Ventajas e inconvenientes de criar a tus hijos en un pueblo
Quedan pocas personas dispuestas a renunciar a la anestesia que nos ofrece lo urbano para emprender un proyecto de familia en el medio rural
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Edo Baldessari tiene 15 a?os y hasta hace dos a?os viv¨ªa en la Aldea del Portillo de Busto (Burgos), el lugar en el que naci¨® y al que su madre, Dorien Jongsma ¨Cde origen holand¨¦s¨C lleg¨® en 1996 junto a su pareja, el artista Jorge Baldessari. All¨ª compraron una casa, que arreglaron poco a poco, y aunque al principio vivieron a caballo entre ?mterdam y la Aldea, en 1999 decidieron quedarse definitivamente. Y no s¨®lo quedarse, tambi¨¦n pusieron en marcha Im¨¢genes y palabras, un centro de arte rural y un taller para la producci¨®n art¨ªstica y tuvieron a Edo (2004). Fue el primer ni?o que nac¨ªa en el pueblo en 35 a?os. Tambi¨¦n ha sido el ¨²nico, ya que por aquel entonces en la Aldea s¨®lo viv¨ªa una pareja de ancianos con su hijo. En la Aldea llegaron a ser ocho, contando una pareja de amigos que vivi¨® durante un tiempo, pero pronto se quedaron ellos dos. ¡°Desde que su padre muriera en 2011, Edo y yo hemos vivido solos en el pueblo. En 2017 nos mudamos a Logro?o, de lunes a viernes, para que pudiera estudiar en el instituto. Tambi¨¦n para que tuviera una adolescencia con posibilidad de socializar con otros ni?os sin la necesidad de una madre taxista¡±, cuenta Dorien.
Quedan pocas personas dispuestas a renunciar a la anestesia que nos ofrece lo urbano para emprender un proyecto de familia en el medio rural. Personas como Dorien Jongsma o como Rub¨¦n Heras, el alcalde de Quintanalara, un pueblo burgal¨¦s diminuto de casas de piedra y aroma a le?a que en 2013, seg¨²n el INE, ten¨ªa censadas a 33 personas. ?l y Ana Garc¨ªa, su mujer, decidieron criar all¨ª a sus tres hijos. ¡°Quedarnos a vivir en Quintanalara supone para nosotros una apuesta por el mundo rural, una opci¨®n de vida que entendemos que es mejor. Lo es al menos para nosotros¡±, dice Ana.
M¨¢s autonom¨ªa y libertad
Cuenta Katia Hueso, fundadora de la primera escuela infantil al aire libre de Espa?a y autora de Jugar al aire libre (Plataforma Editorial), que crecer en un pueblo peque?o nos permite establecer v¨ªnculos m¨¢s s¨®lidos con las personas y los espacios que nos rodean: ¡°La presencia de adultos que te conocen te da seguridad y, al mismo tiempo, una mayor libertad de movimientos. Siempre hay alguien cerca que puede echar una mano, y eso da tranquilidad a los padres. Es m¨¢s f¨¢cil explorar los rincones del pueblo con autonom¨ªa y por tanto jugar en libertad, algo que echamos tanto de menos hoy en d¨ªa, y que tiene importantes repercusiones positivas sobre nuestro desarrollo, bienestar y salud¡±.
Esto es algo que han podido comprobar con su experiencia Rub¨¦n y Ana, y aseguran que la infancia de sus tres hijos ¨C de 5 a?os, 2 a?os y 7 meses¨C no s¨®lo est¨¢ siendo una infancia feliz, adem¨¢s consideran que el pueblo tambi¨¦n educa. ¡°Para nosotros es importante que nuestros hijos vayan a poder adquirir con esta forma de vida unos h¨¢bitos, y una cultura, completamente diferentes. Desde el punto de vista de la naturaleza, se relacionan directamente con un entorno natural y con los animales que hay en el pueblo (perros, vacas, burras, etc.), pero tambi¨¦n la relaci¨®n con las personas del pueblo es de t¨² a t¨². Aqu¨ª todos nos conocemos y todos nos preocupamos de cu¨¢les son nuestros problemas. En una sociedad urbana esto no lo conoces y nosotros queremos que nuestros hijos, al menos mientras sean peque?os, recojan este testimonio¡±. Tambi¨¦n, dice Ana, son bastante m¨¢s libres de lo que ser¨ªan en una ciudad, lo que para ellos se traduce en una mayor tranquilidad. ¡°Cuando vamos a casa de los abuelos, que viven en la ciudad, tenemos que estar mucho m¨¢s pendientes de los peligros cuando bajan al parque. Creo que tambi¨¦n les aporta much¨ªsima autonom¨ªa estar cri¨¢ndose en el pueblo¡±.
Sobre los valores que aporta el medio rural, aunque Katia Hueso opina que es una comparaci¨®n dif¨ªcil ¨C¡°pues hay muchas ruralidades y tambi¨¦n muchas formas de vivir en la ciudad¡±¨C, tambi¨¦n cree que, en general, se puede decir que ¡°en un entorno rural se experimentan de forma m¨¢s directa los ciclos de la vida, sobre todo si se est¨¢ a cargo de una huerta o de animales de granja, mientras que un entorno urbano hay que buscar de forma activa este v¨ªnculo con el medio natural que, sin ser imposible, requiere de un esfuerzo mayor: huertos urbanos, jardines populares, asilos de animales, etc.¡±. A?ade que en un ambiente rural es m¨¢s f¨¢cil permanecer al aire libre de forma m¨¢s o menos relajada (cuando se tiene tiempo, que no siempre es el caso si hay que cuidar del campo), cosa que en la ciudad es complicado dadas las distancias que hay que recorrer o las dificultades que impone el omnipresente tr¨¢fico rodado.
Cuenta Dorien que la infancia de su hijo tambi¨¦n ha sido, como la de los hijos de Rub¨¦n y Ana, una infancia libre y feliz. ¡°No le ha faltado nada¡±, apunta. Al preguntarle qu¨¦ ha tenido en la Aldea que en una ciudad como ?msterdam no hubiera tenido busca inevitablemente la comparaci¨®n con sus sobrinos: ¡°Todos mis sobrinos se han criado en ?msterdam y me atrevo decir que los ni?os de la ciudad son m¨¢s formales, menos juguetones. M¨¢s responsables, quiz¨¢s, pero menos libres, siempre atados a agendas, clubes, clases, citas¡±. Seg¨²n su experiencia tambi¨¦n considera que vivir y trabajar en un pueblo les ha permitido tener una relaci¨®n m¨¢s natural con su hijo. Estar presentes. ¡°Creo que hay cierta histeria sobre ¡°las horas de calidad¡± con los hijos. Yo lo veo como una excusa que los padres ¨Cque se sienten culpables¨C ponen porque no pueden estar con sus hijos, ya que incluso les tienen que mandar a guarder¨ªas poco despu¨¦s de nacer. Con esto no quiero decir que yo siempre tenga tiempo para mi hijo, tambi¨¦n trabajo mucho, siempre estoy haciendo algo, pero estoy. Nada m¨¢s, y nada menos¡±.
?Idealizamos la vida rural?
La falta de pol¨ªticas p¨²blicas en torno a la maternidad y cuestiones como la contaminaci¨®n, el ritmo fren¨¦tico o el precio desorbitado de algo tan b¨¢sico como la vivienda son algunas de las cuestiones que terminan llevando a muchas familias a replantearse el lugar en el que est¨¢n creciendo sus hijos. ¡°Dejar la ciudad se convierte en una meta antes o despu¨¦s. Es un regreso siempre a trompicones. Lo que no sabemos muy bien es d¨®nde intentamos volver, ni de qu¨¦ lugar queremos escapar¡±, escribe Nuria Labari en La mejor madre del mundo justo antes de un di¨¢logo con Hombre tan real como la vida misma: ¡°La ciudad es dif¨ªcil para ellas. El carrito de H2 no cabe entre los coches, su guarder¨ªa parece un garaje, el colegio de H1 est¨¢ muy lejos, hay colillas en el suelo, tardamos mucho en cualquier cosa. Siento que nunca tengo tiempo para ellas¡±.
Ocurre entonces que a veces podemos tender a idealizar la vida rural, pensando que es f¨¢cil o la soluci¨®n a todos los problemas. ¡°No cabe duda de que la vida en el campo se idealiza. Ha sido as¨ª desde tiempo inmemorial, pero en la actualidad hay toda una sacralizaci¨®n de lo rural que para algunos puede resultar exagerada¡±, dice Katia Hueso. Para la experta, la vida real en el campo nunca ha sido f¨¢cil, los animales y las plantas no entienden de fines de semana, ni de convenios colectivos, ni de bajas por maternidad. Pero tambi¨¦n cree que ese trabajo tan cercano a la vida nos hace ser m¨¢s conscientes de nuestro papel como seres humanos en la naturaleza, y las consecuencias que puede traer vivir alejados de ella. ¡°Es especialmente importante ser conscientes de ese d¨¦ficit de naturaleza en la infancia, pues podemos acabar desconociendo, de forma colectiva, c¨®mo relacionarnos y obtener de ella nuestro sustento. Estar en contacto de forma consciente con la vida en el campo, nos puede ayudar a reforzar ese v¨ªnculo tan necesario para nuestro bienestar y, en ¨²ltima instancia, nuestra supervivencia¡±, explica.
Edo no ha echado muchas cosas en falta en La Aldea. Cuando ha querido ha podido disfrutar de actividades extra-escolares en O?a, donde iba al colegio, y jugaba con los amigos que los fines de semana visitaban el pueblo. S¨ª reconoce Dorien que a Edo le cuesta adaptarse a grupos grandes (¡°Siempre ha estado con pocos ni?os y en una clase de 25 se agobia mucho¡±), y que para la etapa de la adolescencia, ¡°tal como est¨¢n los pueblos ahora¡±, s¨ª vio problem¨¢tica su vida all¨ª. ¡°Los amigos de mi hijo que viven en un pueblo peque?o viajan todos los d¨ªas en autob¨²s al instituto, para volver (solos) a casa por la tarde. Yo estoy contenta con la decisi¨®n que hemos tomado porque mi hijo puede ir andando al instituto, quedar con sus amigos en la calle y, en definitiva, vivir nuevamente con libertad dentro de un contexto totalmente nuevo para ¨¦l¡±. Tal es su amor por la Aldea que Dorien quiere volver en cuanto su hijo pueda manejarse solo.
Rub¨¦n tambi¨¦n admite que a veces s¨ª echan de menos tener m¨¢s compa?¨ªa en Quintanalara. ¡°En invierno quedamos en el pueblo 10-12 personas, y creo que ser¨ªa muy positivo que hubiese m¨¢s familias animadas a vivir en un entorno rural. No s¨®lo para los chavales, tambi¨¦n para los adultos, para poder sacar adelante proyectos muy interesantes que una ¨²nica familia no puede sacar¡±. A Ana le preocupa tambi¨¦n el momento en el que sus hijos cumplan 15 o 16 a?os y demanden un ocio que all¨ª no van a poder tener. ¡°Ahora cuando nos apetece nos vamos al teatro, al cine¡ Son salidas puntuales. Entendemos que cuando nos demanden salir con sus amigos la cosa ser¨¢ distinta y tendremos que hacer m¨¢s malabares¡±, lamenta. Concluye Rub¨¦n que vivir¨ªa como un fracaso que sus hijos, aunque terminaran residiendo en la ciudad en un futuro, no quisieran volver al pueblo: ¡°Creo que en cierto modo habremos fracasado en el amor que le damos a nuestro pueblo¡±.
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