Llanto por la muerte de un oficio vivo
Brecht dec¨ªa que se pod¨ªa cantar en los tiempos oscuros. Muchos j¨®venes, y no tan solo, est¨¢n cantando periodismo en el mundo, y no es l¨ªcito que les digamos que ya no vale la pena
![Fotograma de la película 'The Post' (Los archivos del Pentágono), dirigida por Steven Spielberg.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/2UN7UEYLIHOYJEVECMMRXBH7ZM.jpg?auth=2ef3fd9cd8840a5005696dfb53351d3a3166261e5815b5232cba193efbc415ea&width=414)
Estados Unidos decidi¨® hace diez a?os preparar el certificado de defunci¨®n del periodismo tal como (parece que) lo hab¨ªamos conocido y ahora difunde una pel¨ªcula a partir de la que muchos han cre¨ªdo que ya se puede sancionar el epitafio del oficio. The Post. Entre nosotros, Los papeles del Pent¨¢gono.
La trama se conoce, y la historia hizo correr r¨ªos de tinta en la prensa de todo el mundo. El asunto es, naturalmente, un icono del periodismo de todos los tiempos y se basa en un hallazgo que lleg¨® a periodistas (del New York Times y luego del Washington Post) por v¨ªas directas: alguien estaba interesado en que se supiera en todas partes la maniobra cruel que infestaba de mentiras oficiales norteamericanas el conflicto vietnamita.
Aquellos medios, sus periodistas y sus empresarios, tuvieron que arrostrar el enorme poder de los Estados Unidos de Richard Nixon y al fin pudieron ofrecer a un p¨²blico at¨®nito documentos in¨¦ditos sobre el enorme fraude en que varias presidencias norteamericanas envolvieron la funesta, cruel e inolvidable guerra de Vietnam.
Este es un oficio invencible; vencer¨¢ incluso a los que proclamen su muerte. Pero para que logre su victoria no valen ni la nostalgia ni la desaz¨®n
Al hilo de la pel¨ªcula, realizada por Steven Spielberg, se han sucedido (tambi¨¦n entre nosotros) llantos por la muerte del periodismo, pues, seg¨²n creencias muy extendidas, ya no se puede hacer un periodismo como aquel. El periodismo est¨¢ muerto, vivimos en un suced¨¢neo, parece escucharse en los ecos de ese llanto. Es el adanismo retrospectivo, francamente. Pues ni se acab¨® el periodismo entonces, ni entonces naci¨®, ni es posible tampoco acabar con el periodismo, pues est¨¢ en el nervio mismo de las sociedades. Puede decaer, pero se levantar¨¢.
Y a lo largo de este tiempo, incluso en periodos de crisis como este, informaciones como aquellas que decapitaron a Nixon (primero, los papeles del Pent¨¢gono, luego el Watergate) ha habido y sigue habiendo en Estados Unidos y en el mundo entero trabajos que dignifican la tradici¨®n del oficio y ofrecen certificados de su salud. En Rusia, en los propios EE UU, en Am¨¦rica Latina, en todos los continentes, y en Espa?a tambi¨¦n, periodistas de investigaci¨®n, y no tan solo, prosiguen una tarea que, es cierto, en aquellos sucesos del periodismo norteamericano hallan un s¨ªmbolo que ahora con justicia se celebra.
Despu¨¦s de aquel suceso mundial puesto de manifiesto gracias a las p¨¢ginas de los dos grandes rotativos norteamericanos hubo grandes logros period¨ªsticos, entre nosotros tambi¨¦n, conseguidos gracias a profesionales (y empresarios, ojo) que se arriesgaron a contarle a la gente lo que el poder y otras satrap¨ªas no quer¨ªan que se supiera; en todos los continentes (y en este pa¨ªs tambi¨¦n, insisto), periodistas y peri¨®dicos se han dedicado a hacer p¨²blico el resultado de tortuosas investigaciones que les han dado cr¨¦ditos y premios, por ejemplo en Estados Unidos y (tambi¨¦n) en Espa?a.
Declarar inv¨¢lido el periodismo actual como si una devastaci¨®n lo hubiera sumido en la oscuridad m¨¢s absoluta le da la raz¨®n, en primer lugar, a esos profesores que suelen decirles a sus alumnos que hubiera sido mejor dedicarse a aprender otro oficio, porque este est¨¢ en las diez de ¨²ltimas. Y, en segundo lugar, le abre el camino a los que, desde lugares exc¨¦ntricos al periodismo, tratan de minar la pasi¨®n o el vicio de los profesionales que, en medio de penurias infinitas, mantienen su ilusi¨®n como parte tambi¨¦n de su vocaci¨®n de servicio p¨²blico.
Mark Twain (como Octavio Paz) supo demasiado pronto de su muerte, y lo dijo, naturalmente vivo, cuando le comunicaron que se dec¨ªa que ya no estaba entre los vivos: ¡°La noticia de mi muerte es francamente prematura¡±. La noticia tan reiterada (por lo menos, reiterada desde 2008, cuando empezaron a romperle el molde al oficio desde las grandes multinacionales que hacen periodismo de recortes y mentiras) se ha reproducido ahora, con motivo precisamente de una pel¨ªcula que honra a un oficio que, de una forma u otra, se mantiene frente al inmenso lodazal de las redes y de los latrocinios de textos, cuando los peri¨®dicos se sirven gratis en Internet y la gente desoye las llamadas del kiosco.
Brecht dec¨ªa que se pod¨ªa cantar en los tiempos oscuros. Muchos j¨®venes, y no tan solo, est¨¢n cantando periodismo en el mundo, y no es l¨ªcito que les digamos que ya no vale la pena.
Este es un oficio invencible; vencer¨¢ incluso a los que proclamen su muerte. Pero para que logre su victoria no valen ni la nostalgia ni la desaz¨®n. Vale el trabajo, la ilusi¨®n de ser periodista. Si eso muere es que la sociedad se muri¨® tambi¨¦n.
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