Ara Malikian: un viol¨ªn entre la multitud
De paseo por las calles de una ciudad sin nombre. Hac¨ªa tanto que no paseaba tranquilamente sin obligaci¨®n o destino, que sentir los pasos sobre el asfalto ya result¨® un hecho extraordinario.
Con su reci¨¦n estrenado ¡°carnet¡± de jubilaci¨®n, se fij¨® en los balcones a?ejos decorados con geranios rojos del viejo barrio, como si los contemplara por primera vez.
Las ventanas de las casas estaban abiertas, atentas a la llegada del verano. Sus cristales luc¨ªan tan impolutos que consigui¨® adentrarse al otro lado durante unos segundos. Perdi¨® el equilibrio y se estamp¨® con elegancia contra un coche.
Despu¨¦s del susto, respir¨®, dispuesto a regresar al camino. Una multitud de caminantes blancos, disfrazados de turistas, casi lo devoran con sus c¨¢maras fotogr¨¢ficas. De nuevo cay¨® al suelo. Sinti¨® calor. El mundo le empez¨® a parecer un desprop¨®sito, un disparate, una broma pesada, el esperpento de Valle-Incl¨¢n.
Un viol¨ªn que se escapaba brillante desde una de las ventanas acudi¨® en su auxilio. ¡°Donde las palabras fallan, la m¨²sica habla¡±, apuntar¨ªa Hans Christian Andersen.
Trep¨® para encontrarse con el due?o de esa melod¨ªa y mientras tanto, pens¨®: ¡°el viol¨ªn existe para dar sonido al dolor cuando uno se quiebra. Cuando no existen l¨¢grimas, ni gritos para explicar vac¨ªos, sus cuerdas muestran toda la crudeza de los p¨¢jaros de Hitchcock, de la sirena que sufre en silencio al estrenar piernas nuevas¡±.
El viol¨ªn mueve los hilos de una ciudad independiente, desmemoriada. La vuelve c¨¢lida, solidaria, divertida. Es capaz de ser el ¨²nico nexo de uni¨®n entre miles de personas que, bajo su paraguas, se mueven en procesi¨®n ante un destino incierto.
Violines suenan para celebrar la vida, para te?irla de color en d¨ªas de ceniza. Los violines cuentan historias viejas, internacionales, sabias, con finales abiertos. Son la trama y el desenlace. Bajan escaleras, montan en bicicleta, escriben a pluma. Violines suenan en un trasatl¨¢ntico a la deriva, en la ¨²ltima cena, en un abrazo escondido que termina en remolino.
¡°Pero no todo los violines son iguales¡±, sentenci¨® al contemplar al fin al due?o de la canci¨®n. ¡°No tienen el mismo car¨¢cter o personalidad¡±. Aquel atractivo viol¨ªn, el de Ara Malikian, era distinto.
Dentro del v¨ªdeo de Malditos Domingos, en un sal¨®n deslumbrante, habla todos los idiomas y a la vez uno inventado que solo es suyo. El instrumento parece una extensi¨®n m¨¢s de su cuerpo, su sombra, un hermano gemelo con el que comparte nervio y coraz¨®n. Las notas, el movimiento de su cuerpo, de sus cabellos, plantean un viaje del que se regresa con la maleta llena.
Malikian se inici¨® en el viol¨ªn a edad temprana de la mano de su padre, a pesar de las dif¨ªciles circunstancias que la guerra civil libanesa le obligaron a vivir. El miedo se debi¨® fundir con la alegr¨ªa de un ni?o que aprende algo nuevo, la incertidumbre con el amor del progenitor que comparte con su hijo lo que no se compra con dinero. Ser¨¢ por eso y por tantas vivencias posteriores, por lo que su viol¨ªn habla tantos c¨®digos diferentes e igualmente hermosos.
El viandante, admirando la figura del artista, se pregunt¨® si la m¨²sica tiene algo de religi¨®n porque en ocasiones se convierte en el lugar donde nos paramos a pensar en qui¨¦nes somos. Entre canciones repasamos nuestro ¨¢lbum vital.
Tal vez el viol¨ªn sea el instrumento que m¨¢s ara?e la historia y Ara Malikian uno de los mejores exponentes para batir las alas de la memoria.
Ara Malikian acaba de publicar nuevo disco titulado "Royal Garage"
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