Chicho Ib¨¢?ez Serrador y el viaje del miedo
El miedo es una respuesta defensiva tan antigua como el mundo y nos sirve para ser conscientes del peligro cercano
Hace unos d¨ªas nos dej¨® Narciso Ib¨¢?ez Serrador, Chicho, uno de los hombres que m¨¢s ha contribuido al entretenimiento desde el otro lado de las c¨¢maras.
Aunque su nombre siempre ir¨¢ ligado al concurso televisivo Un, dos tres, su labor como realizador super¨® las fronteras de la peque?a pantalla, dirigiendo dos t¨ªtulos claves del cine de terror: La residencia y ?Qui¨¦n puede matar a un ni?o? En ambas cintas, Chicho maneja el suspense a la manera de Hitchcock -de quien se consideraba disc¨ªpulo- poniendo la t¨¦cnica cinematogr¨¢fica al servicio de la tensi¨®n dram¨¢tica.
La residencia es una historia decimon¨®nica, de las de terror g¨®tico, mientras que la otra es una pel¨ªcula donde se activa el miedo y el suspense desde la inocencia de la ni?ez. En cualquier caso, Chicho consigue hacernos pasar un rato de miedo en su forma m¨¢s cruda, es decir, haciendo saltar los resortes del sistema nervioso ante el peligro siempre acechante de cada escena. Porque el miedo resulta innato al ser humano y, cient¨ªficamente, es una reacci¨®n en la que se remueven y liberan defensas org¨¢nicas que alteran nuestras terminales nerviosas. A continuaci¨®n, vamos a contar c¨®mo se pone en marcha el circuito del miedo en nuestro organismo.
El primer sitio donde se localiza el miedo reside en el cerebro, en una estructura -con forma de almendra- denominada am¨ªgdala. Encargada de controlar y procesar emociones, la am¨ªgdala da la se?al de alarma ante nuestros miedos m¨¢s primitivos y, lo que es m¨¢s importante, los pone en relaci¨®n con el resto del cerebro. Gracias a esta estructura compleja nuestra especie ha sobrevivido, puesto que la am¨ªgdala ha hecho saltar las alarmas org¨¢nicas de nuestros antepasados cuando se presentaban est¨ªmulos amenazadores para su integridad f¨ªsica. De esta manera, ante un indicio de peligro, la am¨ªgdala se pone en marcha, emitiendo una se?al al resto del cuerpo. Incluso, hay ocasiones, en las que la am¨ªgdala se pone activa antes de que seamos conscientes del peligro. Es cuando empieza la sudoraci¨®n.
El primer sitio donde se localiza el miedo reside en el cerebro
Con esto, bien puede decirse que el miedo es una respuesta defensiva tan antigua como el mundo y que nos sirve para ser conscientes del peligro cercano. De hecho, ya hemos visto que en las sociedades primitivas el miedo serv¨ªa para proteger la vida. De manera parecida, en ¨¦pocas no muy lejanas, el terror desplegado por los gobiernos totalitarios en Europa sirvi¨® a los reg¨ªmenes para salvaguardarse a s¨ª mismos.
Hace poco m¨¢s de tres a?os que un equipo internacional de cient¨ªficos liderado por investigadores del Campus de Excelencia Internacional Moncloa (UCM-UPM) evidenci¨® la reacci¨®n de la am¨ªgdala cerebral humana ante posibles amenazas. Para ello se implantaron electrodos en distintos pacientes, dando como resultado lo que podemos denominar el viaje del miedo.
Muchos a?os antes de que se demostrara esto, Chicho Ib¨¢?ez Serrador ya hab¨ªa experimentado con el miedo y con su viaje. Tomando como partida el campo visual, hizo penetrar el miedo en el circuito emocional; un recorrido que dura lo que duran sus pel¨ªculas. Entre otras muchas cosas, Chicho hab¨ªa comprendido que el miedo es una sensaci¨®n que arranca en las primeras edades del ser humano; una herencia que ¨¦l supo emplear desde el otro lado de la c¨¢mara.
Porque ante todo, Chicho fue un conocedor de los miedos arquet¨ªpicos del ser humano y experiment¨® con ellos dentro del formato visual, es decir, con im¨¢genes en movimiento proyectadas en la oscuridad de una sala de cine. Con tales ma?as, consigui¨® remover nuestros miedos m¨¢s ancestrales hasta sacarlos a la superficie. Bien mirado, es una buena manera de enfrentarnos a ellos, a sabiendas de que nuestros miedos siempre ganar¨¢n por adelantado.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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