Ni siervas ni inmaculadas
Tenemos el democr¨¢tico poder de hacer que nos representen quienes de verdad han asumido el juego de las libertades
Nuestro pa¨ªs tiene varias transiciones pendientes. Entre ellas, la que nos lleve a superar el fundamentalismo cat¨®lico y nos convierta definitivamente en una sociedad laica y, por tanto, respetuosa con las convicciones morales de toda la ciudadan¨ªa. Para ello, y adem¨¢s de que sigamos avanzando en transformaciones culturales que todav¨ªa se me antojan inacabadas, es necesario no solo que se denuncien los inconstitucionales Acuerdos con la Santa Sede, sino que tambi¨¦n se hagan reformas legislativas, como la que deber¨ªa suprimir el delito de ofensa de los sentimientos religiosos (art¨ªculo 525 C¨®digo Penal) o la que deber¨ªa excluir de una vez por todas de la educaci¨®n p¨²blica la ense?anza de los dogmas.
Ese lastre autoritario y negador de las libertades individuales contin¨²a estando muy presente en un pa¨ªs en el que todav¨ªa algunos, que me gustar¨ªa pensar que solo son pocos aunque ruidosos, no acaban de entender que el meollo de la democracia es justamente el equilibrio entre libertad, igualdad y pluralismo. O lo que es lo mismo: que el reconocimiento de las diferencias es el sustrato ¨¦tico de un modo de convivencia en el que los valores comunes son los que precisamente hacen posible las creencias particulares. Algo que parecen no entender quienes contin¨²an empe?ados en censurar y poner l¨ªmites a las libertades de pensamiento y creaci¨®n, reconocidas como derechos fundamentales en nuestra Constituci¨®n (art. 20). Unas libertades que son las que mejor nos singularizan como seres humanos, es decir, como seres dotados de conciencia, raz¨®n y emociones.
En C¨®rdoba, la ciudad en la que vivo, y en la que tan frecuentes son los pulsos entre las autoridades civiles y las que desde lo religioso se resisten a abandonar los p¨²lpitos que hist¨®ricamente dominaron, acabamos de asistir a una nueva prueba de c¨®mo todav¨ªa hoy, tras 40 a?os de democracia, hay una parte de la ciudadan¨ªa que no acaba de entender en qu¨¦ consiste el pulso siempre vivo de la convivencia de seres plurales. Un cuadro, titulado Con flores a Mar¨ªa, de la artista Charo Corrales y que forma parte de la exposici¨®n Maculadas sin remedio, y que pod¨ªa verse en la Diputaci¨®n de C¨®rdoba, ha sufrido un ataque este martes. La obra, que nos muestra a la propia artista posando como una Virgen semidesnuda y con una mano en la entrepierna, ha aparecido rasgado de arriba abajo. La exposici¨®n, en la que participan m¨¢s de una decena de mujeres artistas, es un proyecto mediante el que la Delegaci¨®n de Igualdad de la Diputaci¨®n pretend¨ªa ofrecer una reivindicaci¨®n de lo femenino en ruptura con los moldes tradicionales. PP, Ciudadanos y Vox hab¨ªan criticado este lunes la exhibici¨®n de la obra y pedido abiertamente su retirada de la exposici¨®n. Parece ser que el primero ha denunciado ante la Fiscal¨ªa la muestra por un delito contra los sentimientos religiosos.
Este reciente y lamentable ejemplo es si cabe m¨¢s significativo que otros muchos que en los ¨²ltimos tiempos se han sucedido en torno a la supuesta ofensa de sentimientos religiosos ya que pone en el punto de mira a las mujeres, al imaginario en torno a lo femenino y al reconocimiento de ellas como sujetas libres y creadoras. Con voz propia y con capacidad de ser autodesignadas. Todo un desaf¨ªo dif¨ªcil de asumir por los dioses masculinos que siempre han preferido que las mujeres fueran perfectas r¨¦plicas de aquella que un d¨ªa dijo aquello de ¡°he aqu¨ª la esclava del Se?or, h¨¢gase en m¨ª seg¨²n tu palabra¡±.
Justamente lo que pretend¨ªa Maculadas sin remedio es mostrar la voz y el talento de las mujeres, su imprescindible aportaci¨®n a la construcci¨®n de discursos que nos hagan pensar y que incluso nos incomoden. Es decir, todo lo contrario al imaginario que representa la sumisa y callada Virgen Mar¨ªa. Ante esta propuesta, hemos vuelto a comprobar c¨®mo la persecuci¨®n pol¨ªtica y moral de las disidencias ha sido siempre la estrategia cobarde que han usado quienes se resisten a abandonar su hegemon¨ªa, en este caso quienes siguen ocupando posiciones de poder al amparo de las f¨¦rtiles alianzas que siguen alimentando el patriarcado y el fundamentalismo religioso. Una suma que siempre ha pretendido mantener a las mujeres como siervas pacientes, sufridoras y silenciosas. Seres disponibles para satisfacer los deseos y necesidades masculinos. Inmaculadas guardianas de las costumbres.
Por ello, todas y todos nos deber¨ªamos sentirnos como esa artista callada, es decir, no solo indignados y ofendidos (ahora s¨ª), sino tambi¨¦n rebeldes frente a quienes se alinean con los jerarcas. Conf¨ªo en que esa rabia se convierta en este final de mayo en una herramienta de transformaci¨®n pol¨ªtica que d¨¦ sentido a nuestro voto en las pr¨®ximas elecciones locales y aut¨®nomicas del 26M. Tenemos el democr¨¢tico poder de hacer que nos representen quienes de verdad han asumido el juego de las libertades. Y si adem¨¢s de eso son feministas, doble felicidad para quienes no queremos un mundo de siervas domesticadas, sino una tierra en que mujeres y hombres tengamos voces y autoridades equivalentes. Sin dioses ante los que arrodillarse.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.