Gu¨ªa personal de los restaurantes portugueses m¨¢s atractivos a orillas del Tajo
Elegir un local para disfrutar del placer de comer o cenar junto al r¨ªo no es sencillo: no existe mucha oferta y hay que andarse con ojo
Lisboa es una ciudad donde las calles acaban en r¨ªo. Y los turistas, tambi¨¦n. Es ¨²nico el espect¨¢culo de sentarse a comer algo a los pies del agua, por la ma?ana de color de plata, por la tarde del color de las praderas. Pese a tal placer, en los 17 kil¨®metros de la ribera lisboeta, de Bel¨¦m al Parque de las Naciones, m¨¢s los de la otra orilla, no abundan los restaurantes. Antes del bum tur¨ªstico de esta d¨¦cada, se pod¨ªan contar los locales con los dedos de la mano. Ahora hay bastantes m¨¢s, ha aumentado mucho la oferta y a¨²n m¨¢s los precios, pero no tanto la calidad. Hay que andarse con cuidado.
La selecci¨®n que presento en este post es personal, primando la calidad de la comida, el panorama y el ambiente, agradable. Se descartan los lugares ruidosos, los que sirven cervezas en jarrones y los que, a¨²n siendo seguros, te atracan. Excepto para un apuro, desecho la cadena Portugalia, tambi¨¦n los artificialmente caros, como Caf¨¦ In; por supuesto me alejo de los que ¡®dan de comer¡¯ sabiendo que su cliente dif¨ªcilmente volver¨¢, y al final me quedo con un pu?ado de calidad correcta, a precios asumibles y de trato agradable. En todos ellos me he sentado m¨¢s de dos veces y los recuerdo gratamente:
Darwin¡¯s (2006). El m¨¢s tranquilo de todos, por dos motivos: es el restaurante de la Fundaci¨®n Champalimaud, dedicada a la investigaci¨®n m¨¦dica y se ubica donde Lisboa pierde su nombre y el r¨ªo se hace mar. Garantiza silencio, tranquilidad, buena cocina y un precio aceptable (entorno a 40 euros). El ¨²nico restaurante de la ciudad con m¨¢s cient¨ªficos que turistas.
? Margem (2006). Al lado del pretencioso Altis Bel¨¦m se encuentra este chiringuito con forma de container di¨¢fano, luminoso por todo su cubo. Agradable en su zona interior y en la exterior para tomarse un bocadillo y otros temtempi¨¦s, frecuentado por gente guapa. Unos 20 euros.
Club Naval de Lisboa. Un cl¨¢sico del club fundado en 1892. Situado junto al muelle de Bom Sucesso, ofrece pescados a la parrilla y ensaladas variadas mientras se contempla la salida o llegada de las regatas. En torno a 40 euros.
Rui dos Pregos Docas (2014). Restaurante sin ¨ªnfulas situado en la marina de Santo Amaro. Su especialidad son los bocatas de ternera con ajos machacados (que se pueden retirar) y la ensalada de pulpo. Barato y en inmejorable situaci¨®n, por lo que hay colas a las horas punta. Unos 10 euros.
?ltimo Porto. Se esconde entre una monta?a de contenedores y una terminal mar¨ªtima desgraciadamente cerrada (con murales maravillosos de Almada Negreiros). Su p¨²blico era el de los trabajadores pr¨®ximos, ahora hay m¨¢s turistas, aunque sigue reinando la clientela local que busca el mejor pescado al carb¨®n y la patata m¨¢s sabrosa. Unos 25 euros.
Casanova (2000). Junto a la estaci¨®n ferroviaria de Santa Apol¨®nia se encuentra la, para muchos ¡ªy para m¨ª¡ª, mejor pizzer¨ªa de Lisboa. Adem¨¢s, el lugar es agradable, el servicio ¨¢gil y su terraza se extiende al pie del r¨ªo. Unos 20 euros.
Bica do Sapato (1999). Tambi¨¦n frente a Santa Apol¨®nia, desde su inauguraci¨®n ¡ªcon el respaldo del actor y socio John Malkovitch¡ª atrajo a la gente guapa de la ciudad y a los famosos extranjeros que entonces llegaban para ver y ser vistos. Adem¨¢s, se com¨ªa bien. Despu¨¦s decay¨® en fama y gastronom¨ªa, pero ¨²ltimamente vuelve a coger vuelo su cocina. Cocina modernilla con tendencia m¨¢s al adorno que a la sustancia. Unos 45 euros.
Atira-te ao rio (1990). Cogemos el ferri a Cacilhas para cambiar de orilla. Llegamos y aunque all¨ª mismo nos salga el restaurante tradicional O farol, seguimos hacia la derecha, entre el agua y edificios en ruina. Cuando se empieza a dudar de si es aqu¨ª, aparece, como por arte de magia, Atira-te ao rio, con sus mesitas azules al borde del agua y las mejores vista de Lisboa desde el otro lado. Una pareja de espa?oles, cuando eran veintea?eros, tuvo la visi¨®n de que aquel lugar inh¨®spito podr¨ªa ser un sitio ¨²nico alg¨²n d¨ªa. Y lo es, por su panorama y por su men¨², alejado de la moda de plato grande y comida peque?a. Las raciones son potentes y de calidad. Unos 25 euros.
Ponto final. Nombre acertado, despu¨¦s no hay nada. Vecino del anterior restaurante, goza del mismo privilegiado paisaje y de una m¨ªnima playita para que jueguen ¡ªy no se ba?en¡ª los ni?os. Destaca por sus arroces. Unos 25 euros.
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