Medio sueldo por cinco velas, as¨ª se vive sin luz en Caracas
No hay luz ni esperanza en Caracas, donde los repetidos apagones ti?en de drama la vida diaria de la gente
CRISTINA ESPERA mi llamada a las 17.45, hora de Venezuela. El tiempo que demora en teclear ?basta para que la conversaci¨®n se vaya al traste. Por tercera vez en lo que va de semana, la luz se ha ido. Yo vivo en Madrid, ella en ?Caracas, pero entre ambas se despliega una noche que los venezolanos comienzan a saberse de memoria. El poeta Vicente Gerbasi la cincel¨® con sus versos. ¡°Venimos de la noche y hacia la noche vamos¡±.
No volver¨¦ a saber de Cristina, la bi¨®loga, en dos d¨ªas. Sin energ¨ªa el¨¦ctrica el servicio telef¨®nico desa?parece, tambi¨¦n la conexi¨®n a Internet y el suministro de agua. La gente deambula por las calles con botellas vac¨ªas buscando donde llenarlas. En una ciudad apagada, los hombres y las mujeres se asoman a los balcones y gritan en la oscuridad. Lo hacen sin prop¨®sito ni esperanza. Lo hacen porque est¨¢n exhaustos y hambrientos.
Hace unas semanas colaps¨® la central hidroel¨¦ctrica del Guri, que surte de energ¨ªa a los venezolanos desde los setenta, aquellos a?os de riqueza y petr¨®leo del siglo XX. La falta de inversi¨®n para mantener una represa ubicada en el r¨ªo Caron¨ª hizo con aquel embalse lo que el tiempo con las obras p¨²blicas de la democracia: horadarlo, carcomerlo, pudrirlo.
El 7 de marzo, el pa¨ªs entero se qued¨® a oscuras. Transcurrieron tres d¨ªas, con sus tres noches. M¨¢s de un centenar de enfermos muri¨® en los hospitales. La vida se licu¨® en el silencio de las m¨¢quinas apagadas. La comida, que es escasa y quintuplica el valor de un sueldo medio, se descompuso. Cada puesta de sol se convirti¨® en un plazo incumplido. Hoy la luz no vendr¨¢.
Supe que Jaqueline, la escritora, ley¨® con una vela mientras pensaba en su padre franc¨¦s. Que Nelly, la abogada, comi¨® la primera de las seis latas de at¨²n con las que se aliment¨® durante tres d¨ªas y que Rafael, el qu¨ªmico, mir¨® la ciudad en tinieblas desde el piso doce de una torre de apartamentos. A lo lejos sonaban disparos y los ecos de quienes nada tienen, ni siquiera el derecho a una explicaci¨®n.
El servicio el¨¦ctrico se restableci¨®, pero no por completo. Desde entonces, funciona de forma intermitente. Las velas comenzaron a venderse a precio de oro. Un paquete de cinco vale 9.000 bol¨ªvares y el salario m¨ªnimo equivale al doble. Hay que destinar medio sueldo para conseguirlas. No duran demasiado, una noche cada una. ?Bater¨ªas? Hay pocas y cuestan un ojo de la cara. Por eso Cristina enciende poco su linterna. Eso dijo cuando pudimos, al fin, hablar.
Dispongo de una tarde, no m¨¢s. La luz puede irse en cualquier momento. Hago diez llamadas que parecen brazadas. La diferencia horaria me lleva de mi noche a la suya, una que todo lo tritura. En Venezuela faltan la luz, el agua, los medicamentos, la comida, la paz, la raz¨®n. Hay hambre y sed. El que proteste ir¨¢ preso, recibir¨¢ un disparo en la ventana de su casa o en la nuca. Depende del lado de la ciudad, la penumbra castiga con m¨¢s fuerza. En las barriadas populares los colectivos afectos al r¨¦gimen har¨¢n diana en el m¨¢s d¨¦bil. Solo dispongo de diez llamadas a los habitantes de un pa¨ªs en el que todos gritan al vac¨ªo¡ a¨²llan en la oscuridad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.