Drica: defender el territorio para las generaciones futuras significa resistir
La activista brasile?a es responsable de una asociaci¨®n de seis comunidades de afrodescendientes que se enfrenta a la destrucci¨®n de la selva amaz¨®nica brasile?a. Su historia es la tercera de la serie 'Rainforest Defenders', que presenta a cinco j¨®venes l¨ªderes que luchan por la conservaci¨®n de los bosques
La llegada de la lancha al quilombo?¡ªasentamientos donde se refugiaban exesclavos negros¡ª M?e Domingas, al que solo puede accederse obteniendo un permiso especial del Instituto Chico Mendes de Conservaci¨®n de la Biodiversidad (ICMBio), por encontrarse en el interior de la? Reserva Biol¨®gica del R¨ªo Trombetas (Rebio) en la Amazonia brasile?a, coincide con el final de una consulta en asamblea.
La votaci¨®n se produce tras haberse debatido la propuesta de una empresa maderera para explotar el territorio a cambio de una renta que parece fabulosa. Entonces, alguien comunica el resultado de la votaci¨®n a los reci¨¦n llegados: 15 a favor de la propuesta de los madereros, 100 en contra. Aunque se trata de una modesta representaci¨®n del conjunto de las seis comunidades ¡ªTapagem, M?e Cu¨¦, Abu¨ª, Sagrado Cora??o de Jesus, Santo Ant?nio y Paran¨¢ do Abu¨ª¡ª que conforman el territorio englobado en la asociaci¨®n M?e Domingas coordinada por Drica, una joven l¨ªder comunitaria de 29 a?os, profesora de educaci¨®n infantil, este resultado es significativo.
Significa la victoria de las tesis que defiende Drica. M?e Domingas, el territorio quilombola en que vive, se cuenta entre los m¨¢s empobrecidos de los ocho que existen en el r¨ªo Trombetas, afluente del margen izquierdo del r¨ªo Amazonas, en el Estado brasile?o de Par¨¢.
La vida transcurre aqu¨ª en modestas unidades familiares. Estas agrupan dos o tres casas, muchas de ellas con paredes de madera y techos de hoja de palma, adem¨¢s de un f¨¢cil acceso al r¨ªo, que es la v¨ªa de comunicaci¨®n fundamental, a veces la ¨²nica. No hay energ¨ªa, salvo la de un generador que arrancan cuando hay combustible al caer la tarde, y obtienen el agua potable de pozos excavados.
Los quilombos est¨¢n formados por varias comunidades y Drica, que sali¨® a estudiar a Manaos, pero regres¨® a Trombetas a ejercer de profesora en la escuela, ha sido elegida recientemente para representar a la asociaci¨®n del territorio, que forman seis comunidades para defender sus intereses desde hace ya 18 a?os. Por primera vez una mujer ocupa ese cargo. Esto genera expectativas pero tambi¨¦n reticencias en una sociedad tan tradicional. ¡°El machismo siempre estuvo aqu¨ª, desde el principio. Pero con mi elecci¨®n como coordinadora por primera vez se rompi¨® una barrera. Espero que sirva para que otras mujeres hagan lo mismo¡±, dice con orgullo.
El origen de estas comunidades de afrodescendientes, que existieron en distintos lugares del continente americano y que en Brasil llegaron a ser muy relevantes, es importante para comprender su condici¨®n actual.
Brasil retras¨® todo lo que pudo la abolici¨®n de la esclavitud. Tanto que era el ¨²nico pa¨ªs donde a¨²n era libre la compraventa de personas, normalmente de origen africano, a finales del siglo XIX. Aunque la dimensi¨®n continental de este pa¨ªs y la inmensidad f¨¦rtil de su cuenca amaz¨®nica ofrec¨ªan, en ocasiones, la oportunidad de huir, las comunidades de negros huidos eran fuertemente reprimidas.
Escapar, entonces, significaba irse muy, muy lejos, a lugares remotos donde a los se?ores esclavistas les fuese dif¨ªcil alcanzarlos, aunque no tan lejos como para renunciar a establecer contactos con fines de intercambio que aseguraran elementos indispensables para su supervivencia. Escondidos y desperdigados (evitar la concentraci¨®n result¨® ser una eficaz estrategia defensiva), aprendieron a sobrevivir en n¨²cleos muy peque?os y con casi nada.
Acosados por expediciones punitivas peri¨®dicas, que en muchas ocasiones no lograban capturarlos pero s¨ª arrasar sus modestos asentamientos, consegu¨ªan sobrevivir gracias a eficaces sistemas de vigilancia a lo largo del r¨ªo y a su capacidad para esfumarse en el bosque tropical sin dejar apenas rastro para sus perseguidores.
Afrontar las condiciones extremas de la selva como escondite, en cualquier caso, compensaba la humillaci¨®n, la crueldad y la deshumanizaci¨®n que comportaba la esclavitud. Arrancados de ?frica con una violencia inaudita, los que sobrevivieron perdieron muchas veces toda referencia de sus comunidades de origen. Carec¨ªan adem¨¢s de los conocimientos ancestrales de los indios aut¨®ctonos para vivir en el bosque.
A¨²n as¨ª, llegaron a formar comunidades de varios miles de individuos, algunas de las cuales sobreviven hasta hoy y vieron finalmente reconocidos sus derechos sobre la propiedad de la tierra en la que habitan desde hace generaciones.
Al igual que la historia de las demarcaciones ind¨ªgenas, los t¨ªtulos de propiedad de las tierras quilombolas han sido objeto de una fuerte especulaci¨®n y quienes aspiran a obtener suculentos beneficios extractivos en esos territorios, muy ricos en recursos naturales, han intentado impedir que se concedan.
Muchos de estos procesos de titulaci¨®n est¨¢n a¨²n abiertos, pero el nuevo Gobierno de Jair Bolsonaro ha decidido echar el freno a la concesi¨®n de tierras. As¨ª, para algunas de las comunidades de los quilombos, como la de Drica, que llevan d¨¦cadas luchando por el reconocimiento de sus derechos de propiedad adquiridos, la batalla contin¨²a.
Los quilombos del Trombetas existen por lo menos desde finales del siglo XVII, cuando el cultivo del cacao y la ganader¨ªa en el bajo Tapaj¨®s necesit¨® esclavos, que compr¨® en el mercado de traficantes de la costa brasile?a. Seg¨²n la Fundaci¨®n Cultural Palmares, en todo Brasil quedan 3.524 grupos. De estos, solo 154 recibieron t¨ªtulos de propiedad, la fase final del proceso de reconocimiento y protecci¨®n de quilombolas en Brasil. Por los datos de la Coordinaci¨®n Nacional de Articulaci¨®n de las Comunidades Negras Rurales Quilombolas (Conaq), otros 1.700 grupos, entre los que se cuenta el de Drica, est¨¢n aguardando la conclusi¨®n de los estudios antropol¨®gicos o la emisi¨®n de laudos t¨¦cnicos para conseguir un t¨ªtulo.
Sobre el papel, esto otorga a sus habitantes, los quilombolas, una gran riqueza, pero comporta tambi¨¦n importantes amenazas y ah¨ª la lucha de j¨®venes como Drica es fundamental.
Las amenazas a los que est¨¢n sometidos estos territorios son muy pesadas. Ya desde los a?os setenta la empresa Minera??o Rio do Norte (MRN), perteneciente a un consorcio en el que participan las gigantescas BNP, ALCOA y otras, incluida Vale SA (responsable de las cat¨¢strofes de Mariana y Brumadinho), abri¨® una monumental mina de bauxita, base para la fabricaci¨®n del aluminio, r¨ªo arriba. Seg¨²n sus propios datos, la mina extrae 18 millones de toneladas al a?o.
Drica cuenta que esa es una mina opaca cuyas fiscalizaciones no han sido publicadas y teme que la presa con los residuos del proceso de decantaci¨®n podr¨ªa quebrarse y acabar con la vida en el r¨ªo. De hecho, denuncia, ya hay filtraciones que afectan al agua de los que habitan en las inmediaciones, que no pueden beberla y que provoca irritaciones en la piel.
Pero en sus 40 a?os de existencia la mina, para optar a expandir su actividad extractora, ha ido dando trabajo aqu¨ª y all¨¢, y repartiendo algunos servicios a la comunidad para ganarse su favor, sobre todo a partir de la concesi¨®n de t¨ªtulos de algunas de las tierras en favor de los quilombolas.? Lo cierto es que sus propiestarios invierten m¨ªnimamente en salud y educaci¨®n, por ejemplo, en las comunidades quilimbolas. Casi siempre la parte a la que les obliga la legislaci¨®n medioambiental, pero son migajas si se compara con los beneficios que aporta una mina de ese tama?o.
Pero la percepci¨®n dominante es que la mina estuvo ah¨ª desde siempre: cuatro d¨¦cadas se antojan un tiempo inmemorial para esta comunidad joven, que est¨¢ viviendo, adem¨¢s, una verdadera explosi¨®n demogr¨¢fica. En los quilombos, ni?os y ni?as aparecen por todas partes y est¨¢n ah¨ª para recordarle a Drica constantemente la responsabilidad de preservar el territorio. ¡°Nuestra lucha, como la de nuestros abuelos y bisabuelos, es defender esta tierra para que estas nuevas generaciones la reciban tal como la recibimos nosotros¡±, dice.
Ense?ar a los ni?os peque?os a respetar el territorio es su motivaci¨®n principal. Drica imagina un futuro en que los peque?os sepan reconocer y preservar los tesoros que alberga su tierra y sean conscientes de las amenazas que se ciernen sobre ella para, llegado el d¨ªa, defenderla adecuadamente.
Pero, si bien el quilombo parece asumir la mina como una fatalidad, no ocurre lo mismo con amenaza de las madereras. Los hay que proponen alternativas econ¨®micas a la llegada de un maderero for¨¢neo que, con un modelo de explotaci¨®n depredador, en pocos a?os habr¨¢ repartido una renta que parece fabulosa pero no lo es. Muchos piensan que una vez haya acabado con los ¨¢rboles preciosos del lugar, la maderera partir¨¢ a devorar el siguiente pedazo de selva, dejando un rastro de sobreexplotaci¨®n, desestructuraci¨®n social y, en el fondo, tristeza, corrupci¨®n y muerte.
Drica, y muchos como ella, ya ni quieren atender a argumentos que les hablen de cualquier explotaci¨®n maderera. Tomaron una decisi¨®n en asamblea y ahora solo quieren administrarla.
La desconfianza acumulada por estos afrodescendientes huidos de la explotaci¨®n m¨¢s inhumana les carga de raz¨®n para recelar de los barbudos. El drama de privaci¨®n y pobreza que enfrentan, sin embargo, les obliga a pensar tarde o temprano en alg¨²n modelo de generaci¨®n de renta, especialmente cuando estos centenares de ni?os lleguen a la edad adulta, empiecen a formar familias e intenten progresar. Ya hoy las condiciones en el quilombo son muy duras y tomar la decisi¨®n equivocada podr¨ªa resultar catastr¨®fico.
Dos organizaciones cuya misi¨®n es preservar el Amazonas, imparten talleres a las comunidades sobre explotaci¨®n sostenible de la madera, pero los habitantes desconf¨ªan
Elegida a finales del pasado a?o, Drica se encuentra al principio de su mandato de dos a?os, Tendr¨¢ que aprender a lidiar con los m¨²ltiples factores de riesgo que amenazan su territorio. La conciencia de que est¨¢n asentados en una tierra rica y que ahora por fin les pertenece es para ellos una motivaci¨®n m¨¢s para mantenerla intacta.
¡°Pero la mayor amenaza para nuestro futuro, m¨¢s all¨¢ de las madereras o la mina de bauxita, es la de la presa hidroel¨¦ctrica¡±, dice Drica, que ve esto como el fin de los quilombolas del Trombetas. Desde hace tiempo se estudia instalar esta megainfraestructura con potencia prevista de 2.000 megawatios r¨ªo arriba, en Cachoeira Porteira, y ha vuelto a tomar fuerza en el marco del proyecto de desarrollo del Amazonas conocido como Plan Bar?o do Rio Branco, que impulsa el Gobierno de Bolsonaro, seg¨²n confirm¨® el general Maynard Santa Rosa, uno de sus siete ministros militares.
Drica ve al r¨ªo seco y a la poblaci¨®n realojada en casas reducidas y clonadas, de titularidad estatal, construidas para reubicarlos en alg¨²n extrarradio de Oriximin¨¢ o Santar¨¦m. No ser¨ªa la primera comunidad de la regi¨®n que acaba as¨ª.
Drica ve aumento de la violencia, consumo de drogas y alcohol, desarraigo, tristeza y ruina para los suyos y, sobre todo, ve violada la felicidad de los ni?os de la escuela, el ba?o matutino en el r¨ªo, el sonido de la selva que es la banda sonora de sus vidas. Drica ve el final de la magia de los botos (delfines de agua dulce) que asoman sus lomos plateados al atardecer, el fin de la delicia de un mango ca¨ªdo del ¨¢rbol enorme que preside la felicidad infantil.
Drica es una mujer valiente, pero tiene por delante una tarea muy dif¨ªcil. Los riesgos que se ciernen sobre su pueblo, adem¨¢s de la mina de bauxita, las madereras y el proyecto hidroel¨¦ctrico, son incalculables. Y sobre todo percibe la pr¨¢ctica indefensi¨®n que las pol¨ªticas de Bolsonaro puedan significar.
Ense?ar a los ni?os peque?os a respetar el territorio es la motivaci¨®n principal de Drica
La dimensi¨®n catastr¨®fica que pudieran significar estas amenazas en alg¨²n momento la sobrepasan, la abruman. Pero hay una determinaci¨®n en sus ojos, un orgullo antiguo y una rebeld¨ªa heredada de abuelos y bisabuelos, que huyeron de la brutalidad y de la esclavitud para ser libres.
Drica y los suyos viven en condiciones muy duras, pero muestran un orgullo casi desafiante. A¨²n con toda su vulnerabilidad no est¨¢n dispuestos a que nada ni nadie les arrebate su territorio y su conquistada libertad. Son libres desde los tiempos de un m¨ªtico mocambo, un gran quilombo originario del siglo XVIII r¨ªo arriba, que los historiadores han determinado que se llamaba Cidade Maravilla, del que dicen descender.
Pero los quilombolas censados en el alto Trombetas son cerca de 10.000, y Drica y los suyos parecen determinados a resistir. Al fin y al cabo, su historia es una historia de rebeli¨®n y resistencia.
Ahora es un reto mayor resistir al racismo y al desprecio absoluto, cargado en ocasiones de odio, y a la carta blanca con que cuentan constructoras, hacenderos, madereros, mineras y dem¨¢s empresas depredadoras de cualquier calibre, que se sienten amparados por el Gobierno Bolsonaro. Un reto colosal. Drica va a necesitar de toda la comunidad, de todas sus fuerzas y de todo su coraz¨®n para vencer.
Este art¨ªculo pertenece a la serie?Rainforest Defenders, un proyecto de openDemocracy / democraciaAbierta en colaboraci¨®n con Engajamundo Brasil, con el apoyo del Rainforest Journalism Fund del Pulitzer Center.
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