Ellas llevan raz¨®n
El empe?o por desgajar la reivindicaci¨®n de igualdad de la mujer de una din¨¢mica de progreso en las costumbres y las mentalidades avisa sobre las dificultades para seguir avanzando con tino en este asunto
Me temo que el asesinato de tres mujeres a manos de hombres con los que compart¨ªan la vida en las horas posteriores a la reivindicaci¨®n femenina del 8 de marzo confirma la pertinencia de esta explosi¨®n anual de orgullo y rabia en Espa?a. De hecho, la expresi¨®n compartir la vida ya evidencia algunos de los sutiles carriles de la dominaci¨®n mental. Uno comparte la vida con todos los seres del planeta, no la comparte con su c¨®nyuge, con quien puede que comparta un proyecto, unas obligaciones, unas responsabilidades y hasta unas emociones, pero no la vida. En los tres cr¨ªmenes recientes se sigue el patr¨®n del asesinato vil con un intento de suicidio posterior por parte del agresor. Como si quitarse la vida tras arrebat¨¢rsela a quien no es propiedad tuya te devolviera algo de dignidad. Errores de apreciaci¨®n psicol¨®gica que complican la lucha contra este veneno social. Pero no todos los errores est¨¢n en el cerebro de los asesinos. Como hemos visto por las disputas dial¨¦cticas de estas semanas y el avance del neomachismo en toda Europa, la primera urgencia en una crisis consiste en diagnosticar el mal. El empe?o por desgajar la reivindicaci¨®n de igualdad de la mujer de una din¨¢mica de progreso en las costumbres y las mentalidades avisa sobre las dificultades para seguir avanzando con tino en este asunto.
La palanca pol¨ªtica que han encontrado los l¨ªderes reaccionarios en el malestar de ciertos hombres ante la potencia de la reivindicaci¨®n feminista nos ayuda a localizar parte del problema. Cuando caminas hacia adelante existe una fuerza oculta, muchas veces subconsciente, que te obliga a frenar, a dar dos pasos atr¨¢s para reconfirmarte en la senda, en la disposici¨®n. Estamos en ese paso atr¨¢s, es como todo hoy, un paso atr¨¢s global. No hay que temerlo, parte de un razonamiento de supervivencia ante el riesgo, pero hay que combatirlo sin ocultarse. La mejor noticia de las manifestaciones en Espa?a durante la fiesta del 8-M ha sido la presencia masiva de j¨®venes. Cada d¨ªa son m¨¢s conscientes de que se est¨¢n jugando un futuro que les pertenece. Y adem¨¢s lo hacen en el contexto m¨¢s agresivo de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Las redes sociales, al contrario de liberar a los individuos, dotan de representaci¨®n a las voces m¨¢s viscerales y enfermizas. Y para completar el panorama hay dos ramas del periodismo que se han expandido hasta te?ir el resto de secciones con sus peores vicios. F¨²tbol y cotilleo han quebrado la resistencia del oficio period¨ªstico contra el resultadismo, el fanatismo, la invasi¨®n de la intimidad y el juicio moral c¨ªnico. Una mal¨ªsima noticia para la profesi¨®n.
Esta semana hemos visto otro episodio que a¨²na las dos ramas de este ¨¢rbol podrido. Una chica ten¨ªa una relaci¨®n con el portero del Real Madrid y se ha convertido en el objetivo primordial del odio, la chanza, el castigo y el se?alamiento. La glosa constante y enfermiza de las conquistas sexuales de los futbolistas propaga la idea de que los hombres poseen a las mujeres. A¨²n peor, en la informaci¨®n rosa hay una constante criminalizaci¨®n de la mujer libre, una sutil condena de quien osa eludir las convenciones. Las chicas marcadas, que antes eran patrimonio de la aldea maledicente, son hoy protagonistas de la cr¨®nica social con id¨¦ntico grado de ensa?amiento, de represi¨®n general por persona interpuesta. El asco ante estas situaciones, la rabia ante los cr¨ªmenes, el estupor ante las coartadas dial¨¦cticas de las maniobras electoraloides del voto por testosterona, son una gu¨ªa para persistir en la lucha.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.