Balance provisional
Sea quien sea el inculpado o el testigo, lo judicial debe estar separado de lo pol¨ªtico
El juicio que se sigue en el Tribunal Supremo contra los dirigentes que presuntamente participaron en la declaraci¨®n de independencia de Catalu?a ha entrado en una nueva fase. Tras la declaraci¨®n de los inculpados es el turno de los testigos, algunos de tanta relevancia como el expresidente del Gobierno Mariano Rajoy y destacados miembros de su Gabinete cuando sucedieron los hechos. Hasta el momento, la estrategia de los partidos independentistas dirigida a instrumentalizar el juicio en favor de su causa se ha saldado, m¨¢s all¨¢ de la propaganda ef¨ªmera, con un inequ¨ªvoco fracaso, solo comparable al cosechado por quienes, como el partido ultraderechista Vox ¡ªpersonado en la causa¡ª, aspiran a convertir el procedimiento penal instruido por un tribunal democr¨¢tico en un espect¨¢culo inquisitorial acorde al modelo de sociedad que defienden. Ambos extremos, que han hecho bandera beligerante de su respectiva naci¨®n, se han dado de bruces con el Estado de derecho establecido por la Constituci¨®n de 1978, la solidez de sus instituciones y la inalterabilidad de sus procedimientos.
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El balance provisional de la irresponsable aventura emprendida por las fuerzas independentistas al despreciar la ley en nombre de una democracia que ellas mismas pisotean ¡ªintentando imponer por v¨ªas de hecho el programa secesionista de la minor¨ªa a la mayor¨ªa¡ª tiene en su haber estragos tales como el sustituir la imagen moderna de Catalu?a por la de una comunidad radicalizada, fracturando su sociedad, expulsando a sus empresas m¨¢s din¨¢micas y dejando en evidencia el oportunismo de muchos de sus intelectuales. En ¨²ltimo extremo, las fuerzas independentistas han desencadenado tambi¨¦n la espiral que amenaza con arrastrar al conjunto de Espa?a hacia el debate esencialista que inspir¨® las p¨¢ginas m¨¢s est¨¦riles de su historia. Porque en ese debate, hoy lo mismo que ayer, solo pueden prosperar los partidos y los l¨ªderes ¡ªtambi¨¦n los ide¨®logos¡ª que carecen de escr¨²pulos para apelar a los peores instintos.
Pero, aunque provisional, el balance no estar¨ªa completo si no incluyera la creciente banalizaci¨®n de comportamientos inaceptables en las relaciones entre representantes p¨²blicos. Invocar como excusa el juicio que se sigue en el Tribunal Supremo para no prestar las atenciones debidas al jefe de Estado, seg¨²n hicieron el presidente de la Generalitat, Quim Torra, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, durante la celebraci¨®n del Mobile World Congress en esa ciudad, demuestra en qu¨¦ poco estiman la dignidad institucional que tienen encomendada. Porque si lo que pretendieron con su gesto era expresar una protesta, incurrieron en el error, a la vez ¨¦tico y est¨¦tico, de confundir la manifestaci¨®n de la discrepancia con la groser¨ªa, inconcebible desde las m¨¢s elementales convicciones democr¨¢ticas. Pero si lo que buscaron fue influir sobre el Tribunal Supremo, intentando compensar con la inevitable visibilidad internacional de su desplante al Rey la escasa convocatoria de unas manifestaciones y una huelga general dirigidas expresamente a hacerlo, el error fue todav¨ªa m¨¢s grave, porque vuelve a demostrar el desprecio a la separaci¨®n de poderes que parece estar instal¨¢ndose en las instituciones constitucionales de Catalu?a.
La comparecencia del expresidente Rajoy como testigo en el juicio contra los dirigentes independentistas es, sin duda, la de un l¨ªder al que cabe reprochar incontables errores en la gesti¨®n pol¨ªtica de la crisis territorial en Catalu?a, como tambi¨¦n a aquellos de sus colaboradores que ser¨¢n interrogados en sesiones sucesivas. Pero en ning¨²n caso eso es lo que se juzga en el Tribunal Supremo ni lo que autoriza a interferir desde fuera de la sala en la labor que los jueces desarrollan en el interior. La frontera entre lo judicial y lo pol¨ªtico debe permanecer infranqueable como hasta ahora, sean quienes sean los inculpados, pero tambi¨¦n sean quienes sean los testigos.
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