Las ciudades que hacen ¡®Cambiar de idea¡¯
Las chabolas de M¨¦xico DF, la Gran V¨ªa de Bilbao o la orilla trianera de Sevilla son algunos escenarios urbanos que relatan la capacidad transformadora de las ciudades en la novela de Aixa De la Cruz
En uno de los libros m¨¢s sinceros y sorprendentes del a?o, Cambiar de idea (Caballo de Troya), la escritora Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) relata c¨®mo se dio la vuelta como un calcet¨ªn. Y comparte lo que ha aprendido. Perif¨¦ricamente, en ese camino de conocimiento, con frecuencia es la ciudad ¡ªson las diversas ciudades¡ª lo que la ayuda a abrir la mente. As¨ª, este es un recorrido en cuatro etapas: salida y asalto de la realidad, regreso y recogimiento; autocr¨ªtica y futuro y b¨²squeda por las ciudades que desfilan por el libro.
1- ¡°Me cost¨® entender M¨¦xico y me cost¨® amarlo, porque tard¨¦ en percibirlo desde dentro, sin condescendencia culturalista. Tuve que aprender que no hab¨ªa nada fundamentalmente err¨®neo en la familia ind¨ªgena que ahorraba para el vestido de quincea?era m¨¢s fastuoso del pueblo en lugar de para costear la universidad de su hija. Que los pobres eran pobres por motivos m¨¢s complejos y que yo no era qui¨¦n para arrebatarles la fiesta. Tuve que aceptar que la obsesi¨®n que tiene Europa por la seguridad es una fantas¨ªa de control y que los beb¨¦s tambi¨¦n sobreviven sin sillitas en el coche y correteando por un p¨¢ramo infestado de alacranes y serpientes. A veces sobreviven y a veces se mueren, como en todas partes¡±.
Esa clarificadora realidad, sin embargo, la escritora no la percibe inmediatamente al llegar, sucede cuando la ciudad la pone en su sitio: ¡°Tuve que lidiar con muchos dilemas morales, pero el machismo que lo impregnaba todo jam¨¢s me molest¨® como me molestaba la lentitud burocr¨¢tica o las chabolas que no ten¨ªan aislante en las paredes y s¨ª antenas de televisi¨®n sat¨¦lite¡±.
2- Hasta aqu¨ª lo que ocurre cuando uno sale de casa y se va quitando las anteojeras en parte forzado por lo que encuentra en la otra ciudad. Al regresar, puede suceder esto que cuenta De la Cruz: ¡°Cuando volvimos a Espa?a despu¨¦s de mi primer verano en M¨¦xico sent¨ª que hab¨ªa ganado y perdido, que Europa y sus ciudades donde nunca ocurre nada imprevisible jam¨¢s volver¨ªan a interesarme. De hecho, prescind¨ª del espacio p¨²blico encerr¨¢ndome cada d¨ªa m¨¢s en nuestra casa con vistas a la playa hasta que se volvi¨® imposible saber si la fobia social que me acabaron diagnosticando era el motivo o la causa de mi aislamiento, si era patolog¨ªa o voluntad. Fue durante esta ¨¦poca cuando me deshice de mis atuendos adolescentes y aprend¨ª a conjuntar tonalidades y a pisar con tacones y puntas. El c¨®digo de vestuario era lo ¨²nico que paliaba mi miedo a desfilar por la Gran V¨ªa¡±.
¡°Vencemos el miedo sinti¨¦ndonos ¨²tiles¡±, dice De la Cruz. Tambi¨¦n camufl¨¢ndonos en la ciudad.
3- Tras la autocr¨ªtica, queda la cr¨ªtica de grupo hacia h¨¢bitos en los que apenas reparamos y terminan siendo los m¨¢s peligrosos: nos quejamos de la globalizaci¨®n mientras juzgamos las ciudades en comparaci¨®n con las que conocemos: ¡°Lavapi¨¦s es como el Raval, y Malasa?a como Gracia¡±. De la Cruz lo explica mejor cuando lo une a una insatisfacci¨®n constante: ¡°No hay manera de enfrentarse a lo nuevo sin compararlo con lo conocido. Ya me pas¨® en M¨¦xico. Me cost¨® entender que el paisaje existiera por s¨ª mismo y no como una ant¨ªtesis de Europa, que hubiera estado antes y no despu¨¦s, y aunque aprend¨ª a observarlo desde dentro, la semana pasada visit¨¦ Lima y todo lo que encontr¨¦ en Lima fue el DF. Mi experiencia en Per¨² fue la experiencia de no estar en M¨¦xico, y algo similar me ocurre aqu¨ª en Sevilla, que no es ni C¨®rdoba ni Granada¡±.
4-Y al final lo que queda es la reacci¨®n: elegir entre llegar o querer descubrir, con lo que cada opci¨®n implica, claro: ¡°Me estoy alejando del centro porque desaparecen las huellas hist¨®ricas y brotan las peluquer¨ªas que no son franquicia de ninguna marca de champ¨², pero no s¨¦ hacia d¨®nde me dirijo. Sevilla me sigue inspirando la seguridad de que no puedo perderme, y quiero disfrutar de esta sensaci¨®n que es nueva y que me permite caminar por caminar. Me resisto a abrir el plano hasta que me detiene la autopista¡±.
Todo eso: lo que no queremos ver aunque lo tengamos delante de las narices, lo que queremos mejorar, lo que no ve¨ªamos y echamos en falta, lo que nos asusta y lo que nos protege (a veces la misma autopista o los mismos tacones por la Gran V¨ªa), todo eso son las ciudades. Aixa de la Cruz les hace sitio al cambiar de idea.
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