Humillados y ofendidos

Los espa?oles en el extranjero aprendemos bastantes cosas durante las campa?as electorales. Seg¨²n se dice, los parvularios de hoy son algo as¨ª como Sodoma, Gomorra y las Cuevas del Sado. Qu¨¦ barbaridad. En mis tiempos, lo m¨¢s sensacional era que alg¨²n ni?o se cagara encima. Es lo que tiene el progreso. Tampoco sab¨ªa yo que a los madrile?os les gustara sentarse al volante para pasar la noche embotellados en la Gran V¨ªa. Bueno. La campa?a ha terminado sin que se abordara la cuesti¨®n que probablemente m¨¢s nos intriga a todos, esto es, el criterio por el que se rige el Partido Popular para seleccionar candidatos tan interesantes, pero en conjunto no ha estado mal. Se ha demostrado que Espa?a est¨¢ perfectamente alineada con las grandes corrientes pol¨ªticas contempor¨¢neas, cuyo denominador com¨²n es la negaci¨®n de la pol¨ªtica.

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C¨®mo se fabrica una guerra

Una realidad inc¨®moda

Empezamos hace ya tiempo a trasladar a los tribunales las decisiones pol¨ªticas. ?Se acuerdan? Los jueces asumieron la tarea de evaluar la capacitaci¨®n de los representantes p¨²blicos cuando se decidi¨® que la sospecha de corrupci¨®n no era raz¨®n para dimitir y que hab¨ªa que esperar a la imputaci¨®n formal; luego, a la condena; luego, al resultado del recurso, o quiz¨¢ incluso al momento de entregar el cintur¨®n en la recepci¨®n penitenciaria. Los jueces se encargaron tambi¨¦n de la pol¨ªtica territorial (v¨¦ase Catalu?a), de la validez de candidaturas (siga vi¨¦ndose Catalu?a) y hasta de si son aceptables ciertas votaciones parlamentarias (todav¨ªa Catalu?a, subapartado Miquel Iceta).

Adem¨¢s de eso, lo contempor¨¢neo es moralizar la pol¨ªtica. No en el sentido de que los cargos pol¨ªticos se comporten decentemente, sino en el muy distinto de atribuir un valor moral a las propuestas, seg¨²n de d¨®nde vengan. Como cuando Albert Rivera dice que algo sugerido por Miquel Iceta es ¡°inmoral¡±. ?Inmoral? ?Hablamos de esos parvularios l¨²bricos donde metemos a los ni?os? No, hablamos de refer¨¦ndums. Lo que antes pod¨ªa ser ilegal, o irrealizable, o inapropiado, ahora es inmoral. En t¨¦rminos generales, lo que dice la izquierda es inmoral para la derecha, y al rev¨¦s. Cada bando afirma tener la moral de su parte. Eso siempre es ¨²til para la gesti¨®n razonable de una sociedad.

Lo nov¨ªsimo, nov¨ªsimo, consiste en la recuperaci¨®n de una maravillosa tradici¨®n rom¨¢ntica: la personificaci¨®n. O sea, la atribuci¨®n de cualidades humanas a los animales y a las cosas. Habr¨¢n escuchado mas de una vez que el Congreso ¡°ha sido humillado¡± por tal cosa o tal otra, o que una bandera ha sido ¡°deshonrada¡±, aunque resulte evidentemente imposible porque solo las personas son susceptibles de humillaci¨®n. Pero por ah¨ª se llega a la imagen de Espa?a (o Catalu?a) como madres vejadas, al concepto de que la Naci¨®n est¨¢ por encima de sus ciudadanos, y en un periquete volvemos al siglo XIX. Tambi¨¦n se transforma en persona a un toro, o a una trucha, o a una zanahoria. Todo es persona, menos las personas que no piensan como nosotros y, por tanto, nos ofenden, y, por tanto, no merecen un trato humano: son ¡°peste¡±, o ¡°chusma¡±, o, si son pobres y de derechas, ¡°idiotas¡±.

A partir de ma?ana, con todo este delirio habr¨¢ que manejar la Uni¨®n Europea y los ayuntamientos. Dan ganas de refugiarse en un parvulario.