Ana Mar¨ªa Moix, en el recuerdo

QUERIDA ANA MAR?A: Hay muertos que una se resiste a enterrar (y no me estoy refiriendo a Franco), personas a cuya desaparici¨®n no podemos resignarnos porque siguen haci¨¦ndonos falta; contin¨²o enfadada porque ya no est¨¢s, y no solo por lo mucho que me ayudaste y todo lo que me ense?aste sobre el oficio de escribir (eras, y sigues siendo, mi maestra), o porque te fuiste debi¨¦ndonos un libro que nos permitiera reconciliarnos con la realidad, comprenderla un poco mejor o aceptarla en su falta de l¨®gica y justicia, en su imprevisibilidad, tal como t¨² supiste vivir tu vida, con una distancia compasiva e ir¨®nica, con una generosidad y ausencia de vanidad del todo inusuales en este peque?o mundo literario nuestro pre?ado de envidias, mezquindades y celos (yo te dec¨ªa que eras mejor escritora que tu hermano Terenci, cuya enorme sombra te empeque?ec¨ªa; t¨² te encog¨ªas de hombros y me hablabas del Bar?a; quer¨ªas mucho a Terenci, te alegrabas de su celebridad y no se la envidiabas. Eras una rara avis, una persona tan inteligente y dotada como desprendida y discreta); te echo de menos porque ya no puedo comentar contigo las cosas que pasan, ¡°c¨®mo vive la gente de hoy en nuestro pa¨ªs, qu¨¦ problemas les quitan el sue?o o qu¨¦ ilusiones les impelen a seguir bregando con un d¨ªa a d¨ªa cada vez m¨¢s dificultoso y en much¨ªsimos casos, demasiados, dram¨¢tico¡±, en palabras de tu pr¨®logo a tu ensayo de 2011, el Manifiesto personal.

Pues bien, Ana Mar¨ªa, la situaci¨®n no es mejor: el fen¨®meno de los nuevos narcisos obsesionados con su apariencia f¨ªsica, que se?alas en tu Manifiesto, se ha extendido; ahora todos somos narcisos y nos fotografiamos sin parar, hemos enmendado a Descartes, decimos: ¡°Me hago un selfie, luego existo¡±. Los monstruos de Internet, como Instagram o Facebook, fomentan nuestra vanidad para comerciar con nuestros datos y luego influir en nuestras decisiones, vali¨¦ndose de toda esa informaci¨®n que les hemos regalado.

Y los pol¨ªticos ¡ªque ya denunciabas como problema¡ª se las han apa?ado para disimular su corrupci¨®n y su p¨¦rdida de poder frente al sistema financiero y las grandes corporaciones, apelando a nuestro peor instinto: el narcisismo colectivo, el orgullo est¨²pido de haber nacido en un sitio y no en otro, el amor al terru?o, a un himno, a un baile folcl¨®rico, eso que llaman patriotismo; alientan sin cesar el odio al diferente porque habla otra lengua, tiene otro color de piel o reza a otro Dios, en especial al que, adem¨¢s, es pobre y no tiene patria de la que enorgullecerse.

Mientras tanto, Ana Mar¨ªa, mandan los de siempre y el mundo es cada vez m¨¢s desigual e injusto, pero no se vislumbra la posibilidad de que colaboremos entre nosotros para cambiarlo, la soluci¨®n que apuntabas en el ep¨ªlogo del Manifiesto: estamos demasiado ocupados haci¨¦ndonos selfies, trabajando el triple que antes para ganar la mitad de lo que gan¨¢bamos y pele¨¢ndonos encarnizadamente por unos trapos coloreados.

El Bar?a va primero en la Liga.

Un beso grande.