Hacia un gobierno feminista
La camiseta de Carmen Calvo la noche electoral era no solo un resumen perfecto de alguna clave de la jornada sino, espero, una declaraci¨®n de intenciones
Yes, I am a feminist. La camiseta que luci¨® Carmen Calvo la pasada noche electoral era no solo un resumen perfecto de alguna de las claves de la jornada sino tambi¨¦n, espero, toda una declaraci¨®n de intenciones con respecto a la pr¨®xima formaci¨®n de gobierno. Creo que ning¨²n analista serio, salvo que le pueda la mirada androc¨¦ntrica y sexista, o sea, antifeminista, puede obviar que en este proceso electoral ha sido decisiva la movilizaci¨®n de las mujeres. El feminismo ha vuelto a demostrarnos que es el movimiento social m¨¢s vivo, progresista e ilusionante del siglo XXI.
La capacidad de las mujeres feministas para crear redes, para convertir en acci¨®n pol¨ªtica su sentido de la justicia y de enfocar con lentes ajustadas cu¨¢l es el enemigo patriarcal a batir, han sido claves en la derrota de la derecha y en el triunfo del socialismo. Un partido cuyo secretario general ha tenido la lucidez y el compromiso de saber escuchar y tener presentes las vindicaciones de toda una genealog¨ªa feminista sin la que ser¨ªa imposible lo que ahora estamos viviendo. Justo lo que la derecha ha negado con militancia airada.
En estos d¨ªas de campa?a le¨ªa un par de magn¨ªficos libros en los que se analiza el poder revolucionario de la ira de las mujeres: Buenas y enfadadas, de Rebecca Traister (Capit¨¢n Swing) y Enfurecidas, de Soraya Chemaly (Paid¨®s). En los dos textos se explica c¨®mo el patriarcado ha reprimido permanentemente la expresi¨®n del enfado y la ira femeninas, hasta el punto de que cuando una mujer ha hecho manifiestas expresiones de vehemencia o asertividad han jugado siempre en su contra.
La vida pol¨ªtica est¨¢ llena de magn¨ªficos ejemplos de c¨®mo los valores que en los l¨ªderes masculinos han sumado, a ellas les han restado. Es hora, como se?alan las dos autoras, de que las democracias asumen el valor nutritivo de la ira de las mujeres. Es evidente que la que algunas compa?eras feministas no dudan en calificar como cuarta ola feminista se alimenta, en gran medida, del enfado de las mujeres del mundo, de su hartazgo frente al machismo p¨²blico y privado, de su indignaci¨®n ante la explotaci¨®n de sus cuerpos y sus capacidades, de su cansancio ante el ninguneo constante de unos liderazgos que siguen respondiendo a eso que Celia Amor¨®s llama ¡°pactos juramentados¡± entre varones. Las mujeres han empezado a decir basta, haciendo global y presente su justa impaciencia, su militancia radical contra las injusticias de g¨¦nero y su mirada progresista frente a unas propuestas, las machistas y neoliberales, que miran al pasado.
Esa ira, que en Andaluc¨ªa hemos sentido de manera palpable ante un tripartito fundado sobre discursos que pretenden anular todo lo avanzado en materia de igualdad, ha sido decisiva en una Espa?a que, m¨¢s all¨¢ de problemas territoriales, tan del gusto de machitos empe?ados en demostrar que la pol¨ªtica es una competici¨®n de egos, parece tener claro que sin justicia social no es posible la convivencia. Y que en la base de esa justicia no puede estar sino la igualdad de g¨¦nero y una concepci¨®n del poder y de los derechos en la que al fin mujeres y hombres seamos considerados equivalentes. Un horizonte que, junto al reto de la sostenibilidad del planeta, deber¨ªa marcar la agenda inmediata de cualquier buen gobierno.
Como hombre comprometido con la igualdad, no puedo sino dar las gracias a las mujeres que en estas semanas no han dejado de abrirnos los ojos y de ofrecernos una lectura violeta de lo que en realidad nos jug¨¢bamos. Sin ellas, sin su infatigable trabajo de rebeli¨®n frente a lo que parec¨ªa inevitable, sin su capacidad para generar abrazos a¨²n en territorios donde podr¨ªa haber discrepancias, los resultados de las elecciones habr¨ªan sido otros. Toda una lecci¨®n democr¨¢tica de la que deber¨ªan aprender los partidos pol¨ªticos y, muy especialmente nosotros, los hombres, tan empe?ados en mantener lo p¨²blico como un territorio en el que ellas solo pueden ser segundonas.
Ahora queda la tarea m¨¢s compleja pero tambi¨¦n m¨¢s apasionante. Hay que formar gobierno y definir las directrices de lo que ser¨¢n las pol¨ªticas p¨²blicas en los pr¨®ximos cuatro a?os. Una tarea en la que conf¨ªo en que el PSOE se mantenga fiel a su trayectoria de compromiso con la igualdad y no tenga reparo alguno en tomarse en serio, al fin en este pa¨ªs, el mainstreaming de g¨¦nero. Lo cual quiere decir que la igualdad de mujeres y hombres ha de ser eje principal de todas las pol¨ªticas p¨²blicas y que, por lo tanto, cualquier pr¨¢ctica, actitud o comportamiento que implique explotaci¨®n o discriminaci¨®n de las mujeres deber¨¢ ser perseguida. De ah¨ª algunas de las l¨ªneas rojas que el programa electoral del PSOE marcaba con rotundidad ¡ªprostituci¨®n, vientres de alquiler¡ª y de ah¨ª tambi¨¦n la urgencia de que el g¨¦nero sea detonante de unas pol¨ªticas econ¨®micas que contribuyan a desmantelar el sistema sexo/g¨¦nero.
Todo un programa emancipador de los seres humanos, mujeres y hombres, que es el que el feminismo lleva persiguiendo desde hace m¨¢s de tres siglos y que ahora, en esta Espa?a tan imperfecta pero tambi¨¦n admirable por tantas cosas, tenemos la oportunidad de ir concretando en medidas que redistribuyan bienes y recursos con perspectiva de g¨¦nero, que limiten en la medida de lo posible las garras depredadoras del homo economicus y que conviertan en p¨²blica la ¨¦tica del cuidado que tanta falta nos hace para sostener el planeta. Esperemos pues que el feminismo se haga praxis en la Moncloa y alrededores. Nos va el futuro de la democracia, y de la vida del planeta, en ello.
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