La obsesi¨®n con dormir bien sale cara
El sue?o se ha convertido en un lucrativo negocio. Se habla ya de 70 trastornos relacionados con el descanso, escribe Darian Leader. Y a m¨¢s problemas, m¨¢s remedios, m¨¢s expertos, m¨¢s ingresos
Sobresalgo por mi buen dormir¡±, dice Freud en La interpretaci¨®n de los sue?os. No todo el mundo tiene esa suerte. Al menos una de cada tres personas adultas se queja de falta de sue?o y la prescripci¨®n de somn¨ªferos ha aumentado espectacularmente en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Las cl¨ªnicas del sue?o, otrora una rareza, son ahora un departamento en la mayor¨ªa de los grandes hospitales, y en Estados Unidos podemos encontrarlas incluso en centros comerciales y balnearios. La gente se toma pastillas no solo para dormir, sino tambi¨¦n para mantenerse despierta al d¨ªa siguiente, igual que muchos de nosotros recurrimos al caf¨¦ y a las bebidas energ¨¦ticas para mantenernos activos de manera artificial durante nuestras horas de vigilia. Si anta?o se consideraba un estado natural, hoy el sue?o se ha convertido en un producto de consumo, algo que debemos pugnar por adquirir y que nunca estamos totalmente seguros de poseer.
Casi todos los d¨ªas hay peri¨®dicos, sitios web y programas de televisi¨®n que destacan alguna noticia sobre el sue?o: cu¨¢nta cantidad de ¨¦l necesitamos, qu¨¦ ocurrir¨¢ si no dormimos lo suficiente, cu¨¢nto pierde la econom¨ªa porque sus trabajadores est¨¢n cansados¡ Expertos en sue?o difunden sus consejos y opiniones como si hubieran dado con una especie de nueva piedra filosofal. Aspectos b¨¢sicos de la condici¨®n humana misma, como la ansiedad, la tristeza y el fracaso, se presentan as¨ª como consecuencias directas de una falta de sue?o reparador. En vez de ver el insomnio, por ejemplo, como el resultado de un estado depresivo, se invierte la flecha causal: estamos deprimidos porque no hemos dormido.
Cuanto m¨¢s se nos conmina a que demos importancia al sue?o, m¨¢s nos mantiene despiertos la idea de que debemos dormir
Datos y detalles sobre el sue?o que se conocen desde hace m¨¢s de cien a?os se comercializan hoy d¨ªa como si fueran el producto de las m¨¢s innovadoras investigaciones. La conexi¨®n entre el sue?o y la memoria ya se hab¨ªa estudiado con detenimiento en el siglo XIX, pero esas teor¨ªas de anta?o vuelven ahora con fuerza como si alguien acabara de descubrirlas. Sin duda, este nuevo entusiasmo en torno a la ciencia del sue?o se ir¨¢ diluyendo con el tiempo, pero es necesario que nos preguntemos por qu¨¦ se est¨¢ produciendo ahora. ?Acaso estamos tan desesperados por hallar una explicaci¨®n universal a nuestros males que hemos optado por recurrir a la ¨²nica parte de la vida humana que sabemos que no puede darnos r¨¦plica ni rebatirnos? ?O es que se est¨¢ propagando una epidemia nueva de problemas de sue?o producto de esta era digital en que vivimos? Incluso a la hora de dormir, se nos contin¨²an acumulando los correos electr¨®nicos, los mensajes de m¨®vil y las publicaciones en redes sociales, como si el mundo exterior demandara de nosotros una atenci¨®n sin l¨ªmite. Muchas personas miran sus tel¨¦fonos antes de acostarse ¡ªe incluso durante el sue?o¡ª y vuelven a consultarlos nada m¨¢s despertarse. La ciencia del sue?o nos dice que la luz azul de nuestras pantallas interfiere en el proceso de dormirnos, pero seguramente son las demandas mismas de atenci¨®n de todos esos mensajes las que tienen un mayor efecto. No nos dan tregua. Continuamente se nos dicen cosas, se nos muestran cosas, se nos preguntan cosas, se nos obliga a hacer cosas¡ y se nos recuerda las que no hemos o¨ªdo, visto, respondido o hecho. Es como si nosotros mismos hubi¨¦ramos incorporado el ¡°modo sue?o¡± de nuestros tel¨¦fonos ¡ªque no deja de ser una manera de que sigan ¡°conectados¡±¡ª y ya no fu¨¦ramos capaces de ¡°desconectar¡± nunca.
?Significa esto que hoy es m¨¢s urgente que nunca hacer precisamente eso, desconectarnos? Pues aqu¨ª est¨¢ lo ir¨®nico del caso: por si no sufri¨¦ramos bastante por el hecho de no poder detener tan incansable cadena de demandas, el sue?o no ha hecho sino a?adirse a esa lista. Es como si quien diera a una bombilla la orden de ¡°apagarse¡± fuera la corriente el¨¦ctrica misma que la est¨¢ recorriendo en ese momento. El flujo constante de mensajes e imperativos que conforman nuestro entorno se ve sobrecargado ahora por el mensaje de apagar el flujo en s¨ª. Si los balnearios y los centros de bienestar eran en tiempos el destino al que las personas privilegiadas deb¨ªan ir para hallar la paz y el sosiego, hoy es el sue?o mismo el que se comercializa como retiro individual de cada uno de nosotros. Las oportunidades econ¨®micas que esto abre son sustanciales. Si los balnearios eran para unos pocos acomodados, el sue?o es para todos, ricos y pobres. Los anuncios de colchones, una rareza en el pasado, son hoy un elemento habitual en muchas pausas publicitarias y canales web, y, seg¨²n las estimaciones, la industria de los productos y m¨¦todos para ayudar a dormir generar¨¢ este a?o nada menos que 76.700 millones de d¨®lares de negocio. Si un estudio temprano realizado en la Universidad de Edimburgo en los a?os cincuenta lleg¨® a la conclusi¨®n de que no hab¨ªa mucha diferencia en cuanto a cantidad de horas dormidas entre usar un tabl¨®n de madera y utilizar un sofisticado colch¨®n de muelles para dormir, hoy se nos vende este insustancial rect¨¢ngulo como si fuera el imprescindible billete de entrada al para¨ªso del sue?o. Deseng¨¢?ese: ya no son sus preocupaciones las que causan su insomnio, sino el hecho de que usted no est¨¦ durmiendo sobre un colch¨®n de primera.
Esta pujanza de la industria de los colchones ha sido posible gracias a la poderosa presi¨®n a la que se nos somete para que durmamos del modo correcto. Del mismo modo que los medios nos dicen constantemente qu¨¦ debemos comer y qu¨¦ ejercicio debemos hacer, ahora tambi¨¦n nos dan instrucciones sobre c¨®mo y cu¨¢ndo debemos dormir. Y cuanto m¨¢s se difunden esas normas, mayor es la tendencia a ver como ¡°trastorno¡± o ¡°enfermedad¡± cualquier desviaci¨®n de las mismas. Si, d¨¦cadas atr¨¢s, apenas se conoc¨ªa un reducido n¨²mero de posibles trastornos del sue?o, hoy son ya m¨¢s de setenta. Y a m¨¢s trastornos, m¨¢s remedios, m¨¢s expertos, m¨¢s ingresos. Lo que nos olvidamos por el camino es algo que resulta obvio e invisible a la vez. Y es que por mucho que nos digan c¨®mo debemos dormir, no se nos indica en ning¨²n momento c¨®mo procesar esa recomendaci¨®n en s¨ª misma. Si leemos un art¨ªculo que explica por qu¨¦ ocho horas de sue?o son esenciales para nuestra salud y nos aconseja qu¨¦ hacer para conseguirlas, ?no ser¨¢ esa misma presi¨®n para dormir correctamente la que, al final, dificultar¨¢ que durmamos? De hecho, eso es lo que los insomnes llevan muchos a?os dici¨¦ndonos: cuanto m¨¢s se nos conmina a que demos al sue?o la importancia que se merece, m¨¢s nos mantiene despiertos la idea misma de que debemos dormir. Y, aun as¨ª, vivimos en un mundo en el que se nos obliga sin cesar a vivir sano, a administrar nuestros cuerpos, a esforzarnos por dormir un sue?o profundo y reparador.
Extracto de ¡®?Por qu¨¦ no podemos dormir? Nuestra mente durante el sue?o y el insomnio¡¯, de Darian Leader, que publicar¨¢ Sexto Piso el 20 de mayo. Traducci¨®n de Albino Santos Mosquera.
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