Cuando Mitterrand coron¨® el Louvre con la pir¨¢mide de I.M. Pei: el diamante donde acab¨® la Revoluci¨®n
Esta semana ha fallecido a los 102 a?os el arquitecto estadounidense de origen chino, famoso por su obra en Par¨ªs: un hito arquitect¨®nico con connotaciones contradictorias. Quer¨ªa expresar la espiritualidad del arte, pero tambi¨¦n ser¨¢ recordado como s¨ªmbolo del capitalismo
Cuando I.M. Pei levant¨® la pir¨¢mide del Louvre para inaugurarla en 1989, dos siglos despu¨¦s de la Revoluci¨®n Francesa, la obra se vivi¨® como una revoluci¨®n en s¨ª misma. Un arquitecto nacionalizado estadounidense interviniendo una de las joyas del patrimonio franc¨¦s, sin concurso previo y por asignaci¨®n directa del presidente, Fran?ois Mitterrand. "Hay que ponerlo en un contexto de antiamericanismo, que es en realidad una especie de estado permanente", se?ala a The Atlantic Jean-Louis Cohen, historiador de la Arquitectura en la Universidad de Nueva York y en el Coll¨¨ge de France. La cr¨ªtica de la ¨¦poca fue implacable. Le Monde acusaba a Pei de tratar la explanada del museo como "un anexo de Disneyland o como si quisiera resucitar Luna Park". Y sentenciaba: "Una casa para los muertos".
O para la eternidad. La pir¨¢mide que tantas opiniones feroces arranc¨® es hoy la tercera obra m¨¢s popular del Louvre, solo por detr¨¢s de La Gioconda y de la Venus de Milo. Ieoh Ming Pei, premio Pitzker en 1983, que falleci¨® esta semana a los 102 a?os, pudo ver c¨®mo los mismos que la hab¨ªan tachado de desprop¨®sito la consideraron con los a?os una obra maestra, un legado vivo.
Formada por 673 paneles de vidrio transparente, sostenidos por una estructura de acero (180 toneladas en total), se eleva como una escultura, monumento del movimiento moderno, sobre el punto de intersecci¨®n de los ejes centrales de las fachadas del museo que limitan la Cour Napol¨¦on.
Su ejemplo ha cobrado actualidad poco antes de la muerte del arquitecto de origen chino en el debate sobre la reconstrucci¨®n de Notre Dame (tras la desaparici¨®n de parte de la catedral en el incendio de hace un mes).?Manuel Blanco, director de la ETSAM, que adem¨¢s trabaja en el dise?o expositivo del futuro Museo de las Colecciones Reales de Madrid, valora en ICON Design la valent¨ªa de la intervenci¨®n del museo con "una pieza de arquitectura contempor¨¢nea". "La joya de la corona de la presidencia de Mitterrand", afirma. Aunque I.M. Pei defend¨ªa que "lo m¨¢s importante est¨¢ debajo. La pir¨¢mide por s¨ª sola no existe", dijo.
Educado en un contexto de la diplomacia colonial de Hong Kong y Shangh¨¢i, todas las obras de Pei ¨Cel museo y biblioteca presidencial John F. Kennedy en Boston o el Dallas City Hall, de car¨¢cter brutalista¨C, "son un ensamblaje muy calculado de prestigio e intervenci¨®n pol¨ªtica", explica Andr¨¦s Jaque, fundador de Office for Political Innovation, oficina internacional de arquitectura que opera desde Nueva York. "Formas escult¨®ricas muy consensuadas y materiales aparentemente imperecederos".
Cuando lo que quieres es quedarte en la entrada
Por eso, esta entrada, a trav¨¦s de cuyas paredes pueden verse los muros decimon¨®nicos de la pinacoteca ¨C"su transparencia se propone como un compromiso entre la dura intervenci¨®n del poder actual y el respeto a lo existente", escribi¨® en 1989 el catedr¨¢tico de Historia del Arte Juan Antonio Ram¨ªrez, en un texto recogido en el libro Arte y arquitectura en la era del capitalismo triunfante¨C, es mucho m¨¢s que un lugar de paso.
Por un lado, est¨¢ lo que supuso para el propio museo y para los museos de todo el mundo. Juan Herreros, al frente de Estudio Herreros, que firm¨® hace dos a?os la remodelaci¨®n de los accesos del MALBA de Buenos Aires ¨C"reduciendo su carga solemne, en busca de un lenguaje pr¨®ximo a la cultura del bricolaje"¨C, destaca su audacia: "La operaci¨®n de crear al Louvre unos accesos generosos con un programa de interacci¨®n con el p¨²blico previo a la visita fue pionero. Entend¨ªa la necesidad de hacer que la ciudad entre en los museos, cuyos vest¨ªbulos se convierten en una especie de hub social y comercial, similar a las plazas p¨²blicas".
Solo hace falta ver la agenda de los pr¨®ximos eventos programados en ella para darse cuenta de que la pir¨¢mide que Pei levant¨® con su estudio ha cumplido esa funci¨®n: la Fiesta de la m¨²sica bajo la pir¨¢mide, con la Orquesta de Par¨ªs (21 de junio), o la exposici¨®n Leonardo Da Vinci por el quinto centenario de su muerte, la mayor jam¨¢s dedicada al artista y a su entorno (24 de octubre).
El problema viene cuando ese primer contacto, se?ala Herreros, "es m¨¢s comercial que cultural o educativo". Y esta es precisamente la contradicci¨®n que se origin¨® en la pinacoteca parisina. "Quiz¨¢ el Louvre abri¨® la veda. La integraci¨®n del museo en la vida urbana puede tener tambi¨¦n una cara B, que lo convierte en un centro de gravedad de un turismo que es consumo puro". El precio de ser el primero. "Otros museos han aprendido la lecci¨®n y han sabido medir la cantidad y la intensidad de este espacio de transici¨®n".
No es la ¨²nica paradoja que se produjo con la pir¨¢mide del Louvre. En un momento en que Reagan y Thatcher promov¨ªan "el nacimiento del neoliberalismo, la cultura de la individualidad, la reducci¨®n de lo p¨²blico y el final del estado de bienestar", se?ala Andr¨¦s Jaque, "Mitterrand entendi¨® el poder de la arquitectura para renovar el sentimiento de pertenencia colectiva y de progresismo. La inauguraci¨®n de la pir¨¢mide del Louvre culminaba un primer mandato de Mitterrand marcado por las pol¨ªticas sociales y mostraba a Francia como el lugar de progresismo p¨²blico".
De la espiritualidad del arte al Gran Capital
Esto al Este. Una gema que despunta en el centro de la ciudad, como un obelisco parcialmente sumergido, en palabras de Juan Antonio Ram¨ªrez, quien lo describe como un diamante cristalino que "alude subliminalmente a la pureza y a la espiritualidad del arte". Un sofisticado "ensamblaje de referencias a Andr¨¦ le N?tre y a Pink Floyd", a?ade Jaque.
Al Oeste, su r¨¦plica en otra de las grandes intervenciones urban¨ªsticas de Mitterrand, el distrito financiero de La D¨¦fense. La arquitectura de Pei, uno de los ¨²ltimos representantes del movimiento moderno estadounidense?¨Cen Harvard fue alumno de Walter Gropius, el fundador de la Bauhaus, y conoci¨® a Marcel Breuer¨C, es "una forma de diplomacia amable pero implacable", explica Jaque, "al servicio de instituciones que acumulan poder cient¨ªfico, cultural, financiero y pol¨ªtico".
De hecho, subraya Herreros, "la pir¨¢mide reproduce la materialidad y el sistema constructivo de los muros cortina de los grandes edificios corporativos. Pei hab¨ªa construido en 1976 el John Hankock de Boston y, en 1990, un a?o despu¨¦s de la pir¨¢mide de Par¨ªs, inaugur¨® el Bank of China en Hong Kong, que comparte la geometr¨ªa triangular del patio del Louvre. Conscientemente se provoca una conexi¨®n en la mente del espectador que ve la pir¨¢mide como el s¨ªmbolo de una arrolladora fuerza econ¨®mica".
Y precisamente de este diamante arranca, como escribi¨® Ram¨ªrez, "la v¨ªa triunfal m¨¢s grandiosa que pueda contemplar el ser humano, proponi¨¦ndose as¨ª como un verdadero axis mundi capaz de reinterpretar la historia para beneficio y gloria de la nueva grandeur". Un poder¨ªo que deb¨ªa hacerse m¨¢s patente si cabe en las celebraciones del bicentenario de la Revoluci¨®n Francesa.
Siguiendo el recorrido del sol por la gran avenida, se atraviesa en primer lugar el Arco del Carrusel, que conmemora la victoria de Napole¨®n en la batalla de Austerlitz, se pasa despu¨¦s por el verdadero obelisco egipcio de la Place de la Concorde para ascender suavemente por los Campos El¨ªseos que reposan en el Arco del Triunfo, "donde encuentran su expresi¨®n las haza?as militares de la Revoluci¨®n y del Imperio".
Y al otro lado de la colina, en el extremo oeste de la ciudad muere el gran eje en el Arco de La D¨¦fense (1989), del dan¨¦s Johan Otto von Spreckelsen, girado "seis grados con respecto a la avenida, al igual que la pir¨¢mide del Louvre", y dialogando con todos los triunfos del pasado desde su olimpo financiero. Lo rodean los rascacielos?de segunda generaci¨®n: Fiat, Gan, Descartes, Elf, Pfa... La nueva religi¨®n, dec¨ªa Juan Antonio Ram¨ªrez, es el Gran Capital, y ah¨ª se ha cerrado la avenida, en "la frialdad marm¨®rea" de este cubo, "punto final y resumen del distrito financiero": "La historia ha terminado". Para Ram¨ªrez, "es como si el diamante ¨²nico de Pei tuviera como r¨¦plica una mina entera".
Obras o ruinas
Por el camino, el gobierno de Mitterrand se afan¨® en levantar decenas de obras que deb¨ªan culminarse a tiempo para el 14 de julio de 1989, fecha de la celebraci¨®n de los 200 a?os de la Revoluci¨®n. Quiz¨¢ inaugurando una especie de nuevo socialismo arquitect¨®nico en Europa, que se tradujo en calles "en construcci¨®n".
"?No se parecen mucho las obras y las ruinas?", reflexionaba Juan Antonio Ram¨ªrez. O lo que es lo mismo: "No se sab¨ªa d¨®nde empezaban las destrucciones y empezaban las construcciones", como meditaba Carvalho en El laberinto griego (1991) de V¨¢zquez Montalb¨¢n mientras observaba la Barcelona preol¨ªmpica: "Una llanura de insinuaciones para lo que ser¨ªa la Villa Ol¨ªmpica al cabo de un a?o y medio, entre un mar sorprendido en su fea desnudez de mar urbano, tras la ca¨ªda de las casas que le serv¨ªan de taparrabos".
La pir¨¢mide de Pei no es solo un diamante, es un referente urbano, como lo fueron los obeliscos "tras las intervenciones promovidas en Roma por Sixto V", cuenta Ram¨ªrez. Y lo es tambi¨¦n de un nuevo tejido arquitect¨®nico que se superpuso a la ciudad hist¨®rica.
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