La espada de Pelayo
Nuestros descendientes se horrorizar¨¢n: en vez de hacernos cargo de una de las mayores tragedias de nuestra ¨¦poca, votamos a quienes alimentan el odio al diferente y la xenofobia

Somos seres inscritos en la historia y por ello, porque todos participamos en su construcci¨®n (seamos o no conscientes), somos responsables de lo que ocurre en nuestro presente. Tal vez algunos piensan que nuestra ¨¦poca es anodina, que no les toca participar en ning¨²n evento hist¨®rico importante; tal vez sienten cierta nostalgia por otras ¨¦pocas en las que ocurr¨ªan cosas de verdad: guerras, conquistas, valientes defensas patrias, grandes gestas en las que mostrar el hero¨ªsmo, el coraje, incluso ofrecer a Dios el sacrificio m¨¢ximo de la vida, a ser posible la ajena. En el panorama pol¨ªtico actual creo que podemos encontrar alg¨²n que otro nost¨¢lgico con este perfil: el nost¨¢lgico de gesta. En este sentido, algunos pol¨ªticos hablan del pasado con manifiesta ignorancia, que yo no s¨¦ si es siniestramente fingida o bochornosamente indocta. Frente a esa ignorancia hay gente generosa que dice: ¡°Es que ¨¦ste no sabe lo que es una guerra o una dictadura, es demasiado joven¡± o ¡°No ha vivido la kale borroka, los tiempos de ETA, no sabe de lo que habla¡±. Ni la juventud ni la ignorancia son excusables para alguien que se presenta como candidato a la presidencia de un pa¨ªs, creo yo.
El mismo que critica los esfuerzos por desenterrar a los m¨¢s de 100.000 asesinados que quedan en nuestras cunetas v¨ªctimas de la dictadura franquista y habla con desprecio de unas ¡°fosas de no s¨¦ qui¨¦n¡±, es el que califica como kale borroka a cualquier tipo de protesta en la calle, banalizando as¨ª una historia que desconoce y demonizando la disidencia. Pero no es el ¨²nico: el mismo que dice que la rebeli¨®n de las tropas franquistas y el asesinato sistem¨¢tico y masivo de civiles en su avance desde ?frica fue un ¡°movimiento c¨ªvico¡± elige Covadonga como inicio de su campa?a o, mejor dicho, reconquista de Espa?a. Y podr¨ªa seguir, pero se me acaba la columna.
Este uso torticero de la historia remota y reciente es una forma de potenciar una vivencia de lo actual en la que desaparece la solidaridad con las v¨ªctimas de la historia y con el m¨¢s d¨¦bil de nuestro presente, y se ensalza la agresi¨®n y el odio como catalizadores de progreso. La mentira sobre el pasado es mentira sobre el presente. Pondr¨¦ como ejemplo una tragedia de la que seguramente nos pedir¨¢n cuentas en el futuro. Me imagino que nuestros descendientes se extra?ar¨¢n frente a la ineficacia de pol¨ªticas p¨²blicas de amparo para evitar los miles de refugiados ahogados en el Mediterr¨¢neo, nos preguntar¨¢n si de verdad ning¨²n partido dise?¨® un plan de rescate eficaz en su programa electoral, si la solidaridad europea no¡ Se horrorizar¨¢n y nos mirar¨¢n con desprecio porque, en vez de hacernos cargo de una de las mayores tragedias de nuestra ¨¦poca, algunos ciudadanos votar¨¢n a aquellos que desenfundan la espada de Pelayo y alimentan lo peor de nosotros: el odio al diferente, el rechazo y la xenofobia.
Pero esto no es ni siquiera lo peor que nos puede pasar. Lo peor ser¨ªa que en el futuro nadie nos preguntara qu¨¦ hicimos ante esta tragedia, que el discurso del odio y de Santiago y cierra Espa?a cale tan hondo que ni siquiera quede conciencia de nuestra responsabilidad en esta historia, como para algunos no hay conciencia sobre la deuda que tenemos con los m¨¢s de 100.000 asesinados abandonados en las cunetas de Espa?a. Olvidados, sin nombre, sin nadie que registrara su muerte, que les cerrara los ojos, igual que los miles de seres humanos que alimentan la gran fosa com¨²n en la que se ha convertido nuestro Mediterr¨¢neo.
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