El largo viaje contra la ablaci¨®n del imam Demba Diawara
Durante m¨¢s de 14 a?os, el viejo imam de Keur Simbara, en Senegal, recorri¨® 347 pueblos para pedir a sus vecinos que abandonaran la mutilaci¨®n genital femenina
Est¨¢ sentado a la sombra de un ¨¢rbol a la puerta de su modesta casa. Su apariencia es simple: chanclas de pl¨¢stico, bubu (t¨²nica) celeste, bonete y una bufanda de lana que protege el cuello del traicionero frescor matutino. En la mano lleva un cuaderno con suras del Cor¨¢n. A primera vista, nada parece indicar que este apacible hombre de 85 a?os que hoy disfruta de sus incontables hijos y nietos en su pueblo de Keur Simbara tenga nada de especial. Sin embargo, todo es un trampantojo. La decisi¨®n que tom¨® Demba Diawara hace ahora 20 a?os ha salvado de la mutilaci¨®n genital femenina a decenas de miles de ni?as en Senegal. Pero no fue f¨¢cil.
Hijo y nieto de agricultores que un d¨ªa llegaron de la vecina Mal¨ª hasta este peque?o pueblo de la regi¨®n senegalesa de Thi¨¦s, cuando el viejo Diawara naci¨® su actual pa¨ªs ni siquiera exist¨ªa. Al ni?o, que ven¨ªa espabilado, lo mandaron a estudiar en la escuela cor¨¢nica. All¨ª se forj¨® el car¨¢cter de este l¨ªder religioso respetuoso de Dios, amante de las cosas sencillas, sereno y dialogante, maestro en el dif¨ªcil arte de la escucha. ¡°Empezamos poco a poco, pero hemos llegado muy lejos¡±, asegura con una sonrisa.
Fue en 1997. La ONG Tostan, fundada a?os antes por la estadounidense Molly Melching, desarrollaba un programa de educaci¨®n de adultos y derechos humanos en lenguas nacionales por toda la regi¨®n, animando a las mujeres a hablar de cuestiones como la planificaci¨®n familiar o la salud sexual y reproductiva. El 31 de julio de aquel a?o, tras un profundo debate que les sirvi¨® para adquirir conciencia de los riesgos asociados a esta pr¨¢ctica, las mujeres de Malicounda Bambara decidieron abandonarla. Pero si otros pueblos no se sumaban, aquello pod¨ªa ser un fracaso.
No se puede castigar a la gente por hacer algo que ha hecho toda su vida sin antes darle la informaci¨®n
¡°Un d¨ªa¡±, explica Diawara, ¡°las mujeres vinieron a hablar conmigo. Al igual que en Malicounda, ellas quer¨ªan dejar de cortar a sus hijas. Yo les respond¨ª que ten¨ªa que discutir con la comunidad¡±. El l¨ªder religioso se enfrentaba a un dilema: la ablaci¨®n del cl¨ªtoris era algo que se hac¨ªa desde tiempos inmemoriales, una pr¨¢ctica que permit¨ªa a las mujeres ser aptas para el matrimonio. Sin embargo, tanto ¨¦l como su hermano, el jefe del pueblo, hab¨ªan recibido tambi¨¦n la formaci¨®n de Tostan y sab¨ªan que ten¨ªa consecuencias nefastas para la salud de la mujer. Pod¨ªa haberse quedado en el sitio y decir simplemente no. Pero no fue as¨ª. ¡°Decid¨ª hacer una investigaci¨®n¡±, sentencia Diawara.
En ese momento comienza su peregrinaje. ¡°Fui a ver a los eruditos en la religi¨®n musulmana, a los mourides, los tidjianes, los khadres. Habl¨¦ con todos. Me dijeron que aquello no era una recomendaci¨®n del Cor¨¢n, que no figuraba de manera expl¨ªcita en el libro sagrado. Que era algo que no ten¨ªa que ver con la fe y la religi¨®n¡±. Semanas despu¨¦s, Diawara regres¨® al pueblo y reuni¨® a las mujeres. ¡°Si el islam permite el abandono y adem¨¢s se trata de algo negativo para la salud, la decisi¨®n fue dejar de practicarlo¡±, recuerda. Pero aqu¨ª no qued¨® la cosa, hab¨ªa que seguir. Y Diawara recorri¨® todos los pueblos cercanos. El 14 de febrero de 1998, 11 comunidades firmaban la declaraci¨®n de Diabougou.
Doussou Konat¨¦ es la esposa de su hermano. ¡°En aquel tiempo, toda la comunidad estaba implicada en la mutilaci¨®n genital: las mujeres, los hombres, los notables del pueblo. Nos junt¨¢bamos y eleg¨ªamos a las ni?as que hab¨ªa que cortar. Era lo normal. Las ni?as se re¨ªan de aquellas que a¨²n no hab¨ªan sido excisadas y los ni?os dec¨ªan que no se casar¨ªan con ellas¡±, comenta. Diawara decidi¨® seguir, 11 pueblos no eran suficientes. Y se ech¨® de nuevo a los caminos. ¡°Dios sabe que no fue f¨¢cil. Fueron 14 a?os yendo de ac¨¢ para all¨¢, menos pegarme me hicieron de todo: me insultaban, me acusaban de trabajar para los europeos. No fue f¨¢cil hablar con gente que no hab¨ªa ido a la escuela ni sab¨ªa de las consecuencias de la mutilaci¨®n. Hace falta inteligencia, respeto y valor¡±, explica el anciano.
Poco despu¨¦s lleg¨® la ley. El presidente Abdou Diouf se apoy¨® en el juramento de Malicounda para aprobar un texto normativo que prohib¨ªa la ablaci¨®n y condenaba a la c¨¢rcel a quien la practicara. ¡°Entonces no estaba de acuerdo¡±, prosigue Diawara, ¡°ped¨ª al Estado m¨¢s tiempo para hablar con las comunidades. No se puede castigar a la gente por hacer algo que ha hecho toda su vida sin antes darle la informaci¨®n, sin explicar las cosas¡±, comenta. 20 a?os despu¨¦s, su posici¨®n respecto a la prohibici¨®n es diferente. ¡°Ahora s¨ª veo bien la ley, ha habido tiempo suficiente para que la gente lo sepa. Si yo mismo me entero de que alguien pretende hacerlo, lo denuncio a la polic¨ªa¡±.
Recorri¨® 347 pueblos, del Fouta a Casamance y de la lejana Kedougou hasta Saint Louis. Sin descanso y con la palabra como arma. ¡°Iba siempre con cuidado, hablaba primero con el imam y con el jefe del pueblo. Las mayores resistencias las encontraba entre las excisadoras y las chicas en edad de casarse, pero al final se impon¨ªan las razones sanitarias¡±, recuerda. Konat¨¦ asiente con la cabeza y asegura que ahora las chicas del pueblo se lo agradecen, pero tambi¨¦n los chicos. ¡°Ellos se han unido a este movimiento. Otro aspecto positivo es que la lucha contra la mutiliaci¨®n ha hecho que los hombres tomen en cuenta a las mujeres a la hora de tomar decisiones, ahora participamos¡±.
En Senegal a¨²n hay un 27% de mutilaci¨®n genital femenina
Fatou Diawara tiene 19 a?os y fue una de las primeras beneficiadas por la decisi¨®n de sus padres. ¡°S¨¦ lo que es y estoy muy triste por aquellas que tienen que pasar por ello a¨²n. Nunca podr¨¦ agradecer lo suficiente a mi familia y a quienes trajeron la buena informaci¨®n al pueblo. Estamos en deuda con ellos¡±, explica. Pese a la sensibilizaci¨®n y la ley, que han permitido grandes avances, en Senegal a¨²n hay un 27% de mutilaci¨®n genital femenina, que supone la amputaci¨®n parcial o total del cl¨ªtoris como forma de control patriarcal sobre la sexualidad de la mujer. ¡°Pero soy optimista¡±, remacha Diawara, ¡°si dij¨¦ramos a nuestros ancestros que hemos abandonado la ablaci¨®n, se revolver¨ªan en sus tumbas y dir¨ªan que no, que es imposible. Incluso a m¨ª me sigue sorprendiendo. Pero si Keur Simbara lo hizo, ?por qu¨¦ no van a lograrlo otros?¡±.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.