Queremos candidatos que pacten frente a la pobreza infantil
La inversi¨®n real del PIB dedicada a la infancia en Espa?a es aproximadamente del 1,4%, frente al 2,4% en la media de la Uni¨®n Europea
Estamos en tiempo de campa?a electoral. Seg¨²n todos los an¨¢lisis, el proceso dar¨¢ como resultado un panorama incierto en el que, muy posiblemente, ser¨¢ necesario pactar para formar Gobierno y, por tanto, para dise?ar y poner en marcha pol¨ªticas p¨²blicas que beneficien a toda la sociedad.
No solo estamos frente a un momento de cambio global que requiere de reformas estructurales con la mirada puesta en el medio y largo plazo; sino que nuestro pa¨ªs, lamentablemente, arrastra tambi¨¦n importantes d¨¦ficits de igualdad, de justicia social y de convivencia. No ser¨¢ tarea f¨¢cil acometer ambos frentes y llegar a consensos sobre el modelo de pa¨ªs y de sociedad que queremos construir.
Si hay un ejemplo que combina perfectamente la obligaci¨®n de actuar ya y de construir el futuro que queremos es la pol¨ªtica de atenci¨®n y protecci¨®n de la infancia. Por un lado, Espa?a, la cuarta econom¨ªa de la zona euro y con un ?ndice de Desarrollo Humano cercano al 0,9, no puede permitirse como sociedad el elevado nivel de ni?os y ni?as pobres (o en alto riesgo de serlo) que tiene. Por otro, un pa¨ªs avanzado y estable como el nuestro no puede dejar de pensar en ellos y ellas si quiere asegurarse m¨ªnimamente un futuro mejor. Una ecuaci¨®n muy clara, muy de sentido com¨²n, que sin embargo no tiene la presencia en los programas electorales, en los debates o en los pactos, que a una organizaci¨®n como la nuestra nos gustar¨ªa.
Seg¨²n la ¨²ltima Encuesta de Condiciones de Vida, casi dos millones y medio de ni?os y ni?as est¨¢n en riesgo de pobreza y exclusi¨®n en Espa?a. Es decir, uno de cada tres menores es candidato a la pobreza, una cifra impensable en cualquiera de los pa¨ªses de nuestro entorno. Esta situaci¨®n implica muchas privaciones cotidianas. No lo vemos o no queremos verlo, pero el 30% de las peque?as personas que forman nuestra infancia no come bien, salvo en el mejor de los casos cuando lo hace en el colegio, lo que est¨¢ elevando en este segmento la obesidad y los problemas de salud que ello acarrea. Una parte significativa de ellas no vive en casas donde la temperatura sea la adecuada seg¨²n el momento del a?o. Adem¨¢s, uno de cada cuatro hogares en riesgo de pobreza no cuenta con ordenador y, de estos, casi un 20% no tiene internet en casa. Por supuesto, no han podido permitirse unas vacaciones nunca.
Necesitamos un sistema educativo, desde preescolar, que garantice el acceso a una educaci¨®n de calidad, equitativa e inclusiva
Que un menor, como los muchos con los que trabajamos en Ayuda en Acci¨®n en m¨¢s de 90 centros educativos por todo el pa¨ªs, no haya visto nunca el mar con 10 u 11 a?os es una absoluta injusticia. Pero este es el panorama que tenemos y, sin embargo, la inversi¨®n real del PIB dedicada a la infancia es aproximadamente del 1,4%, frente al 2,4% en la media de la Uni¨®n Europea. Sin lugar a dudas, algo que deber¨ªa cuando menos avergonzarnos.
Junto a esta impresentable situaci¨®n, adem¨¢s parece que no somos conscientes de la hipoteca que generamos para las pr¨®ximas d¨¦cadas. No actuar para revertir estos datos es no afrontar las causas hereditarias que perpet¨²an la desigualdad, la injusticia social, pero tambi¨¦n la falta de competitividad, el desempleo y, en general, la falta de un marco estable de convivencia.
Desde hace a?os estamos reivindicando un Pacto de Estado por la Infancia para apuntalar pol¨ªticas que realmente se preocupen y se ocupen de los problemas que afectan a millones de ni?os y ni?as. Para empezar, que eviten la desigual inversi¨®n en infancia y acaben con la pobreza infantil, independientemente de la regi¨®n, la ciudad o el pueblo de residencia. Para que esto suceda es necesario que se consens¨²en tambi¨¦n pactos locales y auton¨®micos que eviten estas desigualdades. Unas pol¨ªticas que aseguren la inversi¨®n en ellas y ellos desde lo m¨¢s b¨¢sico, como es la alimentaci¨®n, la vivienda digna o la salud universal, pero que tambi¨¦n instauren un sistema de protecci¨®n que garanticen un acceso a nuevas capacidades y nuevas oportunidades de futuro.
Para ello, la educaci¨®n, y todo lo que se transmite desde la escuela, es un elemento medular de este progreso. No es aceptable que est¨¦ siendo precisamente ah¨ª, en el colegio, donde empieza a fraguarse esta exclusi¨®n. La falta de inversi¨®n en una educaci¨®n de calidad de acceso general determina el tipo de vida que podr¨¢n tener en un futuro no muy lejano. Y, adem¨¢s, fomenta la estigmatizaci¨®n de este colectivo, que ve como no puede contar con el mismo material educativo, las mismas extraescolares o las mismas actividades de ocio que el resto de compa?eros y compa?eras. Son los y las ¡°pobres¡± de tantas y tantas aulas en toda Espa?a. Posiblemente si no fuera por tantas y tantas Asociaciones de Padres y Madres (AMPA) en estos centros, que con organizaci¨®n y esfuerzo procuran atender aquellos casos m¨¢s agudos, o de organizaciones sociales que atienden lo que el Estado deja de atender, los datos que manejamos ser¨ªan mucho m¨¢s vergonzosos.
Necesitamos un sistema educativo, desde preescolar, que garantice el acceso a una educaci¨®n de calidad, equitativa e inclusiva que permita que todos los ni?os y ni?as en Espa?a accedan a las mismas oportunidades. Tan simple como eso, y tan importante. No hay otra manera de reducir los niveles de exclusi¨®n y segregaci¨®n que motivan el incremento de la deserci¨®n escolar, el desempleo juvenil y la precariedad que actualmente mostramos, y que nos sit¨²an a la cola de los pa¨ªses desarrollados hoy, y nos mantendr¨¢n ah¨ª los pr¨®ximos a?os si no hacemos nada al respecto.
Estamos en campa?a y es momento de exigir propuestas y promesas. Desde nuestra posici¨®n, pedimos que se pacte por la infancia. Queremos una pol¨ªtica de Estado que la favorezca y asegure los cimientos de la sociedad que queremos en el futuro. Sin contar con las ni?as y ni?os de ahora no tenemos ma?ana, tendremos pasado. Un pasado que estamos obligados a cambiar.
Fernando Mudarra es director general de Ayuda en Acci¨®n.
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