Jornaleros del ¡®me gusta¡¯
Ya sean repartidores o empleados de servicios t¨¦cnicos, los trabajadores est¨¢n sometidos a la dictadura de la valoraci¨®n virtual de los clientes
Solo siete a?os despu¨¦s de su estreno, ¡®Ca¨ªda en picado¡¯, aquel cap¨ªtulo de la serie Black Mirror que hac¨ªa una caricatura futurista de la obsesi¨®n por el prestigio en las redes sociales, se est¨¢ convirtiendo en una espantosa realidad para el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil del sistema. Ya hay camareros, repartidores de comida r¨¢pida, vendedores de perfumes en grandes almacenes o instaladores de fibra ¨®ptica que pierden su trabajo, o al menos buena parte de sus ingresos, por la mala valoraci¨®n virtual de un cliente insatisfecho o simplemente cabreado con la empresa para la que prestan sus servicios. No es dif¨ªcil de comprobar. Basta hablar un rato con los repartidores que, con el casco puesto, esperan junto a sus bicicletas el pr¨®ximo pedido en las puertas de un establecimiento de la cadena McDonald¡¯s. Valga uno del centro de Madrid ¡ªdar nombres y pistas puede resultar muy perjudicial para los protagonistas reales¡ª un mediod¨ªa laborable de la pasada semana.
Si uno los observa desde lejos ver¨¢ que casi siempre est¨¢n con la mirada fija en sus m¨®viles. Ese maldito enganche, se podr¨ªa pensar. Error. Est¨¢n pendientes de una aplicaci¨®n que, para ellos, resulta mucho m¨¢s diab¨®lica que cualquier otra. La de una de esas compa?¨ªas virtuales que, a trav¨¦s del tel¨¦fono m¨®vil y en cuesti¨®n de minutos, ponen en contacto al cliente con el restaurante y con el repartidor que, en bicicleta o moto, tiene la misi¨®n de llevar a su casa la comida todav¨ªa caliente. ¡°Mire¡±, explica uno de los j¨®venes mostrando su tel¨¦fono, ¡°nuestro trabajo depende en su totalidad de la puntuaci¨®n que tengamos. La empresa nos concede horas de trabajo en franjas de alta demanda ¡ªpor ejemplo, los s¨¢bados desde las 21.00 a las 23.00¡ª en funci¨®n de la valoraci¨®n de los clientes que llevemos acumulada. Si perdemos la puntuaci¨®n de excelencia ¡ªunos 97 puntos sobre 100¡ª por una mala valoraci¨®n, al d¨ªa siguiente te reducen las horas de trabajo o te las quitan directamente, aunque en la mayor¨ªa de los casos no seamos nosotros los culpables de que la comida llegue tarde o fr¨ªa. Pero la aplicaci¨®n solo da la opci¨®n de evaluarnos a nosotros¡±.
En el caso, cuentan los j¨®venes repartidores, de que alguno de ellos sufra un descenso considerable en su valoraci¨®n, se queda sin horas asignadas. Y entonces, como les ocurre a varios de los que participan en la conversaci¨®n, la ¨²nica opci¨®n es acudir a la puerta de uno de los restaurantes con mayor demanda ¡ªesta hamburgueser¨ªa en el centro de Madrid¡ª y fijar su vista en la pantalla para intentar cazar alg¨²n encargo suelto. Esta es la nueva imagen de aquellos temporeros a destajo que esperaban en la plaza del pueblo a que el capataz ¡ªt¨² s¨ª, t¨² no¡ª los subiera a la furgoneta para trabajar de sol a sol por un sueldo de miseria. ¡°La gente no sabe¡±, reflexiona uno de los j¨®venes en un excelente espa?ol (alrededor del 70% de los repartidores son venezolanos en situaci¨®n de asilo pol¨ªtico), ¡°el da?o que puede hacer con una simple valoraci¨®n negativa¡±.
Quienes s¨ª lo saben son los trabajadores precarios que, ya sea detr¨¢s del mostrador de unos grandes almacenes, en el servicio de atenci¨®n al cliente de cualquier gran compa?¨ªa o instalando Internet casa por casa, dependen de una buena valoraci¨®n para alcanzar un sueldo que pocas veces llega a los 1.000 euros. Ya no es raro que alguno de estos trabajadores, agobiados por la situaci¨®n, traslade directamente al cliente la importancia de una valoraci¨®n positiva. ¡°Ahora le van a llamar de mi empresa¡±, explic¨® hace unos d¨ªas en San Sebasti¨¢n el instalador de una de las principales compa?¨ªas de telefon¨ªa despu¨¦s de arreglar un problema con la fibra ¨®ptica, ¡°pregunt¨¢ndole que valore el servicio. Pero en realidad a quien valora es a m¨ª, aunque digan ¡®valore a [nombre de la compa?¨ªa]¡¯, no es cierto. Valora al t¨¦cnico que viene a su casa. Y cualquier nota inferior al 10 supone una reducci¨®n de sueldo. El problema es que la gente suele estar tan quemada con la compa?¨ªa que pone un cero o una calificaci¨®n muy baja. As¨ª que yo lo explico muy clarito a todo el mundo: con esa llamada me valoran a m¨ª¡±.
El economista y abogado Adri¨¢n Todol¨ª ha analizado el problema y sus conclusiones son alarmantes. ¡°La situaci¨®n ha ido empeorando hasta tal punto¡±, advierte, ¡°que estamos volviendo al servilismo del siglo XIX¡±. Y lo explica de una forma muy gr¨¢fica: ¡°Nos encontramos ante el riesgo de una doble sanci¨®n. Por un lado, un trabajador tiene el riesgo de ser despedido por una valoraci¨®n mala de un cliente (ya sea verdadera o falsa) o porque la empresa se sirva de esas supuestas opiniones negativas para deshacerse de un trabajador precario. Pero adem¨¢s ahora surge otro problema, que son las plataformas online de puntuaci¨®n, donde se recogen las valoraciones de empresarios y clientes sobre tal o cual profesional. Y aqu¨ª viene la doble sanci¨®n. Una mala puntuaci¨®n no solo te puede dejar sin tu trabajo actual, sino acarrearte una mala reputaci¨®n online que te impida acceder a trabajos futuros. ?Qui¨¦n se va a atrever a decirle no a un cliente o a negarse a hacer horas extras si se est¨¢ jugando el futuro?¡±.
Todol¨ª hace referencia a una app creada por unos empresarios espa?oles que, bajo el supuesto objetivo de ¡°fomentar la meritocracia¡±, permite con un simple movimiento del dedo valorar el trabajo de cualquiera. En su p¨¢gina web, los creadores de la plataforma explican c¨®mo se les ocurri¨® la idea: ¡°Una ma?ana, tomando un brunch en uno de esos maravillosos caf¨¦s del East Village de Nueva York, pensamos: c¨®mo nos gustar¨ªa poder ayudar a esta camarera que me ha atendido tan bien. Al acercarnos al gerente para trasladarle nuestra buena experiencia con su empleada, nos contesta con una sonrisa que estamos invitados a valorar el negocio en cualquiera de las muchas plataformas que ya existen. Y pensamos: ¡®?Qu¨¦ injusto no poder valorar a esa persona!¡¯. As¨ª naci¨® la idea¡¡±.
La escena se parece tanto al principio del cap¨ªtulo de Black Mirror que, nada m¨¢s pensar en el desastroso final, produce escalofr¨ªos. En la esquina de la calle de Goya con la de Alcal¨¢, j¨®venes repartidores mantienen su mirada fija en el tel¨¦fono como hac¨ªa a todas horas la protagonista de ¡®Ca¨ªda en picado¡¯. Su futuro depende de un me gusta o un no me gusta.
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