Nudo estrat¨¦gico
Desde la transferencia de soberan¨ªa Pek¨ªn no ha soltado ni un ¨¢pice el control inicial sobre Hong Kong, como han venido lamentando reiteradamente los ciudadanos
Hong Kong es el nudo de las libertades civiles. Lo que all¨ª suceda desborda los l¨ªmites bien reducidos de la superficie de la ciudad aut¨®noma, mayor que Vizcaya y menor que ?lava, y por supuesto los derechos de sus habitantes, aproximadamente tantos como los que hay en Catalu?a.
China entera, silenciosamente, observa la experiencia. Un pa¨ªs, dos sistemas. Con el lema bajo el que se redact¨® la Ley B¨¢sica, el texto constitucional de Hong Kong, Pek¨ªn recuperaba la soberan¨ªa sobre la antigua colonia brit¨¢nica pero respetaba el sistema liberal, es decir, la econom¨ªa de mercado, las libertades civiles, el pluralismo, la justicia independiente y un sistema educativo propio, lejos del proselitismo del Partido Comunista.
Entre su redacci¨®n y su aprobaci¨®n sucedi¨® la matanza de la plaza de Tiananmen, de la que ahora se han cumplido 30 a?os. En ning¨²n otro lugar del mundo tuvo un mayor impacto aquella tragedia. Por los j¨®venes asesinados a centenares o a millares, no se sabe, pero tambi¨¦n por la cercan¨ªa y, sobre todo, por el ejemplo. Tiananmen produjo un profundo desaliento en Hong Kong. Cayeron los comunistas reformistas art¨ªfices del acuerdo entre Pek¨ªn y Londres. Cay¨® el secretario general, Zhao Ziyang, el Gorbachov chino, recluido hasta su muerte en arresto domiciliario. Y cay¨® tambi¨¦n su colaborador, Xu Jiatung, hasta entonces el representante oficioso de Pek¨ªn en Hong Kong, que se exil¨® a Estados Unidos y ya nunca regres¨®.
Desde entonces, Pek¨ªn no ha soltado ni un ¨¢pice el control inicial del Gobierno y del Parlamento hongkoneses, como han venido lamentando reiteradamente los ciudadanos. Al contrario. China nombra al primer ministro, controla la mayor¨ªa del Parlamento, y con creciente frecuencia interfiere en sus asuntos internos, como ahora sucede con la legislaci¨®n sobre extradici¨®n, que erosiona la independencia de los jueces. Es cierto que nada esencial se ha perdido todav¨ªa desde la devoluci¨®n, pero una discreta y persistente presi¨®n va desgastando el sistema distinto y estrechando el control de Pek¨ªn, mientras China se ha ido endureciendo, en vez de cumplir la inocente profec¨ªa que hac¨ªa converger el libre mercado con la plenitud democr¨¢tica.
Tambi¨¦n desde el T¨ªbet y desde Xianjiang, regiones con personalidad propia, se observa con atenci¨®n lo que sucede en Hong Kong. Desde la transferencia de soberan¨ªa, en 1997, ha ido asent¨¢ndose e incluso creciendo el sentido de identidad hongkonesa, asimilable al estilo de vida libre y democr¨¢tico, si bien tambi¨¦n ha ido decreciendo el peso de su econom¨ªa y su demograf¨ªa en relaci¨®n a la inmensa y poderosa China.
Las protestas de estos d¨ªas tambi¨¦n tienen sus efectos en Taiw¨¢n. El lema famoso, una sola China, dos sistemas, fue inventado para recuperar un d¨ªa la isla separada. Es f¨¢cil la ecuaci¨®n: si Pek¨ªn evolucionara hacia la democracia, esa China de nuevo unida estar¨ªa al alcance de la mano. Si sucede lo contrario, como parece ser ahora el caso, las l¨ªneas de evoluci¨®n conducen hacia la colisi¨®n, que podr¨ªa significar la guerra.
Hong Kong ha hecho una vida pl¨¢cida en la ¨¦poca de los liderazgos colectivos de Jiang Zemin y Hu Jintao, cuando los comunistas chinos, escarmentados, hu¨ªan del culto a la personalidad y confiaban en direcciones colectivas. Con Xi Jinping todo ha cambiado. Si Mao Zedong recuper¨® la independencia y fund¨® la rep¨²blica y Deng Xiaoping abri¨® el pa¨ªs al mundo y al capitalismo, adem¨¢s de recuperar las dos colonias de Hong Kong y Macao, Xi se siente llamado a tareas m¨¢s altas y dif¨ªciles: convertir a su pa¨ªs en la primera superpotencia y, naturalmente, recuperar Taiw¨¢n. Hong Kong no puede interponerse en su camino.
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