. Tendremos que aprender a vivir con menos certezas, itinerarios vitales menos lineales, electorados imprevisibles, representaciones contestadas y futuros m¨¢s abiertos que nunca. No creo que haya una posibilidad de revertir esta situaci¨®n, que se ha convertido en aquello que tenemos que gobernar. En el c¨¦lebre lamento del Manifiesto comunista se percibe un tono de nostalgia hacia un mundo m¨¢s estructurado y ese mundo, entonces y ahora, ha quedado atr¨¢s. La gran tarea de la inteligencia colectiva consiste hoy en explorar las posibilidades de producir equilibrio en un mundo m¨¢s cercano al caos que al orden. Hemos de preguntarnos de qu¨¦ modo podemos regular esos nuevos espacios, hasta qu¨¦ punto est¨¢ en nuestras manos proporcionar una cierta estabilidad, si podemos corregir nuestra fijaci¨®n en el presente y hacer del futuro el verdadero foco de la acci¨®n pol¨ªtica, c¨®mo generamos confianza cuando los otros son tan imprevisibles como nosotros, si es posible construir los acuerdos necesarios en entornos de fragmentaci¨®n pol¨ªtica y radicalizaci¨®n, en qu¨¦ medida podemos mitigar el impacto social de lo inevitable. De lo ¨²nico que podemos estar ciertos es de que se equivocan quienes aseguran que la pol¨ªtica es una tarea simple o f¨¢cil.
Daniel Innerarity es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica e investigador Ikerbasque en la Universidad del Pa¨ªs Vasco. Acaba de publicar Pol¨ªtica para perplejos (Galaxia) y Comprender la democracia (Gedisa). @daniInnerarity
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