Los presos ganan a los fugitivos
La operaci¨®n de presentarse al Parlamento espa?ol y al Europeo tiene mucho de maniobra: para aventar su causa. Y competir y estar presentes.
De momento, los pol¨ªticos indepes presos ganan a los fugitivos. La operaci¨®n de presentarse ¡ª ambos grupos¡ª al Parlamento espa?ol y al Europeo tiene mucho de maniobra: para aventar su causa. Y competir y estar presentes.
Y es que casi ninguno (si alguno) busca ejercer las tareas de los cargos pretendidos. Lo cual es parad¨®jico, pero leg¨ªtimo. Y subraya no la baja calidad de la democracia, sino la generosidad de la Constituci¨®n: ?los acusados de vulnerar la soberan¨ªa nacional pueden aspirar a encarnarla!
Y todo ciudadano goza de la presunci¨®n de inocencia mientras no est¨¦ condenado mediante sentencia firme. Y pues, de su derecho a la participaci¨®n pol¨ªtica (art¨ªculo 23 de la Constituci¨®n). Aunque el modo de su ejercicio pueda sufrir restricciones.
En t¨¦rminos de rivalidad electoral, de simbolismo ic¨®nico, y de explotaci¨®n de la presentaci¨®n victimaria, los presos ganan la partida a los de Waterloo.
O al menos compensan su enorme desventaja: por supuesto, en calidad de vida, pero tambi¨¦n en libertad de movimientos para hacer pol¨ªtica.
Y eso significa que aunque solo dos de los cinco parlamentarios-presos-y-electos sean de Esquerra y los otros tres postconvergentes la capitalizaci¨®n principal del episodio beneficia m¨¢s a los primeros.
Por la sencilla raz¨®n de que en este tipo de lides muy medi¨¢ticas, prima el liderazgo sobre el n¨²mero: Oriol Junqueras estuvo ayer y est¨¢ hoy en carne y hueso en el Parlamento espa?ol; su socio y rival, ?d¨®nde? No es solo una cuesti¨®n de percepci¨®n televisiva. Sino de credibilidad comparativa. Afrontar la propia responsabilidad y pechar con sus consecuencias siempre es mejor valorado por los ciudadanos que ofrecer la impresi¨®n (real o ficticia, no es el tema) de rechazarla, huyendo.
Y eso se enfatiza curiosamente en el caso de un postconvergente: Joaquim Forn, un preso que primero se larg¨® a Bruselas y luego lo repens¨® y volvi¨®.
Adem¨¢s de la credibilidad por mayor responsabilidad, tambi¨¦n aumenta comparativamente la de quienes usan las armas de la ley (el derecho a presentarse como elegibles) no para esquivarla en un eterno viaje a ninguna parte, sino para consumar alguno de sus fines.
Esquivarla supone situarse extramuros del sistema; consumarla da pie a adivinar alguna intenci¨®n de respetarlo.
Tambi¨¦n las expectativas de futuro difieren. Incluso en el eventual caso de una condena dura, la certeza de acogerse a la ley ¡ªy sus infinitas posibilidades¡ª suele ser mejor perspectiva que la de conculcarla para siempre. Lo que puede conducir a una suerte de apatridia de facto y desde luego a la incertidumbre del errante, como acabamos de ver en otro caso muy distinto.
Los del interior, al cabo, suelen tener una visi¨®n menos deformada de la vida que los del exterior. Se ha demostrado muchas veces. Aunque no siempre.
Menos deformada no implica, a¨²n, realista. Habr¨¢ que cotejar las auto-proclamas de pragmatismo con su plasmaci¨®n pr¨¢ctica. Y en eso ni unos ni otros brillan nada.
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