Cuando el miedo juega la partida
La escuela debe servir para erradicar la idea de que las diferencias biol¨®gicas determinan las sociales y acabar con los estereotipos y prejuicios de g¨¦nero
La Real Academia define miedo como la angustia por un riesgo o da?o real o imaginario y como el recelo o aprensi¨®n que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. Miedo es lo que padecen 240 millones de ni?as que sufren violencia cada d¨ªa, pero tambi¨¦n es lo que experimentan el resto de las millones de ni?as y mujeres que viven con la amenaza de enfrentarse a ella a lo largo y ancho del mundo.
La violencia de g¨¦nero presenta magnitudes escalofriantes y tiene una presencia ensombrecedora que se advierte en todo el mundo e impacta a todos los niveles: en el f¨ªsico, se da?a el cuerpo; en el psicol¨®gico, la autoestima; en la violencia simb¨®lica, se refuerzan roles y estereotipos t¨®xicos.
En el Informe Ni?as libres de violencia, derecho a la educaci¨®n, garant¨ªa de igualdad se estudia c¨®mo se cruzan con el g¨¦nero otros ejes o factores que conllevan desigualdad: la situaci¨®n de pobreza, la raza, etnia, diversidad funcional o situaci¨®n de movilidad forzosa, entre otras. As¨ª, no basta con evidenciar el sufrimiento de la ni?a, sino que debemos entender el lugar, el contexto, y las implicaciones que las diferentes condiciones en las situaciones que afrontan.
Esta mirada subraya la complejidad de la violencia de g¨¦nero, que se mediatiza por otros factores de discriminaci¨®n que se suman al de ser ni?a, y que pueden aumentar exponencialmente su vulnerabilidad.
Las ensordecedoras cifras que nos devuelve esta pandemia global dan cuenta de la gravedad y urgencia de la realidad a la que nos enfrentamos:
- Al menos 200 millones de mujeres y ni?as que viven actualmente han sufrido la mutilaci¨®n genital femenina. 3,9 millones de ni?as fueron cortadas solo en el a?o 2015 y la mayor¨ªa antes de los 15.
- 120 millones de ni?as de todo el mundo (algo m¨¢s de 1 de cada 10) han sufrido relaciones sexuales forzadas en alg¨²n momento de sus vidas. 15 millones de adolescentes de entre 15 y 19 a?os han soportado coerci¨®n sexual en su vida. Anualmente se registran en el mundo 7,3 millones de partos de adolescentes menores de 18 a?os en los pa¨ªses en desarrollo, de los cuales 1,1 mill¨®n se dan entre menores de 15 a?os.
- M¨¢s de 750 millones de mujeres que viven actualmente en todo el mundo se casaron siendo con menos de 18 a?os. Cada a?o 12 millones de ni?as son casadas antes de cumplir 18. Se estima que, en 2018, EL 40% de las mujeres j¨®venes entre 20 y 24 a?os, en los pa¨ªses menos desarrollados (PMA) se han visto obligadas a casarse antes de alcanzar la edad adulta y un 12% lo ha hecho antes de los 15 a?os.
- Se estima que de los m¨¢s de 21 millones de personas que son anualmente objeto de trata, el 20% son ni?as frente al 8% de ni?os. Aquellas que son explotadas sexualmente a menudo quedan atrapadas en espirales de violencia que incluyen violaci¨®n, tortura, abortos forzados, inanici¨®n y amenazas de asesinato a familiares. El 99% de las 4,5 millones de personas traficadas y sexualmente explotadas son mujeres y ni?as. La edad media de las ni?as objeto de explotaci¨®n sexual es de entre 11 y 14 a?os.
La vida de las ni?as se ensombrece con el miedo a soportar situaciones de violencia porque vivimos insertas en un modelo o contrato social que privilegia a los ni?os y que las sit¨²a en desigualdad. El modelo de organizaci¨®n social, pol¨ªtica y econ¨®mica en el que vivimos se dibuja con la referencia del sujeto masculino: en el poder, la administraci¨®n de los bienes, la producci¨®n de la cultura, el ni?o futuro hombre sigue siendo la parte privilegiada del contrato.
A pesar del creciente reconocimiento de la importancia de erradicar la violencia hacia las ni?as el fen¨®meno contin¨²a estando poco documentado. La percepci¨®n de algunos actos como no abusivos, su aceptaci¨®n social o la vulnerabilidad en la que quedan a menudo al comunicar su experiencia, en particular el abuso sexual, son algunos de los factores que hacen dif¨ªcil que se disponga de evidencias rigurosas sobre su dimensi¨®n y naturaleza, especialmente en los pa¨ªses en desarrollo.
Entendemos que la violencia no es un comportamiento natural, sino una actitud aprendida socialmente. En el proceso de socializaci¨®n se adquieren valores y comportamientos en relaci¨®n con el uso de la fuerza y la violencia muy vinculados a los roles de g¨¦nero. El modelo hegem¨®nico de feminidad y masculinidad se construye sobre categor¨ªas opuestas y dicot¨®micas por las que se le asigna a los varones el rol de proveedores, el protagonismo en esfera del mundo p¨²blico y la legitimidad para ejercer el uso de la fuerza y de amenazar con su uso, infiriendo ese miedo. Para ellas, queda reservada la esfera privada, el ser para los dem¨¢s, la reproducci¨®n biol¨®gica y social y el cuidado de los otros.
M¨¢s de 750 millones de mujeres en todo el mundo se casaron siendo con menos de 18 a?os
En este modelo, la violencia se configura como el abuso del desequilibrio de fuerzas propias de las relaciones sociales y se orienta a controlar y dominar al otro, as¨ª quien ejerce el poder se asigna el poder de definir qu¨¦ es lo correcto, lo incorrecto, lo verdadero, lo falso, lo bueno, lo malo y lo justifica como una forma de educar, poner l¨ªmites, proteger, disciplinar...
?La respuesta? Educar en igualdad. Romper el silencio, desnaturalizar, actuar.
La educaci¨®n juega un papel fundamental en la construcci¨®n de un mundo libre de violencia y justo para todas las personas. La educaci¨®n no s¨®lo refleja las consecuencias de la discriminaci¨®n de las ni?as, sino que tambi¨¦n, educando en igualdad podemos revertir las causas de dicha discriminaci¨®n. La educaci¨®n puede ser una potente herramienta de cambio: una educaci¨®n de calidad, equitativa, inclusiva, transformadora, y que se orienta al compromiso por la construcci¨®n de sociedades m¨¢s justas que desnaturalizan y rechazan la violencia.
La escuela debe servir para erradicar la idea de que las diferencias biol¨®gicas determinan diferencias sociales, y los estereotipos, prejuicios, roles, comportamientos y normas que se derivan de estas ideas de lo masculino y lo femenino. Debemos caminar encarecidamente hacia un modelo de escuela que integre en su pr¨¢ctica educativa como eje transversal el cuestionamiento y revisi¨®n de estos estereotipos y roles atribuidos, fomentando el desarrollo libre e integral de las potencialidades, intereses y capacidades de su alumnado, lo que constituye un ejercicio fundamental para defender los derechos de las ni?as y transitar hacia sociedades m¨¢s igualitarias.
El miedo tiene que dejar de jugar la partida en la vida diaria de la mitad de la poblaci¨®n del mundo y para ello tenemos que exigir a aquellas personas que consciente o inconscientemente lo ejercen para que se revisen, lo identifiquen y lo rechacen y entonces se configuren como c¨®mplices de la transformaci¨®n de este contrato desigual que ensombrece y apaga la luz de millones de ni?as y mujeres en el mundo.
Macarena Romero pertenece al ¨¢rea de Ciudadan¨ªa de Entreculturas.
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