Sherezades de la pol¨ªtica
Las voces femeninas que suenan m¨¢s fuerte en Argentina son las de las legisladoras que denuncian la corrupci¨®n
?Qu¨¦ somos las mujeres en la pol¨ªtica: un remedo, la sombra del poder masculino o Sherezades que con la palabra que se nos negaba arrullamos a los hombres en el espacio p¨²blico? Es lo que me pregunto desde que acept¨¦ integrar la tercera parte de la representaci¨®n parlamentaria de mi pa¨ªs, favorecida por la obligaci¨®n de incluir una mujer cada dos candidatos hombres. La llamada ley de cupo que critiqu¨¦ como periodista por la arraigada costumbre de incluir en las listas electorales a las esposas, las hijas, las amantes. Como sucede con las arrogancias, termin¨¦ burlada. Sin ese impulso democratizador, la incorporaci¨®n de las mujeres a la vida p¨²blica habr¨ªa tomado m¨¢s tiempo. Con las elecciones de este a?o, estrenaremos la flamante ley de paridad que dividir¨¢ entre hombres y mujeres las bancas del Congreso de Argentina.
Entre aquella resistida ley de cupo durante el Gobierno de Carlos Menem a esta otra del Gobierno de Mauricio Macri han pasado tan solo 27 a?os. Un soplo hist¨®rico que pone a Argentina entre los pa¨ªses de mayor representaci¨®n parlamentaria en la regi¨®n, atravesado culturalmente por matrimonios pol¨ªticos, desde Eva Per¨®n hasta Cristina Kirchner, sin olvidar a Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez, la viuda de Per¨®n que gobern¨® a la muerte de su marido y se convirti¨® en la primera mujer presidenta en el mundo en 1974 y con su catastr¨®fico gobierno le dio la raz¨®n a los que contraponen la idoneidad a los reclamos de igualdad. Si no fuera por la tragedia hist¨®rica de la dictadura de Jorge Videla, las argentinas podr¨ªamos ironizar: ¡°La verdadera igualdad va a existir cuando las mediocres tambi¨¦n sean ministros¡±.
En Argentina hay que aprender a dudar. Nada es lo que parece. Dos mujeres presidentas y la mayor representaci¨®n parlamentaria no siempre signific¨® un avance democr¨¢tico. El ca¨®tico Gobierno de Isabel Per¨®n le abri¨® las puertas al golpe militar, que por su brutalidad arroj¨® a las plazas p¨²blicas a las mujeres del pa?uelo blanco que increparon al poder militar para conocer el paradero de sus hijos desaparecidos. Las madres en duelo dominaron el espacio p¨²blico. Somos deudores de esa gesta conmovedora.
El sufragio femenino fue impulsado en el inicio del siglo pasado. La primera mujer que vot¨® fue Julieta Lanteri, en 1911. Despu¨¦s se lo prohibi¨® con astucias, como que en el padr¨®n electoral solo pod¨ªan figurar quienes se registraban en el servicio militar. En 1951 votaron masivamente las mujeres para la reelecci¨®n de Per¨®n. Por eso el sufragio femenino se le adjudica a Eva Per¨®n.
Sobrevive el modelo de las mujeres nacidas a la pol¨ªtica del soplo de una costilla poderosa, el caudillo, especialmente en provincias pobres
En los a?os setenta, cuando las europeas tiraban los corpi?os en la plaza p¨²blica en se?al de rebeld¨ªa, en las universidades argentinas los muchachos peronistas cantaban: ¡°Mujeres son las nuestras, las dem¨¢s est¨¢n de muestra¡±. Las otras eran las burguesas y las comunistas, las bolches. Un sectarismo que llega hasta nuestros d¨ªas.
Al ingresar en la cuarta d¨¦cada democr¨¢tica, con una vicepresidenta, una gobernadora en la provincia de Buenos Aires y tres mujeres m¨¢s al frente de los Gobiernos de Tierra del Fuego, Santa Cruz y Catamarca, las ministras son escasas y faltan en las c¨²pulas de los poderes en los que son mayor¨ªa, como en las universidades o los tribunales. Sobrevive el modelo femenino de las mujeres nacidas a la pol¨ªtica del soplo de una costilla poderosa, el caudillo, especialmente en las provincias m¨¢s pobres y atrasadas. Pero en las plazas p¨²blicas ya no hay mudez. Las poderosas marchas del silencio han dado lugar a bulliciosas j¨®venes que se autodefinen ¡°las nietas de las brujas que no pudieron matar¡±, exhiben en la calle el pa?uelo verde por la legalizaci¨®n del aborto y lanzan ese grito de vida, ¡°ni una menos¡±, para protestar contra esa pandemia universal, los femicidios y la violencia contra la mujer por aquellos que dicen amarlas.
Gritos que se hacen o¨ªr en el Congreso: el 70% de los proyectos presentados por las legisladoras son para aumentar las penas contra los violadores y los femicidios. Seg¨²n el primer informe oficial, en 2017 se cometieron 306 femicidios, que son el 13% del total de v¨ªctimas de homicidios. No as¨ª para el aborto, rechazado el a?o pasado en el Senado.
Somos m¨¢s, pero la pol¨ªtica sigue siendo un juego de hombres. No hay Sherezades que con sus palabras aquieten las pasiones, modifiquen la cultura pol¨ªtica y tiendan puentes para superar la grieta, como se llama en Argentina a la polarizaci¨®n ideol¨®gica. Las voces femeninas que suenan m¨¢s fuerte son las de las legisladoras que denuncian la corrupci¨®n. O las que imprecan. Inteligentes como Sherezade salvan sus vidas pero lejos est¨¢n de usar la palabra p¨²blica en defensa de las que todav¨ªa susurran y sufren en la alcoba. Si primero fue el verbo, parafraseando a Neruda, en Argentina las primeras palabras femeninas todav¨ªa est¨¢n bajo la atm¨®sfera del miedo y los gemidos. Resta que el sistema de la palabra, la democracia, las saque del lugar de las v¨ªctimas y las incorpore como aut¨¦nticas ciudadanas.
Norma Morandini es periodista, escritora, fue diputada y senadora independiente en Argentina.
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