Elogio de las formas
Detr¨¢s de tratados y leyes siguen latiendo los valores de Europa
Cuando las ciudades de Europa no eran otra cosa que una acumulaci¨®n de ruinas y todav¨ªa se levantaba por doquier el polvo de la destrucci¨®n y largas caravanas de personas de procedencias distintas caminaban como son¨¢mbulas en b¨²squeda de un hogar. Cuando hubo ni?os que formaban bandas violentas para conseguir algo de comer y las mujeres que fueron violadas segu¨ªan atemorizadas ante cualquier peque?o ruido, cuando las tropas de los aliados descubr¨ªan los cuerpos fam¨¦licos de los jud¨ªos que lograron sobrevivir en los campos de concentraci¨®n nazis, cuando todav¨ªa estallaba de tanto en tanto una mina y destrozaba un cuerpo inocente, cuando los soldados descubr¨ªan en alguna casa la mesa puesta con los platos todav¨ªa sin recoger de una familia que sali¨® abandon¨¢ndolo todo por puro miedo. Estaba terminando la Segunda Guerra Mundial y eran muchos los que se propusieron firmemente que aquello no pod¨ªa volver a ocurrir. El proyecto europeo solo se puede entender con ese paisaje de fondo.
Desde hace alg¨²n tiempo, sobre todo tras los destrozos de la crisis econ¨®mica, son muchos los que consideran que Bruselas no es otra cosa que una burbuja donde unos cuantos poderosos mueven esos hilos que terminan en cualquier remoto rinc¨®n de Europa destrozando el bienestar de una familia. La Uni¨®n pasa a ser entonces un ogro de modales amables que interviene con extrema frialdad en el destino de los desamparados para condenarlos a la miseria. La Europa de los banqueros. La Europa de los bur¨®cratas. La Europa de los se?oritos privilegiados. El mensaje ha ido calando poco a poco en distintos sectores. Aun as¨ª, las encuestas se?alan que hay m¨¢s ciudadanos que siguen confiando en el proyecto de la Uni¨®n.
Sea como sea, Europa est¨¢ lejos. Siempre est¨¢ lejos. Pese a su larga y atormentada historia, y a sus logros pol¨ªticos y culturales, tiene algo de idea o de abstracci¨®n, puede sonar a m¨²sica celestial o quedar convertida en una caricatura grotesca trazada con el pulso firme del miedo. Ahora que hay elecciones al Parlamento Europeo, lo m¨¢s dif¨ªcil es celebrar la arquitectura formal que se ha ido construyendo desde que los fundadores proyectaron ese artefacto que pudiera servir de escudo a las tentaciones de la guerra y que fuera asegurando libertades, derechos y un mayor bienestar a todos los ciudadanos de los pa¨ªses que se integraron en el proyecto. Tratados, leyes, normas, procedimientos: nada de todo esto despierta f¨¢cilmente entusiasmo alguno. Por eso hace falta rascar, y si hace falta seguir rascando, hasta descubrir que detr¨¢s de ese galimat¨ªas formal siguen latiendo los valores que han sostenido un proyecto que, con todas sus limitaciones, ha permitido a los europeos vivir en paz e ir aumentando su bienestar: libertad, justicia y verdad.
Volver a tener presentes los horrores de las dos guerras que devastaron Europa entre 1914 y 1945 no significa promocionar el fantasma de un nuevo cataclismo en el siglo XXI para generar falsas alarmas y alentar el miedo. Pretende, simplemente, recordar que hubo quienes apartaron un d¨ªa la espada y se inclinaron por la palabra para construir otra Europa. Y levantaron un marco donde todas las disputas fueran posibles, pero siempre gobernadas por la voluntad de buscar acuerdos en las diferencias, m¨¢s all¨¢ de enfrentamientos entre identidades que se reclaman incompatibles. La Uni¨®n Europea pasa por momentos dif¨ªciles, pero no le ha llegado la hora del desguace. Toca, s¨ª, salir a votar y defender los proyectos inclusivos frente a los desmanes de las grandes esencias.
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