Una cr¨ªtica por encargo
Hay una estrecha relaci¨®n entre la falta de cr¨ªtica y la p¨¦rdida de dinamismo, o el progresivo estancamiento, que viven hoy tantas cocinas de Am¨¦rica Latina, por no hablar de la vieja Europa
Me escribe Fe. Es una joven enamorada de un cocinero que empieza a tener cargos de responsabilidad en la empresa, donde hace dos meses comenz¨® a ocuparse de una de las barras de sushi que tiene repartidas por la ciudad. Se acerca el cumplea?os del chico y quiere hacerle un regalo muy especial; su primera cr¨ªtica. ¡°Hola Ignacio, te saluda Fe¡±, dice, ¡°estoy interesada en que hagas una cr¨ªtica al restaurante donde trabaja mi novio. ?Qu¨¦ tr¨¢mites debo hacer? Un abrazo¡±. Estoy acostumbrado a recibir peticiones, reclamos y sugerencias, y de cuando en cuando cae alg¨²n tanteo sobre hipot¨¦ticas tarifas, pero nunca me hab¨ªan encargado una cr¨ªtica como se hac¨ªa con las dedicatorias de canciones que escuchaba en la radio cuando ni?o. ¡°Para Massimo, con todo mi afecto, en el d¨ªa su cumplea?os¡± o ¡°para Jorge, de quien ¨¦l ya sabe¡±. Suena bizarro, pero por ah¨ª vamos.
El mensaje de Fe es tierno, inocente y llama la atenci¨®n. Abro di¨¢logo con ella, tratando de explicarle c¨®mo se hace una cr¨ªtica y las consecuencias que puede tener una visita al restaurante de su novio. Si no es imprescindible la reserva, voy sin avisar; a veces reservo a nombre de alg¨²n amigo; pago mis facturas; lo que define el contenido de cada cr¨ªtica es el resultado de la experiencia que vivo durante mi estancia en el restaurante y eso significa que puede ser favorable o no... Lo b¨¢sico, aunque las explicaciones no funcionan, y Fe insiste. ¡°?Entonces, el consumo corre por cuenta tuya o es el chef quien invita?, ?t¨² avisas el d¨ªa que ir¨¢s y la hora?, ?haces una reserva al local?¡±. No me parece extra?o. Bien mirado, es la imagen que la mayor¨ªa del mercado tiene hoy de la cr¨ªtica; un producto que se compra, se vende, se encarga y se canjea. Lo que ella y tanta gente llaman cr¨ªtica se merca cada d¨ªa por docenas.
Hace unos pocos a?os, nadie le hubiera llamado cr¨ªtica. El periodismo ofrece una sucesi¨®n de g¨¦neros que se pueden aplicar con mucha m¨¢s precisi¨®n; gacetilla, rese?a, cr¨®nica, noticia, nota de agradecimiento, paneg¨ªrico o publirreportaje. Cada una tiene prop¨®sitos, formas y contenidos diferentes, pero ninguna se puede confundir con la cr¨ªtica, aunque sucede. En los tiempos de las agencias de comunicaci¨®n y los community manager, una parte de la opini¨®n gastron¨®mica se ventila entre bloggers, instagramers, influencers, consultores. Algunos son periodistas o ejercen de una forma u otra el periodismo, que son dos estados diferentes del oficio. Marcan alguno de los ritmos del juego, aunque preferir¨ªa que fueran la an¨¦cdota frente a la nueva generaci¨®n de analistas que contemplan el hecho culinario desde otros lados del terreno de juego.
Me entusiasma encontrar cada d¨ªa m¨¢s j¨®venes historiadores, agricultores, bot¨¢nicos, soci¨®logos, qu¨ªmicos, veterinarios, fil¨®sofos y alg¨²n que otro profeta de la posverdad culinaria ofreciendo una mirada nueva de lo que define, condiciona y hace encajar cada fragmento del universo culinario. Pero cada d¨ªa echo m¨¢s en falta la cr¨ªtica. No corren buenos tiempos para el debate y la reflexi¨®n, que acaban llevando al avance y el crecimiento y vienen a estar entre los fundamentos del breviario que describe la cr¨ªtica, cada d¨ªa menos practicada y peor considerada. En los tiempos de la complacencia, la buena onda y las opiniones formadas por encargo, el mensaje de Fe obliga a pensar. En la deriva que toma la cr¨ªtica de restaurantes en los pocos lugares donde todav¨ªa se practica, o en las consecuencias de su ausencia en aquellos donde nunca se ha ejercido como tal. Veo una estrecha relaci¨®n entre la falta de cr¨ªtica y la p¨¦rdida de dinamismo, o el progresivo estancamiento, que viven hoy tantas cocinas de Am¨¦rica Latina, por no hablar de la vieja Europa.
Me hubiera gustado contentar a Fe, pero no hubo cr¨ªtica de los sushis de su enamorado para celebrar su cumplea?os. Lo intent¨¦. Una ma?ana me fui hasta el barrio donde est¨¢ el restaurante, ocup¨¦ asiento en la barra y me dej¨¦ llevar durante casi una hora por el que imagin¨¦ ser¨ªa su novio. Se me hizo interminable, aunque me sirvi¨® para confirmar que, efectivamente, el amor acaba nublando los sentidos. El mejor regalo que pude hacerle a Fe fue no escribir ninguna cr¨ªtica.
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