Frankenstein
Solo hay una derechita cobarde: la que naturaliza a la ultraderecha
El monstruo h¨ªbrido, la criatura salida de la imaginaci¨®n victoriana de Mary Shelley, es la imagen elegida por Ivan Krastev para describir c¨®mo Europa Central se relaciona con su pa¨ªs y la vecina Polonia. ¡°Democracia iliberal¡± es el eufemismo acad¨¦mico con el que denominamos, a este lado del tel¨®n de acero, a reg¨ªmenes como la Hungr¨ªa de Orb¨¢n, a los que observamos con el mismo ¡°horror y repugnancia que llenaron el coraz¨®n de Frankenstein al contemplar a su criatura¡±. El r¨¦gimen dise?ado por Orb¨¢n reivindica, a decir del polit¨®logo b¨²lgaro, el amor propio de un pa¨ªs obsesionado por imitar a Occidente desde la ca¨ªda del Muro.
Su contrarrevoluci¨®n, sus pol¨ªticas reactivas, no suponen problema alguno para el vicepresidente italiano, Matteo Salvini, quien acaba de visitar a su hom¨®logo h¨²ngaro en pos de un marcial aliado para su proyecto de ¡°construir una nueva Europa¡±. Hasta aqu¨ª, nada nuevo bajo el sol, si no fuera porque Orb¨¢n, el gran referente para la reconstrucci¨®n de una nueva era ultra en el continente, sigue perteneciendo a una de las familias pol¨ªticas que inspiraron el actual proyecto comunitario.
El Partido Popular europeo, heredero de la larga tradici¨®n de los padres fundadores de la democracia cristiana de Adenauer, Monnet o Spinelli, mantiene impasible en sus filas a Orb¨¢n, mientras este juega al idilio con la ultraderecha de Salvini. Su reuni¨®n de esta semana en Hungr¨ªa, con una foto xen¨®foba de mal¨ªsimo gusto en la valla fronteriza serboh¨²ngara, no ha causado la m¨¢s m¨ªnima reacci¨®n en la familia popular. Es algo paradigm¨¢tico del gran debate del centro-derecha europeo, que sigue perdido, casi autista, en su relaci¨®n con la extrema derecha. De momento, simulan neutralidad ante la clara ofensiva ultra, un comportamiento que empieza a oler a abierta complicidad con el centro neur¨¢lgico de su estrategia.
El c¨¢lculo para no expulsar a Orb¨¢n es, por supuesto, electoralista, pero ponerse de perfil ante la extrema derecha no solo acabar¨¢ regal¨¢ndole votos, sino que mimetizar¨¢ el discurso de toda la derecha. Lo hemos visto aqu¨ª con Rivera y Casado, m¨¢s obedientes al modelo austriaco de Kurz que al de Angela Merkel. Porque hay que tener un cuajo que ellos no tienen para enfrentarse a la ultraderecha como lo hace la canciller, y convertirse en el foco del odio ultra en su pa¨ªs, ahora que defender valores democr¨¢ticos sin medias tintas se pinta de supuesta superioridad moral: un nuevo eufemismo para descalificar al adversario mientras blanqueamos lo que para todos era inaceptable. L¨¢stima que a Merkel le quede poco para recordarnos que solo hay una derechita cobarde: la que naturaliza a la ultraderecha.
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