El candidato

Todos sabemos que la interpretaci¨®n es intr¨ªnseca a la oratoria pol¨ªtica y, concretamente, a los debates electorales, hasta el punto de que la defensa exitosa de un programa puede depender menos de su contenido que de la habilidad del candidato para persuadir a la audiencia de sus virtudes. Existe, sin embargo, la percepci¨®n creciente de que los debates electorales tienen cada vez menos que ver con un intercambio elocuente entre candidatos a ocupar el gobierno y m¨¢s con un show banal en el que lo que menos se esgrime son argumentos. En lugar de a?orar tiempos pret¨¦ritos o ideales en los que los pol¨ªticos, supuestamente, deliberaban lo concreto, conjugando pasi¨®n y mesura, ?acaso debi¨¦ramos abandonar la f¨®rmula del debate por otra m¨¢s acorde con el esp¨ªritu de nuestro tiempo?

M¨¢s informaci¨®n

Dos citas in¨¦ditas en los plat¨®s de televisi¨®n

Comparador de programas electorales

En la sociedad del post-espect¨¢culo, en la que los l¨ªmites entre realidad y virtualidad, entre realidad y performance, son borrosos; quiz¨¢ debi¨¦ramos considerar convertir la campa?a electoral en un reality al estilo de El aprendiz o El jefe infiltrado, pero con orientaci¨®n pol¨ªtica en lugar de empresarial. Los candidatos estar¨ªan obligados a convivir en una misma vivienda y a enfrentarse diariamente a desaf¨ªos inducidos de inspiraci¨®n pol¨ªtica real. Lo har¨ªan tanto por separado, con sus respectivos colaboradores, como juntos, formando un mismo equipo o equipos rivales. Por ejemplo, se les podr¨ªa pedir que recolectaran dinero en la calle para una asociaci¨®n contraria a sus principios u organizaran juntos el presupuesto de una escuela con dinero limitado para luego presentarlo in situ a alumnos, profesores y padres. Estas tareas permitir¨ªan ver, sobre el terreno, el desempe?o de cada uno de los aspirantes a presidente del Gobierno: sus habilidades negociadoras, capacidad para ponerse de acuerdo, inteligencia, sensibilidad, experiencia de vida e, incluso, sentido del humor.

Al final de cada programa, o bloque de programas, ser¨ªan los telespectadores quienes decidieran qu¨¦ candidato est¨¢ despedido hasta que s¨®lo quede uno. No hay duda que, tras un proceso de estas caracter¨ªsticas, los votantes tendr¨ªamos mucha m¨¢s informaci¨®n sobre nuestros candidatos a la hora de ir a votar en las urnas de verdad. Y, al mismo tiempo, el futuro gobernante y los l¨ªderes de los partidos en la oposici¨®n habr¨ªan tenido la oportunidad de conocerse muy de cerca y colaborar mano a mano.

La propuesta puede sonar a provocaci¨®n, pero invito al lector a visualizar a cada uno de los aspirantes a La Moncloa participando de este reality que podr¨ªa llamarse El candidato. Ni el mejor equipo de casting de un reality podr¨ªa contar con un elenco como el que forman, en la actualidad, S¨¢nchez, Casado, Rivera e Iglesias (y Abascal, si se cuenta con ¨¦l). Si convenimos que, en los m¨ªtines y debates electorales, la performance de los candidatos ha terminado por suplantar el contenido de sus propuestas, ?no ser¨ªa m¨¢s honesto y ¨²til para los votantes verlos actuar de verdad en un contexto de realidad inducida?