¡°?Hoy toca penal! ?Qui¨¦n nos va a llevar?¡±
Pocas organizaciones organizan visitas de ni?os a la c¨¢rcel a ver a sus padres, algo que se ha demostrado ¨²til para evitar que se conviertan en delicuentes. Una cooperante de Aldeas Infantiles SOS cuenta la experiencia de esta ONG en Per¨²
Al entrar al penal de Ayacucho, es evidente que est¨¢ sobrepoblado, como la mayor¨ªa de las c¨¢rceles en Per¨². Actualmente, hay 2.760 reclusos, un 438% por encima de su capacidad. En este centro penitenciario, viven aproximadamente 200 mujeres y 2.560 hombres. Todos los presos con los que habl¨¦ me dijeron que, al salir libres, quieren ser mejores padres para sus hijos.
Tras pasar la seguridad, entramos en el pabell¨®n de mujeres. Karina nos recibe en la cocina, donde trabaja como cocinera. Junto con su esposo Gilberto lleg¨® al penal de Ayacucho hace siete a?os por tr¨¢fico il¨ªcito de drogas. Ella saldr¨¢ libre en dos a?os y ¨¦l en cinco, pero con tres ni?os esper¨¢ndolos, esto les parece una eternidad.
Sus tres hijos han sido separados por diferentes circunstancias. Mar¨ªa, de 18 a?os, vive en otra ciudad, mientras que Tom¨¢s, de 13, se encuentra en un albergue del Estado. Karina y Gilberto no han visto a sus hijos desde hace varios a?os. Mariela, de seis a?os, es la ¨²nica a la que ven regularmente.
Ella creci¨® en la prisi¨®n hasta que cumpli¨® tres. Luego pas¨® a la Aldea Infantil SOS de Ayacucho, un programa de una organizaci¨®n internacional que ofrece apoyo a ni?os que han perdido el cuidado parental o que est¨¢n en riesgo de perderlo. Uno de cada cuatro de ellos tiene a sus padres en prisi¨®n. Aldeas Infantiles SOS tiene en marcha un convenio desde 2010 con el centro penitenciario para realizar visitas quincenales con los ni?os y desarrollar talleres dos veces al mes con las madres y padres.
Todos me dijeron que, al salir libres, quieren ser mejores padres para sus hijos
En la Aldea de Ayacucho, los ni?os saben exactamente cu¨¢ndo se har¨¢n las visitas y preguntan con impaciencia: "?Hoy toca penal! ?Qui¨¦n nos va a llevar?". No tienen que hacer largas colas para entrar. Durante la visita, es inevitable sentir un nudo en la garganta. Mariela corre a abrazar a su pap¨¢, quien la espera en la puerta junto a los dem¨¢s progenitores. Cuando el guardia abre la puerta, Mariela corre a buscar a su mam¨¢, sabe perfectamente d¨®nde est¨¢ la cocina. Una vez juntos, Karina le sirve la comida que prepar¨® especialmente y Gilberto trae las golosinas y el refresco que compr¨® en la tienda de la prisi¨®n. Durante dos horas, las 15 familias intentan olvidarse de sus circunstancias y disfrutar de la tarde juntos.
D¨ªas antes, pude asistir a unos de los talleres de parentalidad, ofrecidos por la psic¨®loga de Aldeas Infantiles SOS. El tema del d¨ªa era motivaci¨®n versus alabanza. Cada dos semanas se re¨²nen a los padres y madres, normalmente separados en pabellones, para hablar sobre temas como crianza positiva o derechos de la infancia.
Karina se ofrece de voluntaria para todas las din¨¢micas. Dice que quiere aplicar todo lo aprendido para cuando regrese con sus hijos. "El d¨ªa que salga quiero reunir a todos mis hijos en una casa, trabajar para mantenerlos y darles una mejor educaci¨®n, para que sean mejores que yo y no cometan los mismos errores", dice Gilberto.
El 40% de las condenas que se cumplen en esta c¨¢rcel se debe a tr¨¢fico de drogas, seg¨²n las autoridades. La regi¨®n del Vraem, donde se concentra el 70% de la producci¨®n de coca¨ªna del pa¨ªs, est¨¢ solo a cinco horas. Cuando la visitas, te das cuenta de que la implicaci¨®n en tr¨¢fico de estupefacientes o en actividades relacionadas es generalizada. Incluso pens¨¦ que para las personas de la zona debe ser f¨¢cil asumir que no ser¨¢n atrapados, porque todos lo hacen.
Karina y Gilberto aceptan sus errores, pero me doy cuenta de que lo m¨¢s doloroso para ellos es la idea de que sus hijos sufran. Sienten frustraci¨®n y angustia al no saber c¨®mo est¨¢n los dos mayores. ¡°Ac¨¢ hay mucho tiempo para pensar,¡± me dijo una de las madres. Y de hecho, en ocasiones esto les da ansiedad.
Karina, con l¨¢grimas en los ojos, cuenta que hay d¨ªas buenos y d¨ªas malos. Confiesa que a veces se siente derrotada, pero pensar en sus hijos le da fuerza. Las visitas de Mariela le sirven como motivaci¨®n y le ayudan a no olvidar sus metas.
Diversos estudios indican que los ni?os con padres en prisi¨®n tienen hasta cinco veces m¨¢s probabilidades de terminar en la c¨¢rcel y que la actividad criminal de los padres es uno de los pronosticadores m¨¢s fuertes de un delito posterior cometido por el ni?o. Pero la investigaci¨®n tambi¨¦n apunta al hecho de que los ni?os que reciben un acompa?amiento adecuado por parte de sus padres en prisi¨®n tienen menos probabilidades de involucrarse en actividades il¨ªcitas en el futuro.
Sorprendentemente, hay muy pocas organizaciones de cuidado alternativo que realizan visitas a centros penitenciarios. La triste realidad es que, en muchos casos, padres e hijos no se ven por a?os y, cuando finalmente vuelven a estar juntos, son como extra?os entre s¨ª porque se pierde mucho durante este tiempo de separaci¨®n.
Alejandra Kaiser trabaja para Aldeas Infantiles SOS en Am¨¦rica Latina.
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