El poder del pasado
Todos deber¨ªamos rebelarnos contra el uso perverso de la historia que hacen los partidos pol¨ªticos, una tentaci¨®n casi siempre irresistible.
EL D?A 13 de abril, Santiago Abascal, l¨ªder de Vox, lanz¨® su campa?a electoral en Covadonga, Asturias. Lo hizo all¨ª porque, seg¨²n el relato del nacionalismo espa?ol, fue all¨ª donde el ej¨¦rcito astur de don Pelayo derrot¨® en el a?o 722 a los invasores musulmanes e inici¨® la Reconquista de Espa?a, que termin¨® siete siglos despu¨¦s, en 1492, con la conquista de Granada. Por supuesto, este relato es falso, seg¨²n recordaron algunos historiadores: ni la batalla de Covadonga existi¨® ¡ªfue un invento posterior de la corte de Alfonso III¡ª, ni existi¨® la Reconquista ¡ªesa palabra jam¨¢s se us¨® en la ¨¦poca¡ª, ni en la Edad Media exist¨ªa Espa?a ¡ª?que como naci¨®n cuenta con poco m¨¢s de 200 a?os de vida¡ª, ni siquiera lo de Granada fue una conquista ¡ªno pas¨® de rendici¨®n pactada¡ª. Da lo mismo: Abascal funda su cruzada contra ¡°progres, comunistas e islamistas¡± y sus ambiciones pol¨ªticas en el episodio central de la historia m¨ªtica de Espa?a, y resucita as¨ª la visi¨®n franquista del pasado, seg¨²n la cual Espa?a existe al menos desde S¨¦neca, o desde Viriato, pastor lusitano.
Nada de esto deber¨ªa extra?arnos. Lo primero que todo el que aspira al poder intuye, por necio e ignorante que sea, es que para dominar el presente y el futuro necesita dominar el pasado, implantando un relato que justifique o legitime su aspiraci¨®n; lo de menos es la veracidad de ese pasado: lo esencial es su capacidad para justificar y legitimar. Esto significa que al pasado le cuesta un trabajo enorme pasar, que sigue operando en el presente, que a menudo es de hecho una dimensi¨®n del presente sin la cual el presente est¨¢ mutilado; tambi¨¦n significa que el poder ¡ªcualquier poder, y no s¨®lo el que menos restricciones tolera, el m¨¢s autoritario¡ª es ciego y voraz: su esencia consiste en la pura vocaci¨®n de perdurar. Lo cual no quiere decir, claro est¨¢, que todo el que accede al poder, o el que aspira a ¨¦l, lo haga a costa de ama?ar el pasado de forma tan grosera como lo hace Vox; pero la tentaci¨®n es casi siempre irresistible. Tambi¨¦n los separatistas catalanes, por ejemplo, han inventado un pasado ¨²til para sus prop¨®sitos; de acuerdo con ¨¦l, la historia de Catalu?a es la historia de su enfrentamiento secular con Espa?a, la cual ha tratado en vano de sojuzgarla una y otra vez: la Guerra Civil fue, sin ir m¨¢s lejos, una guerra de Espa?a contra Catalu?a, que hasta 1714 era pr¨¢cticamente independiente de su opresor. Trolas y m¨¢s trolas, claro est¨¢, pero no nos enga?emos: no s¨®lo los nacionalismos las difunden (aunque s¨®lo ellos son capaces de convencer a sus creyentes de que el s¨¦ptimo d¨ªa, en vez de descansar, Dios cre¨® su naci¨®n); las usa todo el que, puesto a elegir entre la verdad y el poder, elige el poder; es decir: las usa casi todo el que llega al poder. En 2014, Podemos irrumpi¨® en la pol¨ªtica espa?ola decidido a acabar con lo que sus dirigentes bautizaron como R¨¦gimen del 78; para ello intent¨® desbancar a los partidos que lo representaban tratando de imponer un relato hist¨®rico seg¨²n el cual la Transici¨®n habr¨ªa sido un sucio pacto entre ¨¦lites, una estafa que no engendr¨® una verdadera democracia, sino una prolongaci¨®n del franquismo por otros medios. Que este relato era falso no s¨®lo lo demuestran los hechos, sino la propia, incre¨ªble evoluci¨®n de Podemos: baste decir que, cinco a?os despu¨¦s, durante la pasada campa?a electoral, el partido de Pablo Iglesias blandi¨® la denostada Constituci¨®n del 78 no ya como lo que es cualquier constituci¨®n democr¨¢tica ¨Cel marco que define las reglas del juego pol¨ªtico¨C, sino como si fuera su mism¨ªsimo programa electoral. Este fervor de conversos prueba que o bien los dirigentes de Podemos han dedicado el ¨²ltimo lustro a estudiar historia, o bien hasta hace poco usaban la historia como suele usarla el poder (y como no la us¨® casi nadie, por cierto, durante los a?os decisivos de la Transici¨®n): como un arma de combate pol¨ªtico.
Es un uso perverso de la historia, contra el que ?todos, y no s¨®lo los historiadores, deber¨ªamos rebelarnos. Porque el poder trata siempre de imponer una versi¨®n fraudulenta del pasado para imponer una ?versi¨®n fraudulenta del presente. Y eso s¨ª que es una estafa.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.