La quimera de brit¨¢nicos y catalanes
Las negociaciones con la UE han demostrado que reclamar la independencia nacional en un mundo global carece de sentido
Las mentiras no suelen superar la prueba del tiempo. Menos a¨²n si estas se basan en conceptos obsoletos capaces, eso s¨ª, de inflamar los esp¨ªritus. En un mundo globalizado en el que la humanidad ha tejido una mara?a de complejas relaciones, una mayor¨ªa de brit¨¢nicos se dej¨® seducir por una quimera: recuperar la soberan¨ªa nacional.
La realidad es, sin embargo, tozuda y las complicadas negociaciones con la Uni¨®n Europea no solo han evidenciado las falsedades; tambi¨¦n la inviabilidad de una independencia propia del siglo XIX doscientos a?os despu¨¦s. Los j¨®venes brit¨¢nicos demostraron con su mayoritario rechazo al Brexit que conoc¨ªan mejor que sus mayores cu¨¢l es el presente y el futuro de un mundo en el que se desdibujan las fronteras, se juega en grandes bloques y la econom¨ªa, la pol¨ªtica y la cultura llevan tiempo adaptadas a un ecosistema global.
El populismo vive de arengar a las masas con vanas promesas. Recoge r¨¦ditos a corto plazo en las urnas. Pero sus adalides se contradicen desde el primer d¨ªa. Boris Johnson defiende la recuperaci¨®n del ¡°control democr¨¢tico¡± retirando a su pa¨ªs de los ¨®rganos de decisi¨®n de la UE. Al tiempo, dice que no se le puede dar la espalda porque Reino Unido es parte de Europa. La semana pasada, en la reuni¨®n de seguridad de M¨²nich, el ministro de Defensa brit¨¢nico Gavin Williamson aseguraba, mientras su Gobierno negocia el Brexit, que hay que permanecer unidos.
El secesionismo catal¨¢n abraza la independencia de Espa?a y aseguraba en un principio querer que Catalu?a se representara por s¨ª sola ante las instituciones europeas. Busca la plena soberan¨ªa y autodeterminaci¨®n, pero recurre a la tutela de Bruselas y a la de los ¨®rganos jurisdiccionales europeos al tiempo que rechaza al mejor socio comercial de su patria: el resto de Espa?a. A los independentistas, como a los brexiters, las negociaciones reales no les convienen porque ponen al descubierto el sinsentido de caminar contra la historia abrazando el espejismo de la independencia en un mundo en el que ya nadie es se?or de su tierra, en el que se comparte la soberan¨ªa a trav¨¦s de instituciones supranacionales de todo tipo.
Las dificultades de romper lazos con la UE, a la que Londres se uni¨® hace solo 46 a?os, no son comparables a las que se han enfrentado y enfrentan territorios entrelazados durante siglos a una naci¨®n, como la provincia canadiense de Quebec y, por supuesto, Catalu?a. De lograr la independencia, esta devendr¨¢ en la pr¨¢ctica en un formalismo desconectado de la realidad.
La buena noticia es que algunos partidos populistas y euroesc¨¦pticos, como la extrema derecha de Suecia, Francia y Alemania, adem¨¢s de la izquierda gala, han empezado a aparcar sus soflamas de abandonar la UE.
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