El eterno debate sobre el desencuentro entre la familia y la escuela
Mientras los padres y el profesorado sigamos mirando a otro lado, estaremos siendo c¨®mplices de una escuela anacr¨®nica y de la inoperancia de las instituciones educativas.
El pasado d¨ªa 29 de mayo le¨ª una noticia que me produjo una gran preocupaci¨®n pero a la vez, cierto alivio. La OMS, Organizaci¨®n Mundial de la Salud, ha considerado el s¨ªndrome del profesor quemado o burnout como una enfermedad producida por el trabajo.
Seg¨²n Pablo Guti¨¦rrez del ?lamo del Diario de la Educaci¨®n, hasta ahora estos casos se asociaban con ¡°problemas relacionados con dificultad en el control de la vida¡±, y no eran reconocidos como enfermedad laboral hasta que no pasaban por un Juzgado.
?Cu¨¢l es la tasa de esta enfermedad en Espa?a? Aunque no existen datos oficiales, seg¨²n Francisco Javier G¨®mez, responsable de Salud Laboral del Sindicato de Trabajadores, hablar¨ªamos de cerca del 20 %. Este porcentaje corresponde mayoritariamente al profesorado de Educaci¨®n Secundaria y Bachillerato, y, en menor medida, al de Educaci¨®n Infantil y Primaria.
?Cu¨¢les son las principales causas de esta enfermedad? Principalmente, las circunstancias en las que los docentes desarrollan su trabajo, como la falta de organizaci¨®n del centro educativo, la falta de recursos tanto materiales como humanos, m¨¢s acusada desde el Real Decreto 14/2012, el aumento de las horas lectivas, el aumento de las ratios por aula y el exceso de burocracia.
Con estas circunstancias, no es de extra?ar que Espa?a siga siendo el segundo pa¨ªs de la Uni¨®n Europea, con la tasa m¨¢s alta de fracaso escolar.
Cerca del 19 % de los j¨®venes entre 18 y 24 a?os han abandonado prematuramente el sistema educativo, habiendo completado solamente el primer ciclo de Secundaria y no habiendo realizado posteriormente ning¨²n tipo de estudio. Si lo equipar¨¢semos con el Area de la Salud, se estar¨ªan muriendo el 19% de los pacientes y seguimos sin hacer nada.
Desde mi doble papel como educadora de Disciplina Positiva, por un lado, y como madre de dos hijos por otro, me surgen muchas dudas acerca de si la educaci¨®n de mis hijos est¨¢ en buenas manos o simplemente pende de un hilo muy fino y desde luego, de la suerte. Parece que las familias ya hemos asumido este factor como algo que est¨¢ totalmente fuera de nuestro control. Si a esto le a?adimos el discurso de buena parte del profesorado que afirma que muchos padres se implican cada vez menos en la educaci¨®n de sus hijos, y que esta deber¨ªa ser una de las principales prioridades del sistema educativo, ya tenemos el caldo del cultivo para el eterno debate sobre el desencuentro entre la familia y la escuela.
Seg¨²n un estudio realizado por Rafael Feito Alonso, doctor en Sociolog¨ªa, las competencias que la Constituci¨®n otorga a las familias en materia de participaci¨®n, no han sido capaces de romper con las dificultades que tal implicaci¨®n democr¨¢tica plantea. En primer lugar, deber¨ªamos ponernos de acuerdo sobre qu¨¦ entendemos por participaci¨®n. Feito habla de una participaci¨®n individual en la que cual los padres acuden b¨¢sicamente para escuchar al profesor, hablarle sobre su hijo y hacerle alguna propuesta si procede (Libertad de Ense?anza), o una participaci¨®n que presupone la primera y adem¨¢s incluya desde la elaboraci¨®n de las normas de convivencia a la aprobaci¨®n de la programaci¨®n general anual (Escuela Democr¨¢tica).
Si tenemos en cuenta que al parecer, la primera opci¨®n es la m¨¢s aceptada por los sectores m¨¢s conservadores del profesorado y que en la pr¨¢ctica, la participaci¨®n de las familias en los centros p¨²blicos es casi inexistente, resulta muy dif¨ªcil ser optimista y albergar alguna esperanza de cambio estructural.
Sin embargo, paralelamente a esta realidad, existe otra que afortunadamente crece cada d¨ªa m¨¢s por contagio. Y es la de maestros, profesores, directores de centros educativos, responsables de formaci¨®n del CEP y las familias que apostamos y trabajamos cada d¨ªa por una escuela democr¨¢tica donde se fomente el aprendizaje libre y automotivado que estimule la curiosidad y por tanto, el aprendizaje. Si no hay emoci¨®n, no hay inter¨¦s y si no hay inter¨¦s, no hay aprendizaje. Como afirma Francisco Mora, doctor en Medicina y en Neurociencias, ¡°Solo se puede aprender aquello que se ama¡±.
Pienso que mientras las familias y el profesorado sigamos manteniendo la mirada hacia otro lado y continuemos dirimiendo responsabilidades, estaremos siendo c¨®mplices de una escuela anacr¨®nica y de la inoperancia de las instituciones educativas.
*Yolanda Alfonso Arias. Soci¨®loga. Educadora de familias y aula de Disciplina Positiva
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