El hombre que juega con los tiburones
El buceador y aventurero madrile?o Karlos Sim¨®n lleva 30 a?os frecuentando escualos por el mundo. Y lo que es m¨¢s dif¨ªcil: mim¨¢ndolos
Karlos Sim¨®n juega en el fondo del mar. Con tiburones. En Bahamas y en Guadalupe, en Sud¨¢frica y en Maldivas, bichos marinos de cinco metros armados con tres o cuatro filas de dientes como pu?ales se le acercan para olisquearle, nadan a su alrededor, le observan. ?l, si se dejan ¡ªque se suelen dejar: casi nunca el monstruo es tal¡ª, les acaricia el lomo y ?glup! el morro. Tintoreras, grandes martillos, tiburones de puntas blancas o negras, raggies, longimanus, coralinos, el masivo y encantador tibur¨®n ballena¡, pero sobre todo los grandes prodigios de la especie, Carcharodon carcharias (tibur¨®n blanco) y Galeocerdo cuvier (tibur¨®n tigre).
Estamos hablando de animales que no han evolucionado o han evolucionado muy poco en millones de a?os, de fascinantes criaturas; tambi¨¦n de depredadores que, si te despistas o se despistan ellos, pueden matarte en dos mordiscos. No son ni el horror asesino del libro de Peter Benchley o de la pel¨ªcula de Spielberg, ni animalitos de compa?¨ªa. Son potencialmente letales y bucear entre ellos requiere conocimiento, prudencia, coraje y pasi¨®n. Pueden acabar contigo en un ya, pero no suelen. En ese contexto vive Karlos Sim¨®n.
El libro Tratando de tiburones con Karlos Sim¨®n (editorial Reino de Cordelia), escrito por el historiador y novelista ¡ªy tambi¨¦n buceador¡ª Alfonso Mateo-Sagasta sobre la base de la aventura vital del intr¨¦pido madrile?o, da cuenta de cientos y cientos de viajes, de inmersiones, de amistades, de miedos at¨¢vicos y de sobreexcitaciones varias. Un lenguaje de otro planeta para los profanos de la cosa, que somos casi todos. El volumen ofrece tambi¨¦n una exhaustiva clasificaci¨®n de especies y g¨¦neros y una espl¨¦ndida gu¨ªa de lectura en torno a aquellos autores literarios que de cerca o de lejos hicieron un d¨ªa inmersi¨®n en el universo tibur¨®n: Mark Twain, Hemingway, Garc¨ªa M¨¢rquez, Jack London, Melville, Zane Grey, Collodi¡
En la estirpe de los grandes aventureros bajo el mar que un d¨ªa cayeron en el embrujo del monstruo ¡ªlos Andr¨¦ Hartmann, Eugenie Clark, Erich Ritter, Cristina Zenato¡¡ª, Sim¨®n recorre los mares del mundo en busca de los grandes escualos. Lo hace desde que un buen d¨ªa de 1987, en Cayo Piedra (Cuba), vio por primera vez un tibur¨®n en libertad, un inofensivo nodriza que, m¨¢s que un tibur¨®n, a ¨¦l le pareci¨®, asegura, ¡°una bailarina¡±. El instructor de aquel d¨ªa, un cubano de nombre Alside, le previno: ¡°Buceas bien, un d¨ªa te dedicar¨¢s a esto¡±. Acert¨®. Treinta y dos a?os despu¨¦s, aquel mal estudiante amante de la escalada y otros deportes de riesgo y que no sab¨ªa bien qu¨¦ hacer con su vida (hoy es propietario de Hispania, un centro de buceo en Mazarr¨®n, Murcia), explica: ¡°La sensaci¨®n cuando acaricias el lomo de un tibur¨®n tigre que podr¨ªa matarte es indescriptible, es de grandiosidad, admiraci¨®n y respeto¡ Supongo que solo se puede comparar a estar rodeado de toros bravos¡±.
Karlos Sim¨®n sostiene que, cientos y cientos de inmersiones despu¨¦s, el estallido de adrenalina se ha difuminado un poco, ¡°pero jam¨¢s ha desaparecido¡±. Y un detalle: el hombre contempla, entre fascinado y aterrorizado, a la fiera del mar. Pero es muy probable que la sensaci¨®n sea mutua. ¡°Claro, m¨¢s depredador que el hombre no hay¡±. Cada a?o pueden contarse con los dedos de una mano los ataques mortales de tibur¨®n en las playas de Australia, Sud¨¢frica, M¨¦xico o Estados Unidos¡ En cambio, mueren unos 100 millones de tiburones en todo el mundo, cazados, entre otros, por pescadores espa?oles, toda una potencia depredadora en la materia. Y aunque hace a?os que otro Karlos, Argui?ano, sac¨® una estupenda receta de sopa de aleta de tibur¨®n sin aleta de tibur¨®n, esta sigue siendo un preciado bot¨ªn, sobre todo en Jap¨®n y China. Hasta esos pa¨ªses suele viajar para denunciar una barbarie que puede acabar con la extinci¨®n de decenas de especies. ¡°El tibur¨®n es un pez que vive en el mar. El mar es su ambiente. Nosotros somos los invasores¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.