P¨¢vlov no tuvo un solo perro
Para demostrar los reflejos condicionados, el fisi¨®logo ruso trabaj¨® con numerosos canes, a los que consider¨® parte indispensable de su equipo. En 1935 se levant¨®?un monumento para recordarlos.
POR UNA INJUSTICIA de la historia, cuando nos referimos a los experimentos que realiz¨® el fisi¨®logo ruso Iv¨¢n P¨¢v?lov siempre hablamos del famoso perro con el que demostr¨® la existencia de los reflejos condicionados. La realidad es que no hubo un perro de P¨¢vlov, sino que fueron muchos.
Como siempre en ciencia, todo empez¨® con una observaci¨®n. Cuando acercas la comida al hocico de un perro, el animal empieza a salivar. Sin embargo, la producci¨®n de saliva puede suceder sin que el perro entre en contacto con la comida; a veces es suficiente con que la huela. Lo que llam¨® la atenci¨®n de P¨¢vlov fue que los perros salivaban sin necesidad de olerla, simplemente con la presencia de la persona que les tra¨ªa la comida. Eso le llev¨® a postular que el reflejo de salivaci¨®n pod¨ªa condicionarse y manipularse a voluntad, de forma que un est¨ªmulo cualquiera pudiera provocar la salivaci¨®n. P¨¢vlov estaba muy influido por el trabajo de Sechenov, un fisi¨®logo ruso que, en su obra Los reflejos cerebrales, hab¨ªa postulado que este no era m¨¢s que una m¨¢quina extraordinariamente compleja y que todas las conductas humanas se basaban en reflejos; es decir, en movimientos musculares desencadenados por se?ales registradas por los sentidos. Esta hip¨®tesis no era del todo nueva, ya que en el siglo XVII Ren¨¦ Descartes hab¨ªa hablado de los organismos como m¨¢quinas fisiol¨®gicas.
P¨¢vlov hizo otra interesante observaci¨®n. Si lo que le acerc¨¢bamos al hocico no era un alimento, sino algo desagradable como aceite de mostaza, sal o un ¨¢cido d¨¦bil, el perro tambi¨¦n salivaba, pero en este caso la excreci¨®n era b¨¢sicamente agua para diluir lo que le parec¨ªa desagradable, de la misma forma que salivaba m¨¢s con un trozo de pan seco que con uno de carne. Eso supon¨ªa que su respuesta fisiol¨®gica se adaptaba a las caracter¨ªsticas del alimento. Dise?ar los experimentos para tratar de condicionar estos reflejos naturales no fue tarea f¨¢cil. Para poder evaluar la producci¨®n de saliva, a P¨¢vlov se le ocurri¨® una sencilla operaci¨®n quir¨²rgica, que consist¨ªa en derivar la salida de una gl¨¢ndula salival a la mejilla o a la barbilla del animal y, mediante un enganche, ajustar una probeta para poder cuantificar y analizar la producci¨®n de saliva. De esa manera pudo asociar diferentes est¨ªmulos ajenos al perro con la aparici¨®n de alimento y evaluar si era posible condicionarlo para que asociara esos est¨ªmulos a la comida y produjera saliva sin la presencia de ella, algo que efectivamente pas¨®. Como est¨ªmulos condicionantes, P¨¢vlov utiliz¨® la rotaci¨®n de objetos, metr¨®nomos, silbatos, timbres, diapasones y bocinas. As¨ª, despu¨¦s de un entrenamiento, el animal asociaba esos elementos con la presencia de comida y produc¨ªa saliva sin que le ofrecieran alimento alguno. Parece ser que el cient¨ªfico casi nunca utiliz¨® una campana, a pesar de que cuando se narra este experimento se suele hacer referencia a que los perros salivaban al o¨ªrla.
P¨¢vlov fue pionero en anestesiar a los animales antes de someterlos a un proceso doloroso
Lo que no suele recogerse en los libros de historia de la ciencia es que P¨¢vlov, adem¨¢s de ser un pionero en el estudio del sistema nervioso y de la psicolog¨ªa experimental, lo fue en otro campo: en el trato ¨¦tico a los animales de experimentaci¨®n. En una ¨¦poca en la que no hab¨ªa ninguna ley de bienestar animal y cualquier maltrato estaba permitido, ¨¦l fue pionero en anestesiar a los animales antes de someterlos a cualquier proceso que pudiera ser doloroso, y en evitar vivisecciones o dolor innecesario. De hecho, siempre consider¨® a sus perros parte indispensable de su equipo, y gracias a eso conocemos el nombre de muchos: Mancha, Comadreja, Halc¨®n, Gitano, etc¨¦tera. Hacia el final de sus d¨ªas, sus alumnos le regalaron a P¨¢vlov un ¨¢lbum con 40 fotos de sus perros, y en 1935 fue erigido un monumento al perro en su centro de investigaci¨®n: una figura central sobre un pedestal adornado con ocho bustos de perros de cuyas bocas, a modo de saliva, manaban chorros de agua. Como dijo el propio P¨¢vlov: ¡°Perm¨ªtase que el perro, el ayudante y amigo del hombre desde tiempos prehist¨®ricos, se ofrezca a s¨ª mismo como sacrificio a la ciencia. Pero nuestra dignidad humana nos obliga a garantizar que esto se produzca siempre sin dolor innecesario¡±.?
Torre del silencio
Con su sistema experimental, P¨¢vlov pudo demostrar que si hab¨ªa un retraso entre la se?al y la aparici¨®n del alimento, los perros pod¨ªan detectarla y retrasar la salivaci¨®n, o que notaban cambios de intensidad y tono, reconoc¨ªan melod¨ªas y eran capaces de diferenciar si un objeto rotaba hacia un lado o hacia el otro. Tambi¨¦n se dio cuenta de que los perros pod¨ªan despistarse por la ropa que llevaba el experimentador o si el experimento se realizaba en el suelo o encima de una mesa, por lo que acab¨® dise?ando una "torre del silencio" para observar el comportamiento de los animales. En ella, los perros eran observados por periscopios sin contacto con ning¨²n humano, como en una casa del programa Gran Hermano.
J.M. Mulet es bioqu¨ªmico y divulgador.
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