Gente corriente y democracia
La ola populista reclama una mayor presencia del pueblo en la toma de decisiones. Pero lo que se presenta como un empoderamiento puede acabar siendo una ficci¨®n
Cada vez que se ha producido una ola populista donde se presentaba al pueblo como fuente de todas las virtudes y se reclama una mayor presencia de ¨¦ste en la toma de decisiones, se ha hecho ¨¦nfasis en la participaci¨®n directa de la sociedad a trav¨¦s de distintos mecanismos (primarias, refer¨¦ndum¡). Ello implica trasladar la relaci¨®n triangular de poder que puede existir en una democracia representativa entre los representantes, los representados y los l¨ªderes, a una relaci¨®n bilateral entre dirigentes y ciudadan¨ªa. Los representantes dejan de tener la relevancia que ten¨ªan, puesto que todo se fundamenta en un v¨ªnculo directo entre el l¨ªder y el pueblo. Es decir, las olas populistas acaban defendiendo que s¨®lo la ciudadan¨ªa puede controlar a sus dirigentes sin necesidad de ¨®rganos interpuestos o de representaci¨®n, lo que elimina los controles horizontales [los checks and balances o pesos y contrapesos].
En los nexos directos entre los l¨ªderes y la ciudadan¨ªa siempre emergen ¡°emprendedores pol¨ªticos¡± que no son elegidos democr¨¢ticamente
Lo que sabemos por la experiencia y por la literatura es que esta relaci¨®n bilateral se basa en una ficci¨®n. En los nexos directos entre los l¨ªderes y la ciudadan¨ªa siempre emergen ¡°emprendedores pol¨ªticos¡± que no son elegidos democr¨¢ticamente, pero que pasan a tener un papel fundamental. ?Qu¨¦ significa esto? Gran parte de la ciudadan¨ªa no dispone del tiempo suficiente para formarse una opini¨®n cualificada sobre diferentes materias, por lo que los ¡°int¨¦rpretes¡± de la realidad pasan a tener un papel fundamental. Aqu¨ª entrar¨ªan, por ejemplo, los medios de comunicaci¨®n. Pero en este espacio de ¡°emprendedores pol¨ªticos¡± tambi¨¦n se encuentran los grupos de inter¨¦s, en muchos casos con intereses econ¨®micos poderosos y que pueden condicionar la formaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica. Puesto que los ciudadanos no disponen de los recursos suficientes para conformarse una opini¨®n sobre los asuntos m¨¢s diversos, los creadores de opini¨®n pasan a ser los verdaderos intermediarios. Los representantes elegidos democr¨¢ticamente ocupan una posici¨®n secundaria (cuando no son descalificados y apartados bajo el argumento de que no representan a la ciudadan¨ªa), y los int¨¦rpretes de la realidad son los que median entre el l¨ªder y el pueblo.
Aqu¨ª se abre un debate apasionante: ?somos m¨¢s manipulables ahora que hace varias d¨¦cadas o siglos? En un reciente ensayo, el popular historiador Yuval Noah Harari argumentaba que, gracias a los conocimientos actuales en biolog¨ªa, datos e inform¨¢tica, el ser humano es mucho m¨¢s manipulable que en cualquier etapa de la humanidad. (¡) Sin tratar de resolver el debate que plantea Harari, la cuesti¨®n es que sus argumentos refuerzan la idea de que los generadores de opini¨®n e int¨¦rpretes de la realidad siempre han tenido un papel fundamental en nuestras sociedades. Si eliminamos a los intermediarios entre la ciudadan¨ªa y los l¨ªderes, estos int¨¦rpretes ser¨¢n mucho m¨¢s poderosos.
En definitiva, lo que se presenta como una regeneraci¨®n democr¨¢tica y el empoderamiento del hombre medio puede acabar siendo una ficci¨®n, puesto que los representantes acaban cediendo el poder de decisi¨®n e interpretaci¨®n de la realidad a ¡°emprendedores pol¨ªticos¡± que no tienen un origen democr¨¢tico. Las olas populistas, al contrario de lo que sus defensores argumentan, acaban debilitando a la ciudadan¨ªa y empoderando a poderes no elegidos democr¨¢ticamente. Debilitar a los representantes y a la idea de representaci¨®n en defensa del control directo por parte del pueblo es uno de los caminos que conducen al debilitamiento del hombre medio en su ejercicio democr¨¢tico.
Aunque se plantean como una pr¨¢ctica de empoderamiento de la ciudadan¨ªa, finalmente el empoderado es el que tiene recursos para el ejercicio de la pol¨ªtica.
Retroceder en la idea de representaci¨®n acaba socavando los principios de la democracia: el hombre medio deja de gobernarse a s¨ª mismo para estar gobernado por agentes y grupos no elegidos democr¨¢ticamente.
El segundo de los problemas tiene que ver con la nueva concepci¨®n de la democracia, que sirve como base para legitimar una nueva forma de hacer pol¨ªtica. Dicen sus defensores que debemos ser ambiciosos a la hora de llegar a todo el mundo, pues nadie puede verse privado de nuestro relato. Adem¨¢s, el objetivo debe ser lo m¨¢s convincente posible con las amplias mayor¨ªas, muchas de ellas alejadas de la pol¨ªtica y muy poco informadas. Con este fin se ha desarrollado una forma de hacer pol¨ªtica m¨¢s centrada en las im¨¢genes, en perjuicio de los argumentos.
Frente al ideal republicano de democracia que pone un especial ¨¦nfasis en la deliberaci¨®n como fuente de informaci¨®n y capacidad de convencimiento, las nuevas formas de hacer pol¨ªtica han dado paso a las im¨¢genes como instrumentos de seducci¨®n. La democracia se vac¨ªa de contenido al presuponer que el hombre medio no est¨¢ preparado para ella, puesto que s¨®lo responde a las im¨¢genes y no a la reflexi¨®n con contenido. (¡)
Se ha desarrollado una forma de hacer pol¨ªtica m¨¢s centrada en las im¨¢genes, en perjuicio de los argumentos
Se sigue presentando al hombre medio como alguien poco preparado para el ejercicio de la democracia, pues en la medida en que tiene poco inter¨¦s por la pol¨ªtica y carece de informaci¨®n suficiente, es mejor dirigirse a ¨¦l sin argumentos, y s¨®lo con emociones e im¨¢genes. Su papel, por lo tanto, no es el de la reflexi¨®n o la deliberaci¨®n, sino mucho m¨¢s primario.
En el fondo, quienes sostienen estas ideas parten de la base de la escasa capacidad de la gente corriente para ejercer su papel de ciudadano de forma efectiva y completa, por lo que son considerados objetos f¨¢cilmente manipulables. De hecho, con el auge de las nuevas tecnolog¨ªas, esta argumentaci¨®n est¨¢ cada vez m¨¢s extendida, y es muy frecuente escuchar a analistas y asesores enfatizar el poder de la imagen frente a la capacidad de las ideas, las emociones frente a los argumentos.
Esta visi¨®n de la pol¨ªtica y del hombre medio cae en el error que trat¨® de denunciar en numerosas ocasiones Isaiah Berlin. Muchos confunden las protestas, los intelectuales o la gente formada con la intelligentsia, pero lo cierto es que son cosas muy distintas. Podemos encontrarnos gente muy educada en los mejores centros o grandes movilizaciones que defiendan con vehemencia cosas irracionales o el statu quo. Para Berlin, ser miembro de la intelligentsia significaba combinar ¡°la creencia en la raz¨®n y en el progreso y de una profunda preocupaci¨®n moral por la sociedad¡±. Por lo tanto, las virtudes c¨ªvicas que nos hacen ciudadanos completos en una democracia no es tener una gran sabidur¨ªa o haber le¨ªdo grandes cantidades de libros, sino poseer una concepci¨®n de la sociedad fundamentada en un conjunto de valores como la raz¨®n, el progreso y la moral. Ser ciudadano en una democracia no es una cuesti¨®n de conocimientos, sino de valores.
Ignacio Urquizu es profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid y exdiputado del PSOE por Teruel. Autor de ¡®La crisis de representaci¨®n en Espa?a¡¯, este texto es un fragmento de su nuevo libro, ¡®?C¨®mo somos? Un retrato robot de la gente corriente¡¯ (Deusto), que se publica el 2 de abril.
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