Literatura que ahonda en la crisis de pareja despu¨¦s del primer hijo
Escritores que profundizan en esa cara B de la maternidad y la paternidad, ese aparente sinsentido por el que algo que deber¨ªa hacernos felices, acaba dinamitando la convivencia
La llegada de un hijo supone de forma inevitable un antes y un despu¨¦s para la relaci¨®n de pareja. Lo describ¨ªa perfectamente el escritor italiano Antonio Scurati en El padre infiel (Libros del Asteroide): ¡°Dejamos de ser una pareja un instante despu¨¦s de habernos convertido en una familia¡±. La idea tambi¨¦n aparece en la imprescindible No, mam¨¢, no (Alba) de la escritora brit¨¢nica Verity Bargate, una novela publicada originalmente en 1978 y que hasta 2017 no fue publicada en Espa?a. Habla la protagonista de la novela desde la perspectiva que ofrece una segunda maternidad: ¡°?ramos tan felices entonces, est¨¢bamos tan unidos, que al mirar la foto me parec¨ªa estar contemplando una pareja curiosamente familiar pero desconocida (¡) En C¨®rcega habr¨ªamos querido devorarnos mutuamente, hab¨ªamos deseado y dado y tomado hasta que, eso parec¨ªa, no qued¨® ya nada que desear o dar o tomar. Y Orlando hab¨ªa sido engendrado en ese limbo residual; un acto sin pasi¨®n, furtivo, rutinario, sin amor¡±.
Y en El nudo materno, las desgarradoras memorias de maternidad de Jane Lazarre, traducida al castellano por editorial Las Afueras m¨¢s de cuatro d¨¦cadas despu¨¦s de su publicaci¨®n en EEUU: ¡°Ser madre es algo horrible. Destroza la relaci¨®n con tu marido. Te rompe la vida. No puedes abandonar a los hijos porque los quieres y cuando est¨¢s con ellos los odias¡±.
Hoy una corriente de escritores est¨¢ profundizando en esa cara B de la maternidad y la paternidad, ese aparente sinsentido por el que algo que deber¨ªa hacernos felices, completarnos, acaba dinamitando la relaci¨®n de pareja. Ah¨ª est¨¢n novelas como la ya mencionada El padre infiel, La Uruguaya (Pedro Mairal, Libros del Asteroide), Feliz Final (Isaac Rosa, Seix Barral) o El cielo seg¨²n Google (Marta Carnicero, Editorial Acantilado).
¡°Es algo que no se entiende hasta que se vive experiencia. Si la siguiente prioridad (a menudo, a bastante distancia), es uno mismo, la relaci¨®n queda ya en tercer plano. Perder esto vista, si el objetivo es conservarla, puede ser muy peligroso¡±, reflexiona Marta Carnicero, que en El cielo seg¨²n Google narra la historia de una pareja, con la que es imposible no identificarse por momentos, que se derrumba tras la llegada a casa de una hija adoptada.
¡°Es que de pronto un v¨ªnculo invisible que exist¨ªa en la pareja -el cari?o, el amor, un lazo relativamente f¨¢cil de atar y desatar- se vuelve visible, real, fijo, es una persona, un tercero que llega a reclamar todo su espacio y ata por siempre a dos personas. Tiene algo aterrador y avasallante, y tambi¨¦n maravilloso, claro¡±, concede por su parte Pedro Mairal. En La Uruguaya, Premio Tigre Juan 2017, diez ediciones ya en Espa?a, el argentino narra la huida hacia delante de un escritor entrado en la cuarentena, casado y con un hijo, sepultado por las responsabilidades y una relaci¨®n de pareja que naufraga.
La dificultad de postergarse
¡°Nadie te advierte lo duro que es no dormir, renunciar a vos mismo a cada rato, postergarte. Porque no volv¨¦s a dormir ocho horas seguidas nunca m¨¢s, tu banda sonora permanente pasa a ser La Reina Batata, para coger ten¨¦s que programar con un mes de anticipaci¨®n un fin de semana sin ni?os (¡)¡±, reflexiona en su mon¨®logo interior Lucas Pereyra, el personaje protagonista de La Uruguaya.
¡°Cuando nace un hijo de pronto ya no sos ni due?o de tu vida ni de tu muerte. No te pod¨¦s morir. Los hijos no te arruinan la vida, te arruinan la muerte. Perder esa libertad, tener gente a tu cargo de por vida...¡±, enumera Pedro Mairal, que reconoce que empez¨® a tener miedo a volar cuando naci¨® su hijo porque antes no le asustaba dejar hu¨¦rfano a nadie. Para el escritor argentino, ser padre ¡°te modifica algo en el cerebro, es como un estr¨¦s pos traum¨¢tico, un terremoto ¨ªntimo¡± que, reconoce, repetir¨ªa porque en su opini¨®n est¨¢ bien que los hijos destruyan la vida: ¡°No era tan importante tu caprichosa vida, de todos modos, y ellos construyen su vida arriba de la tuya¡±.
Marta Carnicero, por su parte, considera que con la maternidad aparecen los ¡°verdaderos¡± problemas, los que hacen aparecer ¡°nuestra cara menos f¨¢cil, que se acusa con la rutina y la convivencia¡±. Para la escritora, las preocupaciones de las parejas sin hijos ¡°son de f¨¢cil arreglo¡± por la libertad de la que gozan a todos los niveles y por la posibilidad que tienen de centrarse en sus propias necesidades. Con la llegada de un hijo la libertad desaparece y las necesidades de todos son las del reci¨¦n llegado.
¡°Los proyectos personales a menudo quedan pospuestos sine die; el cansancio hace mella. Los momentos de ocio, cuando existen, se disfrutan de manera fragmentaria, y hay que aprender a vivirlos de esa forma si no se quiere sucumbir a la frustraci¨®n. Hace falta que los dos miembros tengan muy claro a qu¨¦ se enfrentan; se necesita madurez para entender que lo que antes allanaba el camino (los ratos de intimidad que se daban de forma natural, la libertad de movimientos, la ausencia de responsabilidades) ahora hay que buscarlo¡±, afirma.
La incidencia del reparto de roles
El reparto de roles, las tareas que cada uno asume tras la llegada de un hijo, son una fuente de conflicto en las relaciones de pareja. En ellos profundiza la literatura, haci¨¦ndonos c¨®mplices de los protagonistas de las novelas, casi oblig¨¢ndonos a empatizar con ellos, a sentirnos ellos. En la mayor¨ªa de estas aproximaciones literarias es la mujer la que decide quedarse en casa al cuidado del reci¨¦n nacido. El que se va a trabajar, el hombre habitualmente, resta importancia a estos cuidados y se queja de lo duro de su trabajo. La que se queda en casa, la mujer, considera que irse a la oficina es un descanso.
¡°El que se queda en casa tiene siempre el mismo panorama; cada d¨ªa es fotocopia del anterior, y la percepci¨®n es que el otro, el que se marcha a trabajar, tiene espacio para oxigenarse y ser uno mismo, en lugar de ser el ¡°padre/madre de¡±. Marcel llega a casa y se queja de que anda cansado; J¨²lia no entiende c¨®mo puede ser que no valore esa libertad, cuando ella no tiene otra opci¨®n que quedarse (porque as¨ª lo pactaron de antemano) en casa con la ni?a. Todo ello la lleva a percibir su cansancio como mucho m¨¢s leg¨ªtimo. Es f¨¢cil, en estas condiciones, culpabilizar al otro¡±, reflexiona Marta Carnicero a prop¨®sito de los protagonistas de El cielo seg¨²n Google.
La Uruguaya es una excepci¨®n en ese caso. Es ¨¦l, Lucas Pereyra, el que se queda al cuidado del hijo mientras su mujer sale a trabajar a diario. ?l el que blasfema por el peso de los d¨ªas iguales, por la rutina, por la dedicaci¨®n ininterrumpida al cuidado de un ni?o peque?o, ¨¦l el que se va desgastando y contamin¨¢ndolo todo. ¡°Mi personaje cuando habla de la paternidad no muestra casi ning¨²n lado positivo, y eso me cae un poco antip¨¢tico, pero era lo que estaba sintiendo ¨¦l, enceguecido por su frustraci¨®n. Echarle la culpa a la familia por la propia frustraci¨®n es uno de los grandes errores que llevan a la ruptura de parejas¡±, explica Mairal.
El escritor argentino asegura que no tuvo ninguna duda de reflejarlo as¨ª, ¡°aunque sonara algo ¨¢spero¡±, porque en su opini¨®n a Pereyra le sucede lo que a muchos hombres que recrean esquemas machistas: ¡°se encuentra con su hijo una vez que est¨¢ solo con ¨¦l y lo tiene que cuidar en su departamento de hombre separado. Cocinarle, hacerlo dormir, jugar con ¨¦l. Esa calidad de tiempo con un hijo, muchos hombres solo la conocen cuando se separan¡±.
Autoficci¨®n
La literatura ha visto un auge sin precedentes en los ¨²ltimos a?os del g¨¦nero de la autoficci¨®n, en muchos casos relacionada con la experiencia de la maternidad y la paternidad: se escriben muchas obras que son un cruce entre la autobiograf¨ªa y experiencias ficticias. Tambi¨¦n se recuperan muchas otras que abordan en primera persona el reverso menos colorido de la maternidad y que hasta ahora no hab¨ªan encontrado su hueco en el mercado editorial espa?ol.
El cielo seg¨²n Google, cuenta Marta Carnicero, parte de la historia de una excompa?era suya de trabajo que pas¨® por un ¡°largu¨ªsimo y arduo¡± proceso de adopci¨®n. ¡°Recuerdo haber pensado que los padres estaban siendo constantemente examinados. Le pregunt¨¦ qu¨¦ pasar¨ªa si la pareja se hubiese roto durante la adopci¨®n y me contest¨® que hubieran perdido a la ni?a. Me pareci¨® un tema al que se pod¨ªa sacar partido literario¡±, afirma. Su excompa?era nunca tuvo problemas con su pareja, pero su historia le sirvi¨® de inspiraci¨®n, tambi¨¦n para reflejar el miedo que siente la pareja protagonista a perder a la ni?a cuando ambos son ya conscientes de que su relaci¨®n est¨¢ terminada. ¡°La historia no es cierta, pero no creo que por ello resulte menos llena de verdad. El escritor no se nutre s¨®lo de experiencia, tambi¨¦n de detalles: un gesto, una r¨¦plica, que acaban sirviendo para vestir el relato. En ese sentido, lo vivido, lo escuchado, conforman una cantera muy rica. En la selecci¨®n de esos detalles, y en la forma de sacarles partido, est¨¢ la gracia¡±, argumenta.
?Cu¨¢nto hay de ficci¨®n y cu¨¢nto de realidad en la historia de Lucas Pereyra o, al menos, en sus reflexiones en torno a la paternidad?, pregunto a Pedro Mairal. ¡°Un 53%¡±, responde a modo de broma antes de reconocer que toma muchas cosas de su vida que exagera, tergiversa, falsea, aten¨²a y disimula para armar ¡°un Frankenstein¡± formado por partes que son experiencias propias y otras partes extra¨ªdas de vivencias ajenas o inventadas que le sirven para crear un personaje real y que interese al lector: ¡°Hago catarsis pero sin atarme a lo autobiogr¨¢fico. Uso lo que me pas¨®, pero tambi¨¦n lo que casi me pas¨®, lo que me hubiera pasado si segu¨ªa por ese camino, lo que tem¨ªa que me pasara, lo que deseaba que me pasara. Ese abanico de variables que no suceden son tambi¨¦n parte de mi vida¡±, concluye.
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