Las confidencias de Rufi¨¢n y la culpa de los periodistas
En periodismo, ni en nada, no es lo mismo ocho que ochenta
Esta semana el pol¨ªtico de Esquerra Republicana Gabriel Rufi¨¢n dijo en sede period¨ªstica que unos representantes de Podemos le hab¨ªan ofrecido la cabeza de Josep Borrell a cambio de ciertas contraprestaciones.
Obviamente, la cabeza del se?or Borrell es, en primer lugar, del se?or Borrell, y en segundo t¨¦rmino tan solo del destino. Otra cosa es la met¨¢fora. Metaf¨®ricamente ahora pertenece al Gobierno. Y, por lo que se deduc¨ªa de lo que declar¨® el se?or Rufi¨¢n, era del Gobierno de donde deb¨ªa saltar, seg¨²n la oferta que le regalaba Podemos.
Podemos no es el Gobierno, pero ayud¨® a crearlo. En funci¨®n de ello, hace gestiones, y sobre todo las cuenta, a favor de algunas decisiones gubernamentales. En el caso evocado, sin datos, por el se?or Rufi¨¢n, se tratar¨ªa de darle a Esquerra la cabeza metaf¨®rica del ministro de Exteriores a cambio de que ese partido independentista catal¨¢n le hiciera favores decisivos al Ejecutivo.
El revuelo fue formidable. Peri¨®dicos y periodistas que no tuvieron acceso a dato alguno reiteraron en informativos y opinionativos, tan abundantes, las implicaciones de lo que dijo el locuaz diputado risue?o. No estaba sustanciado en ninguna informaci¨®n, no hab¨ªa dato que certificara lo que hab¨ªa dicho el diputado independentista, pero el oficio en general compr¨® la mercanc¨ªa.
Horas despu¨¦s de que el propio se?or Borrell dijera que aquello le parec¨ªa m¨²sica sin fondo, una especie de f¨¢bula, el diputado que aceler¨® la venta de la mercanc¨ªa dijo lo siguiente: ¡°Me lo dijeron en un pasillo, pero quien me lo dijo me pidi¨® esta ma?ana que no lo dijera¡±. En la escuela donde estudia mi nieto hay secretos m¨¢s serios que el que manej¨® el notorio diputado.
Con ese documento vac¨ªo se arm¨® una buena. Podemos dijo que ellos no fueron, la diputada que funge de portavoz parlamentaria del PP, Dolors Montserrat, se mostr¨® segura de que eso pas¨® tal como lo cont¨® su otrora denostado se?or Rufi¨¢n, y as¨ª se lleg¨® a un baile diab¨®lico al que los periodistas (y los pol¨ªticos) le prestaron, seg¨²n en qu¨¦ foros, si informativos u opinativos, toda la atenci¨®n posible. En el potro de sus secretos cabalgaba Gabriel Rufi¨¢n sonriendo.
Los periodistas solemos caer en estas cosas. Lo que se dice y no tiene sustancia, o no parece que la tenga, nos produce tanta materia de opini¨®n o informaci¨®n como algo que la tiene, y es grave o por lo menos importante para la discusi¨®n nacional. Mi madre lo dec¨ªa con la sencillez que reclamaba para decir las cosas, tambi¨¦n las graves: no es lo mismo ocho que ochenta. Pues eso del se?or Rufi¨¢n no era ni ocho y lo convertimos entre todos (los periodistas y los pol¨ªticos, fatalmente unidos en la barbarie) como si fuera ochenta. La culpa es nuestra, por olvidar que somos periodistas, que no debemos dar por bueno nada hasta que todas las fuentes certifiquen que sucedi¨® lo que dicen que ocurre.
Ahora nos divertimos con mentiras, hasta que un d¨ªa sepamos qu¨¦ hay detr¨¢s de las mentiras. Muchos ochentas llenos de ochos se est¨¢n poniendo en juego; algunos, como el se?or Rufi¨¢n, r¨ªen desde el otro lado del ring mientras discuten sobre ochos los que buscamos ochentas y no tenemos ni cero.
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