Paco Ib¨¢?ez: ¡°Vale la pena vivir para una canci¨®n¡±
Empez¨® cantando a las vacas que cuidaba y quit¨¢ndole dinero a su t¨ªa para comprar letras de canciones en San Sebasti¨¢n. A los 14 a?os cruz¨® a Francia con su madre y sus dos hermanos para reunirse con su padre, un republicano anarquista exiliado en Perpi?¨¢n. Conoci¨® a muchos de los poetas que cant¨®: a Alberti, a Goytisolo, a Neruda¡ Ahora celebra en Par¨ªs y en varias ciudades de Espa?a el medio siglo de su debut en el Olympia
PACO IB??EZ (Valencia, 1934) vive en una casa con azotea en el centro de Barcelona. En la azotea jugaba a las cartas con su amigo Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo, que un d¨ªa le dio los versos de Palabras para Julia, cuando otra Julia (Julia Sanju¨¢n), su mujer, arque¨®loga, a la que conoci¨® en 1993, no hab¨ªa entrado a¨²n en su vida. Al lado del sal¨®n donde comen, Paco ejerce el oficio que el antiguo fil¨®sofo Zen¨®n aconsejaba a los de su estirpe: la carpinter¨ªa. El padre de Paco fue ebanista republicano, y el cantante aprendi¨® a seguirlo en esa pasi¨®n por domar la madera. Vasco casado con valenciana, sufri¨® destierro y exilio como consecuencia de la guerra, y Paco sigui¨® esa estela, y tambi¨¦n la pasi¨®n por llevarse la carpinter¨ªa a todas partes. El padre ten¨ªa estilo con las casta?uelas. En las canciones de Paco no hay casta?uelas, es sobrio como una voz, pero la casa, y las casas de sus amigos, las tienen de todas las clases, esculpidas por ¨¦l. A quien no lo haya conocido personalmente y solo lo tenga en cuenta por sus canciones le parecer¨ªa que Paco Ib¨¢?ez es un monje de pelo desordenado, de barba a medio hacer, reconcentrado como un monje de Silos. Y es, sin embargo, un hombre que abraza como un oso y se r¨ªe con todo el cuerpo. Cocina, adem¨¢s, y es afectuoso. Catalu?a es su sitio desde 1994, pero no es la primera vez que vive aqu¨ª este parisiense de alma vasca. Aqu¨ª tiene conciertos y amigos, y ahora que se cumple medio siglo de su debut en el Olympia, santuario laico de los espa?oles que, como ¨¦l, all¨ª probaron su voz y sus palabras, celebr¨® en Par¨ªs (el pasado 24 de enero, en el Casino) y en algunos lugares de Espa?a (Madrid, 28 y 29 de enero, y luego en Barcelona, C¨¢diz y otros) la m¨²sica que le naci¨® escuchando a Georges Brassens, su otro padre. Hablamos junto a la azotea, en una mesa de su cuarto de dormir. Un libro de Brassens, el Quijote y Atahualpa Yupanqui est¨¢n a su alrededor; la casa est¨¢ llena de poes¨ªa, hasta en el taller de ebanister¨ªa. Sin los poetas ¨¦l no ser¨ªa Paco Ib¨¢?ez, lo habitan desde Luis de G¨®ngora a Rafael Alberti. La percepci¨®n que produce su cercan¨ªa es la de un hombre bueno que no practica la envidia y que tiene en alta estima la gratitud. Empieza por ajustar una cuenta pendiente con Joan Manuel Serrat, nada m¨¢s sentarnos ante su mesa camilla.
?Qu¨¦ le pas¨® con Serrat? En 1969 viv¨ªa en Barcelona. Acababa de volver de una invitaci¨®n a Cuba y no ten¨ªa un duro. Deb¨ªa el alquiler, el supermercado. Llam¨¦ a un amigo para que me dejara 10.000 pesetas de la ¨¦poca. ¡°?Hombre, si me lo hubieras pedido ayer!¡±. Al final llam¨¦ a Serrat. Me dice: ¡°S¨ª, hombre, claro¡±. Y vino a tra¨¦rmelas. Y no trajo 10.000, ?me trajo 20.000 pesetas! Me salv¨® Serrat, pude pagar todo y despu¨¦s me salieron unas cosas en Valencia, y sal¨ª adelante¡ Pero en Valencia¡
?Qu¨¦ pas¨® en Valencia? Que voy a cantar y sale a abuchearme un grupo de mao¨ªstas. Eran unos salvajes que no me dejaban cantar. Par¨¦, les ped¨ª que me dejaran cantar, que la gente hab¨ªa pagado sus entradas. Me montaron una especie de tribunal popular: yo iba a cantar para hijos de burgueses, capitalistas que lo que quer¨ªan era recuperar yo qu¨¦ s¨¦ a trav¨¦s de la cultura. Era como si recitaran El libro rojo de Mao. Me quedaban tres conciertos, pero tal como se pusieron lo ve¨ªa muy mal. Se me ocurri¨® desmontar todo el asunto dici¨¦ndoles que, si en efecto todo aquello era un tinglado contra el pueblo, lo mejor que pod¨ªan hacer era pegarle fuego al local. ¡°?Genial, una idea genial!¡±, gritaron. No hicieron nada y di sin problema mis conciertos.
Venimos de historias muy graves de fanatismo¡ Torquemada, Isabel la Cat¨®lica o Franco, que no termina de despedirse de nosotros, f¨ªjate qu¨¦ fruto ha dado.
?Lo ve tan presente? S¨ª, lo veo muy presente en el intento de parar el progreso de Espa?a. Sigue estando ah¨ª y bien representado ahora por un se?or que est¨¢ poniendo en peligro el buen vivir de este pa¨ªs.
Vive hace mucho en Espa?a. ?C¨®mo se siente? Toco la guitarra, canto y la gente aplaude. Al final me han convencido de que est¨¢ bien lo que hago. Desde peque?o me ha gustado cantar; cuidaba vacas y ellas fueron mi primer p¨²blico. Le quitaba dinero a mi t¨ªa para poder comprar letras de canciones en San Sebasti¨¢n.
Es hijo de republicanos. ?C¨®mo fue su relaci¨®n con ellos? ?Qu¨¦ le ense?aron? Mi padre era republicano anarquista y se refugi¨® en Francia. Mi madre se qued¨® sola en San Sebasti¨¢n con tres hijos y all¨ª vivimos hasta que yo tuve 14 a?os. En ese momento pasamos la frontera para juntarnos con ¨¦l en Perpi?¨¢n. Siempre recuerdo que era domingo (hab¨ªamos vivido con una t¨ªa que hasta dormida rezaba) porque empezaron a sonar las campanas de una iglesia y yo le dije a mi padre: ¡°Bueno, hay que ir a misa¡±. ?l no me dijo que no fuese, pero me ech¨® una sonrisa con la que me abri¨® las puertas de la verdad. Enseguida comprend¨ª que la religi¨®n, Dios, su madre, el Esp¨ªritu Santo, era un cuento y se me borr¨® toda esa mentira. Mi padre me ense?¨® a respetar a los dem¨¢s, el oficio de ebanista, que la vida es una lucha, que no estaba solo y que los dem¨¢s tambi¨¦n existen.
?C¨®mo le afect¨® la guerra? Como a todos los republicanos, como una gran tragedia. El criminal¨ªsimo barri¨®, liquid¨® un pa¨ªs y una civilizaci¨®n. Con esa gran pena se despidi¨® mi padre del mundo. En 1959.
¡°Venimos de Torquemada, o Franco, que no termina de despedirse de nosotros. Lo veo muy presente en el intento de parar el progreso de Espa?a¡±
?C¨®mo concibe que hubiera sido esa civilizaci¨®n arrasada por Franco? Mi padre me contaba las luchas de los anarquistas en la Rep¨²blica. Despu¨¦s le¨ª que aquel era un pa¨ªs que aspiraba a organizarse teniendo en cuenta la existencia de los otros, con generosidad, con solidaridad, rindiendo culto a la inteligencia. La Rep¨²blica fue una revelaci¨®n que no se hab¨ªa dado nunca en Espa?a, el mundo se abri¨® para todos los espa?oles y lleg¨® el criminal¨ªsimo y lo cerr¨®.
?C¨®mo fue su primera relaci¨®n con la m¨²sica en aquel tiempo? Iba a cuidar las vacas y les cantaba¡ No s¨¦ c¨®mo fue. Me sal¨ªa de dentro. Siempre cantaba. Mi padre vio que ten¨ªa cierta sensibilidad y me puso un profesor de viol¨ªn que estaba medio tarumba para que me ense?ara. Entonces mi padre decidi¨® que fu¨¦ramos a Par¨ªs. Perpi?¨¢n le parec¨ªa un pozo sin agua. En Par¨ªs aprend¨ª a tocar la guitarra y tuve la suerte de descubrir a Brassens, al pintor venezolano Jes¨²s Soto¡ Este ten¨ªa una gran personalidad. Me ense?¨® a no hacer concesiones. Si no hubiera existido Brassens, t¨² y yo no estar¨ªamos hablando aqu¨ª ahora.
?Por qu¨¦ fue tan potente para usted? ?l era muy potente. Es el trovador m¨¢s importante que ha parido la humanidad. El Juan Sebasti¨¢n Bach de la canci¨®n. Sin magia no hay poes¨ªa, y ¨¦l naci¨® con ella. Lo descubr¨ª, lo conoc¨ª y empec¨¦ a imitarlo porque vi que musicaba a los poetas. Un d¨ªa me regalaron un libro de fotos sobre Andaluc¨ªa en el que hab¨ªa el retrato de una mujer mirando al mar, junto al poema La m¨¢s bella ni?a, de G¨®ngora. Esa fue mi primera canci¨®n, pero la hice bajo el influjo de Brassens.
Es curioso que Brassens le llevara a G¨®ngora¡ No fue Brassens sino su obra, su magia, una canci¨®n que permanece¡ El encanto de G¨®ngora tambi¨¦n est¨¢ en ese verso: ¡°Dejadme llorar, orillas del mar¡±. Si hubiera dicho ¡°Dejadme llorar a orillas del mar¡± estar¨ªa se?alando un lugar, no habr¨ªa magia, pero le pide a la orilla que la dejen llorar. Ah¨ª se produce algo nuclear, explosivo, algo que durar¨¢ toda la vida.
Pero seguramente esa explosi¨®n estar¨ªa dentro de usted¡ Como lector que puede comprender esa magia¡ Pero para lograrla tienes que ser poeta. La mujer de Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo, Ton Carandell, dice: ¡°Paco no sabe escribir, pero sabe leer¡±. Es verdad: dos palabras pueden ser una explosi¨®n para m¨ª. Una poeta navarra, Beatriz Beloqui, ha escrito un poema que dice ¡°baila tu c¨®lera¡±. Si hubiera dicho ¡°Baila con tu c¨®lera¡± no estar¨ªa diciendo lo mismo. No habr¨ªa la misma belleza, que es lo que yo busco leyendo.
?Buscaba eso cantando? ?Busco eso! Como en el cuento, el ?poema ha de ser explosivo, y la canci¨®n ha de serlo tambi¨¦n. Una canci¨®n es una novela resumida. Para eso has de tener talento, y Brassens lo ten¨ªa como nadie.
A lo largo de los tiempos ha buscado a los poetas, casi exclusivamente. Era un riesgo ponerles m¨²sica al Arcipreste y a G¨®ngora¡ Con eso no iba a ganar para pagarle las 20.000 pesetas a Serrat. Ja, ja, ja. Si piensas que te arriesgas es in¨²til empezar. Ni lo piensas. Por ejemplo, Un espa?ol habla de su tierra resume la gran tragedia que pas¨® en la Guerra Civil, dicha por Luis Cernuda. ¡°Un d¨ªa t¨² ya libre, / de la mentira de ellos, / me buscar¨¢s. Entonces, / ?qu¨¦ ha de decir un muerto?¡±. Ese muerto ya nunca m¨¢s podr¨¢ hablar ni decir lo que ha pasado. Eso es lo nuclear, lo explosivo.
Es en Par¨ªs donde explota Paco Ib¨¢?ez¡ Tuve la suerte de vivir aquel momento, tras el 68. No s¨¦ si se volver¨¢ a dar otro, porque han desaparecido casi todos los poetas de la canci¨®n. Para m¨ª, Francia es la capital del mundo de la canci¨®n. Hace poco que ha dejado de serlo. Francia se ha oscurecido.
¡°Georges Brassens era muy potente. Es el trovador m¨¢s importante que ha parido la humanidad. Es el Juan Sebasti¨¢n Bach de la canci¨®n¡±
?Qu¨¦ ambiente rode¨® su llegada al Olympia, de la que ahora conmemora el medio siglo? El Olympia es fruto de aquel mayo. J¨®venes que levantaron una tapa que no dejaba respirar. Dos chicas organizaron un concierto, y de una sala sudorosa se pas¨® al patio de la universidad. La suerte fue que all¨ª estaba el director del Olympia. Y de all¨ª hasta aqu¨ª. Mi madre estaba feliz. Mientras todo el mundo segu¨ªa aplaudiendo, ella dec¨ªa, ufana: ¡°Todos estos no saben que gracias a m¨ª est¨¢n aqu¨ª¡±.
?Qu¨¦ recuerdos tiene de aquellas noches? Est¨¢n muy mezclados. No colecciono recuerdos, es cuesti¨®n de car¨¢cter. Una gran alegr¨ªa interior muy fuerte s¨ª guardo, claro, el Olympia fue impresionante¡ La primera canci¨®n fue la de Gabriel Celaya, La poes¨ªa es un arma cargada de futuro. Era un despertar. Las canciones de Blas de Otero, de Antonio Machado, de Goytisolo, de Alberti¡ La respuesta de la gente fue impresionante. Estaban hambrientos de saber, de curiosidad. Toda la pasi¨®n de saber de la juventud se concentr¨® en ese momento. Una explosi¨®n.
Y el eco lleg¨® a Espa?a. Enseguida. Se llenaron uni?versidades. La juventud ten¨ªa el af¨¢n de darle la vuelta a todo, de romper, de quitar esa losa que no nos dejaba respirar. Impresionante. Hasta el punto que alguien me dijo en Madrid en torno a 1985: ¡°Paco, te tienes que reciclar¡±. Se refer¨ªa a que hab¨ªa que meter bater¨ªa, trompeta, ruido. Mozart dec¨ªa que la m¨²sica no tiene que herir el o¨ªdo. Pues, mira, lleg¨® el ruido y mand¨® a callar.
A usted no lo callaron. A m¨ª no me callaron, pero a mucha gente, s¨ª. Y triunfaron el ruido y el f¨²tbol, esa maldici¨®n.
Conoci¨® a muchos de los poetas que cant¨®¡ Tuve esa suerte. A Alberti, a Goytisolo, a Caballero Bonald, a Neruda, a Blas de Otero, a Rodr¨ªguez Tu?¨®n¡ Amigos que me acompa?an. Me acuerdo de una an¨¦cdota con Alberti, en Ja¨¦n. Un periodista me entrevist¨® y, al lado de Rafael, me pregunt¨® por la URSS. Despotriqu¨¦ contra Stalin, sin darme cuenta de que Alberti era comunista. Entonces el entrevistador se dirigi¨® a ¨¦l para saber si estaba de acuerdo conmigo. Esto dijo el poeta: ¡°Yo estoy de acuerdo con lo que ha dicho Paco y con lo que va a decir¡±. Ja, ja, ja. Le sali¨® a relucir toda la gracia andaluza.
A Celaya usted le prolong¨® la vida. ?l dio en el clavo con ese verso: ¡°Nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno¡±. No puede ser que se hagan canciones tan ef¨ªmeras, que hoy en d¨ªa se hable tanto de Rosal¨ªa, a la que han convertido en un producto sint¨¦tico. Es un insulto a los gitanos decir que eso es flamenco. Yo no la culpo tanto a ella, sino a los que la han escogido como un producto de consumo nada m¨¢s.
?Nunca tuvo la tentaci¨®n de alquilarse para el con?sumo? No. A m¨ª no me alquila nadie, ?ni hablar! Si partes de no hacer ninguna concesi¨®n art¨ªstica, no est¨¢s para que te alquilen, tampoco para que te compren.
Otro poeta que usted prolong¨® fue Jos¨¦ Agust¨ªn Goy?tisolo¡ ?Ya se prolong¨® ¨¦l solo! Palabras para Julia estaba ah¨ª, una canci¨®n puesta por ¨¦l con su magia imborrable que atraviesa los siglos¡ El Goyti era un gran amigo de sus amigos. Ten¨ªa picard¨ªa, sentido del humor, el talento de escoger y juntar palabras. Humanamente era tremendo, entra?able. Era ni?o y adulto, todo junto.
?Usted no es un poco as¨ª? Creo que s¨ª, pero no tengo el talento de escribir¡ Creo que sigo siendo el ni?o que fui. Me ilusiona lo bello, lo que me puede sorprender, la magia de esta mujer que dice ¡°baila tu c¨®lera¡±, todo lo que me provoca una sacudida interior.
Dec¨ªa Enrique Vila-Matas que usted es la voz de la Rep¨²blica¡ De la Rep¨²blica como voz y poder del pueblo¡ Quiz¨¢ juntos pensemos mejor y de ah¨ª salga una flor¡ Hasta los 14 a?os viv¨ª en Euskadi, me crie en su lengua, y ahora vivo en Catalu?a, donde tambi¨¦n hay una lengua que se habl¨® siempre. Son maneras de sentir que vienen de la Rep¨²blica, y yo siento esa voz.
?C¨®mo vive el actual conflicto en Catalu?a? Es peliagudo. En Espa?a hay un anticatalanismo insoportable: se dejan llevar por las trompetas de la rabia, del odio, y no hay peor cosa que el odio para querer comprender. Con el di¨¢logo s¨ª se puede, pero por ambas partes, porque la independencia no tiene sentido. Junqueras fue un inconsciente cuando dijo que el 50% y una persona m¨¢s ya era adecuado n¨²mero para la independencia. Es como decir que van a organizar la guerra civil: la mitad contra la mitad. Tampoco estoy de acuerdo con que ¨¦l y sus compa?eros est¨¦n en la c¨¢rcel.
Cuando muri¨® Brassens, en 1981, usted le dijo en EL PA?S a Jos¨¦ Manuel Vaquero: ¡°No se puede decir para qu¨¦ sirven sus canciones, de la misma manera que no se puede decir para qu¨¦ sirven Cervantes o las flores¡±. Y aqu¨ª est¨¢, junto a su cama, rodeado de Brassens, de Cervantes y de las flores¡ ?Y de Atahualpa! ?Como si nos hubi¨¦ramos parado en 1981!
La muerte de Brassens lo paraliz¨® a usted. ?Qu¨¦ le dio Brassens? Pensar que vale la pena vivir para una ?canci¨®n.
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