Dejarte ciego
La pol¨ªtica actual parece empe?ada en lograr que se odien los hombres con las mujeres, los de aqu¨ª con los de all¨¢, los taurinos con los que tienen perro y los que van al gimnasio con los que escuchan a Bach
La ¨²ltima sesi¨®n del Congreso dej¨® im¨¢genes inhabituales. Se desped¨ªa la legislatura que nunca debi¨® existir. Esa anomal¨ªa que contuvo una repetici¨®n de elecciones, adem¨¢s de un a?o sin formar Gobierno, y finalmente la reelecci¨®n de Mariano Rajoy como presidente a costa del sacrificio del l¨ªder de la oposici¨®n a manos de su propio partido. Ese mismo l¨ªder que regres¨® para precipitar una moci¨®n de censura y un Gobierno de nueve meses que cierra el cap¨ªtulo. La palabra incapacidad define las carencias para alcanzar pactos, entendimientos que no sean traiciones ni sumisiones.
Para entenderse con el otro hay que ser doblemente inteligente. Lo asombroso de la sesi¨®n final fue el aplauso cerrado y generoso de todos los grupos con la presidenta de la C¨¢mara, Ana Pastor, candidata a encabezar su partido cuando la cordura retorne. Tambi¨¦n los abrazos entre rivales, la confianzuda conversaci¨®n noble entre muchos de ellos, el reconocimiento de una sinton¨ªa oculta. Se reprodujo la misma rara impresi¨®n que se despierta cada vez que Felipe Gonz¨¢lez y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar comparten una charla o una conferencia presidida por el respeto entre ellos y el buen talante. La pregunta es: ?c¨®mo es esto posible?
A juzgar por el discurso pol¨ªtico inflamado de las ¨²ltimas semanas, la enemistad es inalterable. Se desprecian y tambi¨¦n se insultan, unos m¨¢s que otros, bien es cierto. Y transmiten con empe?o a la ciudadan¨ªa que los pactos entre ellos ser¨¢n imposibles, que las diferencias son de tal envergadura que un pa¨ªs como Espa?a no es lo suficientemente grande para que convivan esas distintas sensibilidades ideol¨®gicas. Pero al mismo tiempo hay fugas de un partido a otro cuando personalidades no encuentran la escalera de subida en los organigramas de su agrupaci¨®n. Y a diario vemos eludir responsabilidades a quienes las detentan por razones de mera supervivencia.
Habr¨¢ pactos al d¨ªa siguiente si la aritm¨¦tica electoral lo precisa. Entonces, ?a qu¨¦ viene esta atm¨®sfera insufrible? Los votantes de Aznar y de Gonz¨¢lez siguen m¨¢s enfrentados que ellos mismos. Se fabrican ciudadanos incompatibles que se ense?an los dientes de una acera a la otra, de un balc¨®n al otro. Se agitan las banderas para separarnos y hasta en las discusiones de tr¨¢fico se blanden argumentos pol¨ªticos, bicicleta contra coche, peat¨®n contra patinete, t¨² o yo.
La pol¨ªtica actual parece empe?ada en lograr que se odien los hombres con las mujeres, los de aqu¨ª con los de all¨¢, los taurinos con los que tienen perro y los que van al gimnasio con los que escuchan a Bach. Todo eso es una puesta en escena de los odios m¨¢s rentables. La locomotora electoral est¨¢ alimentada por un combustible obsceno que se derrama por las calles, por los salones, a trav¨¦s de tertulias sostenidas con aspavientos y no con argumentos, por dicotom¨ªas imposibles donde has de decidir si prefieres matar a pap¨¢ o a mam¨¢. Muy ciegos hemos de estar para no escapar de ese bochornoso juego. Pero se estimula la ceguera. Nos lanzan ¨¢cido a los ojos. Nos sacuden donde m¨¢s duele. Sentimos la espuela en el lomo. Somos caballos con anteojeras, galgos tras liebres, ratones hambrientos de queso rancio. Pero en realidad somos los due?os de todo esto. Necesitamos que nos muestren las diferencias evidentes entre unas pr¨¢cticas pol¨ªticas y otras, pero que lo hagan al mismo tiempo que exhiben su profesionalidad, su capacidad de acuerdo, su din¨¢mica flexible y su talento para no transformar en algo personal lo que solo es una rivalidad saludable. D¨¦jennos convivir.
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