El poder pol¨ªtico de la ira de las mujeres
La movilizaci¨®n, impulsada por una nueva generaci¨®n feminista, recorre el planeta, desde el MeToo hasta el ¡°Hermana, yo s¨ª te creo¡± de Espa?a o el ¡°Ni una menos¡± en Argentina
En el contexto privado y en el p¨²blico las mujeres han sido plenamente conscientes del peaje que acarrea mostrarse airadas. A la pregunta ¡°?est¨¢s enfadada?¡±, la respuesta habitual ¡°no¡±, o ¡°?yo?, no¡±. Pero este arquet¨ªpico intercambio ha empezado a hacer agua en los ¨²ltimos a?os. Sin esperar a ser preguntadas, sin tratar de disimular su c¨®lera para ganar tiempo y lograr calmarse, muchas mujeres expresan hoy abiertamente su enfado en distintos ¨¢mbitos. Lo personal vuelve a ser pol¨ªtico, como proclamaba el lema feminista, y adem¨¢s furiosamente. La broma ir¨®nica para calmar los ¨¢nimos o las l¨¢grimas como forma l¨ªquida y poco amenazante para expresar frustraci¨®n y enfado han dejado paso a un grito alto y poco apaciguador.
A un hombre no se le juzga de la misma manera por estar furioso; ella, si pierde los estribos, ser¨¢ tildada de hist¨¦rica o amargada
En sinton¨ªa con esta era de emociones en pol¨ªtica, la ira que ellas sienten (?explosiva?, ?liberadora?, ?irreverente?, ?ciega?) ocupa calles, redes sociales, tribunas y cuartos de estar, tambi¨¦n salas de exposiciones, pantallas cinematogr¨¢ficas, escenarios teatrales y, de forma apabullante, las mesas de novedades en las librer¨ªas. ¡°No hay una sola mujer que no comprenda que su enojo es abiertamente denigrado. No necesitamos libros, estudios, teor¨ªas o especialistas que nos lo cuenten¡±, escribe, a pesar de ello, Soraya Chemaly en su oportuno y esclarecedor ensayo Enfurecidas. Reivindicar el poder de la ira femenina (Paid¨®s). ¡°Las mujeres experimentan la discriminaci¨®n de formas distintas, pero comparten la experiencia de que al mostrar su enfado se les diga que est¨¢n locas, son irracionales o est¨¢n pose¨ªdas¡±.
Cierto que m¨¢s all¨¢ del g¨¦nero, la ira genera rechazo, no resulta atractiva ni agradable; es uno de los siete pecados capitales, descendiente directa de las furias diosas de la venganza. Mitolog¨ªas y tradiciones aparte, una cuesti¨®n central en torno a la c¨®lera radica en la forma en que es entendida y etiquetada en funci¨®n de qui¨¦n la exprese. Valent¨ªa, capacidad de liderazgo, decisi¨®n o simplemente fuerza y convicci¨®n, son algunas de las connotaciones que pueden ir asociadas a la ira masculina y que distan mucho del pegajoso estereotipo que atrapa al enojo de una mujer. A un hombre no se le juzga de la misma manera por estar furioso; ella, si pierde los estribos, ser¨¢ tildada de hist¨¦rica o amargada. Por eso, apunta Chemaly, a las mujeres por lo general ¡°no nos ense?an a reconocer o manejar nuestra c¨®lera tanto como a temerla, ignorarla, esconderla o transformarla¡±. El contexto cultural influye: hay lugares y culturas m¨¢s relajados frente a los exabruptos tanto femeninos como masculinos, y otros en los que el autocontrol se valora por encima de todo. La tolerancia ac¨²stica de las sociedades var¨ªa: el mismo grito, capaz de hacer estallar una cristaler¨ªa pongamos en Copenague, no incordia ni a una mosca en N¨¢poles. Y sin embargo, la ira femenina que hoy se agita clama desde muchas latitudes contra la desigualdad, el abuso, y la discriminaci¨®n sist¨¦mica, con reivindicaciones concretas en cada lugar. Se calienta con la etiqueta estadounidense Metoo, el grito ¡°Hermana, yo s¨ª te creo¡± ante la sentencia de la Manada en Espa?a, o el lema argentino #NiunaMenos. Ya no vale decir que las mujeres que protestan no saben de Derecho, o no entienden un coqueteo en la oficina.
¡°La primera marcha fue despu¨¦s de que apareciera el cuerpo de una joven que llevaba un tiempo desaparecida. No era la primera, se sumaba al de tantas otras, pero se produjo la eclosi¨®n. Explotamos y no hab¨ªa m¨¢s posibilidad de no salir, ganar la calle y hacernos escuchar¡±, recuerda al tel¨¦fono la escritora Claudia Pi?eiro, una de las voces m¨¢s preclaras y valientes del movimiento en Argentina cuyos discursos ante congresistas y senadores a favor de la legalizaci¨®n del aborto, finalmente tumbada en la votaci¨®n, marcaron un hito. De paso por Espa?a para presentar su novela Ella lo sabe (Alfaguara) Pi?eiro defiende la movilizaci¨®n y visibilizaci¨®n que ha generado la ira, logrando implicar pol¨ªticamente a los j¨®venes. ¡°Si los hombres quedaran embarazados el aborto en la Argentina estar¨ªa legalizado, y no tengo duda de muchas cosas parecidas. ?C¨®mo no tener ira? Te hacen algo tremendo y luego te dicen ¡®pero no te enojes, decilo bien¡¯. ?Y por qu¨¦? Cuando adem¨¢s de enojarme tengo que controlarme, me pides una exageraci¨®n, no tengo por qu¨¦ estar tranquila¡±, explica Pi?eiro. ¡°Estamos llenos en la Argentina de pol¨ªticos y pol¨ªticas que con un tono muy suave te hablan de c¨®mo las mujeres no deben interrumpir su embarazo, aunque los abortos se practiquen ilegalmente con agujas de tejer. Ese tono lastima m¨¢s que si fuera iracundo¡±.
EE UU, epicentro del MeToo, y escenario de la derrota de Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de 2016 frente a Donald Trump, el magnate que presum¨ªa de agarrar los genitales de mujeres, es el foco de Rebecca Traister. Cronista especializada en cuestiones feministas para la revista New York, su libro Buenas y enfadadas, el poder revolucionario de la ira de las mujeres (Capit¨¢n Swing) elabora un pormenorizado relato del despertar y apogeo de la c¨®lera femenina y entona una apasionada defensa del capital pol¨ªtico que encierra. ¡°La ira es un catalizador para clamar contra la injusticia y la desigualdad, y esto es algo hist¨®rico en lo que coinciden todos los movimientos sociales¡±, explica al tel¨¦fono. ¡°Luego se transmite una versi¨®n distorsionada de la historia en la que la ira que impuls¨® el cambio queda tapada, como en el caso de Martin Luther King. Tampoco se ense?a que muchas mujeres desobedientes, insistentes y furiosas han moldeado nuestras sociedades¡±.
Lo cierto es que si hubiera que se?alar a alguien que ha logrado colocar el enfado en la pista central de la pol¨ªtica, ese parece haber sido Trump. La furiosa respuesta de las mujeres en EE UU parece haber seguido el tono que ¨¦l y sus bases marcaron, m¨¢s que abrir un camino nuevo. As¨ª lo se?ala la ensayista y cr¨ªtica cultural, Laura Kipnis, por correo electr¨®nico: ¡°La campa?a y las elecciones cambiaron el clima y despu¨¦s vinieron las impactantes revelaciones del MeToo que han provocado ira en muchas mujeres, sobre el ruin comportamiento sexual masculino y sus prerrogativas. Lo que es una novedad es que las instituciones sociales en EE UU han empezado a usar nuevos c¨®digos de conducta que hacen que los hombres sean responsables de cosas que hasta ahora eran t¨¢cita o expl¨ªcitamente permitidas¡±.
Traister rechaza que se trate de una caza de brujas ¡ª¡°los delitos no son inventados¡±¡ª, ni ¡°estar glorificando el odio¡±. En Buenas y enfadadas repasa el legado del feminismo de la Segunda Ola de los a?os setenta, y no obvia los peligros que entra?a la ira. ¡°Puede fragmentar y destruir, pero tambi¨¦n inflama, sirve de motor y hace visible y audible lo que est¨¢ infra reconocido¡±, sostiene. ?Y las divisiones que se han generado entre distintos sectores con discusiones sobre la raza, o el apoyo que muchas han dado al sistema contra el que cargan? ¡°Es algo valioso tambi¨¦n porque han aflorado conversaciones complicadas y necesarias¡±.
La furiosa respuesta de las mujeres en EE UU parece haber seguido el tono que Trump y sus bases marcaron, m¨¢s que abrir un camino nuevo
Martha C. Nussbaum, la fil¨®sofa estadounidense premio Pr¨ªncipe de Asturias, ha estudiado el papel de los sentimientos en la pol¨ªtica en La ira y el perd¨®n (Fondo de Cultura Econ¨®mica) y m¨¢s recientemente de The Monarchy of Fear (la monarqu¨ªa del miedo). Citando a Arist¨®teles ella se?ala que en la c¨®lera se encuentra una necesidad de devolver el golpe. Pero la idea de la retribuci¨®n, advierte, no tiene sentido: enfocarse en la ofensa original y buscar recompensa, imaginar que el sufrimiento futuro de quien ha cometido la ofensa mejorar¨¢ las cosas, no funciona.
Hay otro camino que Nussbaum se?ala como el ¨²nico v¨¢lido. ¡°Es el tipo de c¨®lera que llamo transicional, que no busca retribuci¨®n, su contenido puede resumirse en ¡®esto es un esc¨¢ndalo y no debe suceder de nuevo¡¯. Evidentemente, una persona que siente ese tipo de ira que est¨¢ enfocada en el futuro puede buscar un castigo legal o social, porque el castigo es un elemento disuasorio¡±, aclara por correo electr¨®nico. ?Es esta la c¨®lera que expresan hoy las mujeres en EE UU? ¡°S¨ª, quieren exponer ofensas para que no vuelvan a pasar, para que toda la sociedad despierte¡±, apunta. ¡°Pero a menudo se necesita una amenaza legal. El acoso sexual en el trabajo y en las universidades se ha frenado con condenas que la gente sabe que puede sufrir. No es algo nuevo, lleva en marcha 40 a?os en la legislaci¨®n estadounidense, con valiosas sentencias. Las mujeres han trabajado en el campo legal y en la sociedad para hacer patente que el acoso sexual es una ofensa, no simple flirteo o er¨®tica, y en casi todos los centros de trabajos hay reglas que lo persiguen. Lo que se necesita ahora es que la aplicaci¨®n sea m¨¢s uniforme, y que se extienda a campos como el cine o el deporte donde no hay un solo espacio de trabajo, y las estrellas han podido cometer abusos impunemente¡±. La ira ayuda a proteger la dignidad, es esencial para que quien comete la ofensa cargue con su responsabilidad y es fundamental para combatir la injusticia, ha escrito Nussbaum, pero si se lleva demasiado lejos puede envenenar el objetivo com¨²n.
Un frente de mujeres cuyos votos traten de impedir el retroceso de sus derechos y empujar en el avance de la igualdad no es algo que los partidos puedan obviar
Manuel Arias Maldonado, profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad de M¨¢laga y autor del ensayo (Fe)Male Gaze. El contrato sexual en el siglo XXI (Anagrama), advierte sobre c¨®mo la ¡°hipersensibilizaci¨®n de las relaciones puede desembocar en una enemistad recelosa¡±. La iron¨ªa, apunta, es que no te hacen caso hasta que no elevas la voz, pero la movilizaci¨®n puede causar v¨ªctimas y contrarreacciones: ¡°En Espa?a Vox puede ser el enfado de los hombres que contesta a la ira de las mujeres¡±. Las emociones conviene examinarlas con cuidado. ¡°Hay que preguntarse si la ira es la mejor forma de conseguir unos objetivos y examinar si est¨¢ bien fundada, porque, tanto en hombres como en mujeres, puede no estarlo. Indignarse no da la raz¨®n autom¨¢ticamente, ni tampoco la quita¡±. La cr¨ªtica Kipnis reclama, tambi¨¦n desde EE UU, un riguroso an¨¢lisis que m¨¢s all¨¢ de los da?os causados permita centrase en reclamar m¨¢s recursos para avanzar la causa y ayudar a las mujeres.
De lo que no hay duda, a uno y otro lado del Atl¨¢ntico es de que la c¨®lera femenina es una fuerza pol¨ªtica en potencia, algo que habr¨¢ que tener en cuenta en la campa?a electoral que se avecina en Espa?a. Un frente de mujeres cuyos votos traten de impedir el retroceso de sus derechos y empujar en el avance de la igualdad no es algo que los partidos puedan obviar.
Escribe Soraya Chemaly, la autora de Enfurecidas, que ¡°es m¨¢s f¨¢cil criticar a una mujer enfadada que preguntar ¡®?qu¨¦ te pone furiosa? ?qu¨¦ podemos hacer?¡±. Quiz¨¢ lleg¨® la hora en el ¨¢mbito p¨²blico y en el privado, de hablar del porqu¨¦ de ese ce?o fruncido y ese grito. Porque s¨ª, ellas est¨¢n enfadadas.
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