La boda entre Napole¨®n y su princesa austriaca se repite 200 a?os despu¨¦s
El pr¨®ximo enlace del heredero de la casa Bonaparte con una descendiente de la emperatriz Mar¨ªa Luisa revive el sonado matrimonio del gran corso con la princesa austriaca
Ya falta menos para la boda del a?o, en la catedral Saint-Louis-des-Invalides el 19 de octubre, entre Jean-Christophe Napole¨®n (Saint Rapha?l, Francia, 1986), miembro de la familia Bonaparte, pretendiente al trono de Francia y que ostenta el t¨ªtulo (de cortes¨ªa) de pr¨ªncipe Napole¨®n, y su prometida, la condesa Olympia Elena Maria von un zu Arco-Zinneberg (M¨²nich, 1988), bisnieta del ¨²ltimo emperador de Austria, Carlos I, y de la emperatriz Zita, y sobrina nieta (en seis generaciones) de la princesa imperial austriaca Mar¨ªa Luisa (1791-1847), convertida en emperatriz de los franceses tras casarse con Napole¨®n I en 1810. Es bastante improbable que nos inviten.
Resulta que la boda, que ser¨¢ digna de un extra del ?Hola!, est¨¢ siendo la comidilla de la alta sociedad europea no solo por los sonoros nombres de los contrayentes, sino por el eco hist¨®rico que despierta el enlace. Efectivamente, los novios est¨¢n de alguna manera recreando, por su herencia, los sonad¨ªsimos esponsales de sus respectivos ancestros Napole¨®n y Mar¨ªa Luisa, una boda que fue un terremoto en el mapa pol¨ªtico y din¨¢stico del momento. Napole¨®n, heredero de la Revoluci¨®n Francesa y bestia negra de la aristocracia europea adem¨¢s de tradicional azote de los ej¨¦rcitos austriacos, a los que hab¨ªa dado para el pelo en innumerables y sonadas batallas, se casaba, tras repudiar a la emperatriz Josefina, con la princesita de los Habsburgo Mar¨ªa Luisa (en la intimidad Luisl, en alem¨¢n; Louisette o Louison, en franc¨¦s), hija querida (es verdad que ten¨ªa otros 10 hijos) de su tradicional archienemigo el emperador de Austria Francisco I. La cosa tiene m¨¢s miga si se piensa que Mar¨ªa Luisa era sobrina nieta de Mar¨ªa Antonieta, austriaca como ella, reina de Francia por su boda con Luis XVI y decapitada por la misma Revoluci¨®n que condujo a Napole¨®n al poder.
Evidentemente, no era un matrimonio por amor. De hecho, a la princesita, que contaba 17 a?os cuando se la concedieron al franc¨¦s, a la saz¨®n con 40, hab¨ªa sido educada en un odio feroz al ¡°ogro corso¡± y ¡°anticristo¡± que hab¨ªa incendiado Europa ¡ªy tomado dos veces Viena, haciendo huir a la familia imperial¡ª y amenazaba con no dejar t¨ªtere con corona. Mar¨ªa Luisa incluso ten¨ªa un soldadito de madera al que hab¨ªa bautizado como ¡°Bonaparte¡± y al que sol¨ªa torturar como venganza. Cuando su amoroso pero pragm¨¢tico padre le comunic¨® que la daban en matrimonio a Napole¨®n pens¨® que era una broma, aunque los Habsburgo eran poco dados a hacerlas. Acept¨® porque no le quedaba otro remedio y porque las princesitas han de someterse a la raz¨®n de Estado que para eso est¨¢n, o estaban. La joven, que reservaba su corazoncito y lo dem¨¢s para un apuesto primo con el que tonteaba en el Hofburg, acudi¨® a la boda en Francia como quien acude al matadero. Previamente se hab¨ªa celebrado un matrimonio por poderes en la iglesia de los Agustinos en Viena en la que represent¨® al novio con la alegr¨ªa que puede suponerse el t¨ªo de la novia, el archiduque Carlos, uno de los enemigos m¨¢s ac¨¦rrimos de Napole¨®n en el campo de batalla. Como no se conoc¨ªa la talla del dedo del emperador franc¨¦s, el arzobispo de Viena bendijo 12 anillos de diferentes tama?os.
Napole¨®n se hab¨ªa decantado por Mar¨ªa Luisa tras revisar una lista de 18 princesas casaderas y descartar a Anna Pavlovna Romanova, hermana de Alejando I de Rusia ¡ªy que tambi¨¦n significaba una alianza interesante¡ª por demasiado jovencita. Con 14 a?os la rusa no era todav¨ªa n¨²bil y Napole¨®n ten¨ªa prisa por conseguir un heredero de buena cuna para asegurarse la sucesi¨®n de su nueva dinast¨ªa y entroncarla con las m¨¢s a?ejas. ¡°Me caso con un vientre¡±, es lo que dijo poco elegantemente al decidirse por Mar¨ªa Luisa. Sin duda tambi¨¦n ha de tener morbo que se convierta en tu suegro alguien a quien has ganado en Wagram.
El emperador franc¨¦s hab¨ªa despejado ya sus dudas sobre su capacidad de engendrar tras no conseguir tener descendencia con Josefina, que le achacaba la esterilidad a ¨¦l: en 1806 hab¨ªa tenido un hijo (el futuro conde de Le¨®n, por Napo-le¨®n) con una de sus amantes, Denuelle de la Plaigne. Napole¨®n solo tuvo tres hijos: el citado, el que procre¨® en 1810 con Mar¨ªa Walewska (Alejandro, conde Walewski) y el alumbrado en 1811 por Mar¨ªa Luisa, su malogrado heredero, Napole¨®n II, el denominado Rey de Roma y El Aguilucho, educado por los Habsburgo como duque de Reichstadt y fallecido de tuberculosis en 1832.
En el caso de Mar¨ªa Luisa se casar¨ªa con un vientre, pero fue ver a la lozana princesa y resurgir en ¨¦l el joven artillero. La esperaba en un cruce de caminos en la frontera, impaciente. Se mont¨® en la carroza y parece que all¨ª ya hubo avance sustancial de la infanter¨ªa de l¨ªnea, porque la joven lleg¨® a Compi¨¨gne, lugar de la ceremonia francesa, con el vestido sospechosamente arrugado. Luego no hab¨ªa forma de que dejaran la habitaci¨®n nupcial. Napole¨®n, es sabido, era muy fogoso en la cama. Para ¨¦l, en todo encuentro despuntaba el sol de Austerlitz. Ten¨ªa una inclinaci¨®n (y valga la imagen) por el cunnilingus casi obsesiva (lo que arroja una dimensi¨®n notable a su famoso mensaje a Josefina, ¡°llego ma?ana, no te laves¡±). No lo digo yo, no me atrever¨ªa: lo explica, como lo de que llamaba a su miembro viril ¡°el Bar¨®n de Kepen¡±, uno de sus m¨¢s recientes bi¨®grafos, Andrew Robert (desde luego todo eso no lo contaba Emil Ludwig).
El caso es que Mar¨ªa Luisa le tom¨® afecto. ¡°Se ha pasado toda la noche riendo¡±, dijo luego Napole¨®n, que recomend¨® al d¨ªa siguiente a su ayuda de campo, Savary: ¡°Querido, c¨¢sate con una alemana, son las mejores, dulces, inocentes y frescas como rosas¡±. Tambi¨¦n destac¨® de su esposa que era en la intimidad complaciente, ¡°voire ardente¡±. La relaci¨®n dur¨® cuatro a?os. Ella no sigui¨® a su marido derrotado a Elba, primero, ni luego a Santa Helena. En cuanto pudo volvi¨® a Viena. No tard¨® en olvidarse de Napole¨®n en brazos del conde de Neipperg, general apuesto, aunque tuerto. Con ¨¦l tuvo cuatro hijos, comparti¨® el ducado de Parma y se cas¨® tras morir su imperial marido en 1821.
Es de esperar que el nuevo Napole¨®n, que es banquero de inversiones, licenciado por Harvard y no general, y su prometida austriaca tengan mejor suerte en su matrimonio que sus antecesores. En realidad, hay que precisar que ¨¦l, Jean-Christophe, al que hay que dirigirse como Su Alteza Imperial (si te invita a la boda) y est¨¢ considerado sucesor leg¨ªtimo de Napole¨®n I y Napole¨®n III y emperador de jure por los bonapartistas din¨¢sticos con el nombre de Napole¨®n VII, no es descendiente directo de Napole¨®n. Ni tampoco del emperador Napole¨®n III (sobrino de Napole¨®n), cuyo ¨²nico hijo (con Eugenia de Montijo), Luis Napole¨®n, fue ex¨®ticamente alanceado a los 23 a?os en Ulundi por los zul¨²es en un caso exacerbado de qu¨¦ diablos hago yo aqu¨ª, sin dejar descendencia. El joven casadero desciende de la l¨ªnea de J¨¦r?me Bonaparte, rey de Westfalia, el hermano peque?o de Napole¨®n. El enrevesamiento din¨¢stico de la familia, que ha entroncado con numerosas casas reinantes y noblezas europeas, ¡ªJean-Christophe es hijo de la princesa Beatriz de Borb¨®n-Sicilia¡ª no ha impedido que los l¨ªos propios de los Bonaparte originales ti?an las nuevas ramas: el abuelo de Jean-Christophe lo design¨® sucesor (cosa que se discute en el seno del bonapartismo) salt¨¢ndose a su padre, Charles, por su divorcio y sus posiciones pol¨ªticas de republicano de izquierdas y simpatizante de los separatistas corsos...
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